Año 4 - 69.

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Astrid había presenciado cómo Harry Potter se derrumbaba sobre el cadáver de su amigo.

Astrid había visto a Tracey Davis caer de rodillas en un grito de gran dolor.

Astrid había oído los gritos desesperados del hombre que una vez había sido el orgulloso padre de un campeón.

Cedric Diggory había muerto.

Con él morían ese día muchas cosas.

Fue la inocente e infantil creencia de muchos estudiantes de que sus vidas eran para siempre y ningún mal podría ocurrirles.

Fue la cordura y la calma de Harry Potter, porque el muchacho ahora creía que Quien-tú-sabes había vuelto.

El sueño de Draco Malfoy era convertirse en mortífago como su padre. El rubio siempre había odiado la muerte y ver a alguien realmente muerto de la mano de quien Draco sabía que era un mago tenebroso, cambiaba inmensamente su perspectiva. El chico casi quería reírse desesperado de lo ingenuo que había sido al pensar en los mortífagos y olvidarse de las inevitables muertes que causaban.

A gran escala, y de lo que todo el mundo se daría cuenta uno o dos años después, con Cedric Diggory había muerto la seguridad y la paz que habían reinado en el Mundo de los Magos durante la última década.

Pero lo más importante, y lo más relevante para Astrid Ninomae en aquel momento, lo que había muerto, era la prudencia de Tracey Davis. Todo se había ido al garete en el lapso de unas pocas horas y Tracey Davis odiaba al mundo.

Cinco chicas preocupadas estaban sentadas frente a la puerta cerrada de los baños compartidos de las chicas Slytherin. En la última hora habían pasado muchas chicas pidiendo que las dejaran entrar, a lo que Pansy las había echado a todas proclamando que si realmente necesitaban mear podían ir a hacerlo a los baños de los chicos. Un estudiante había muerto y ellos tenían problemas mucho mayores que la débil vejiga de un Slytherin cualquiera.

Las cinco chicas llevaban toda esa hora tumbadas frente a la puerta del baño esperando a que su amiga saliera por fin. Todas estaban terriblemente preocupadas, y el único indicio de que la chica no estaba haciendo algo irreversible allí sola eran los ocasionales insultos o comentarios negativos que ladraba a través de la puerta, quejándose de todo y de nada.

Tracey Davis había perdido dos cosas importantes aquel día: una persona a la que llevaba en el corazón (un enamoramiento que le había hecho palpitar el corazón en más de una ocasión) y su única salida para sobrellevar tanta pena (su violín).

El violín había sido importante para ella y lo quería mucho. Amargada, sonriente, devastada... fuera lo que fuera, el violín siempre la había ayudado a superarlo todo. A la chica no le gustaba hablar ni mostrarse, así que siempre había dejado salir sus emociones a través de una melodía.

Ahora que la habían despojado de su instrumento, la chica de ojos verdes no sabía qué hacer consigo misma. Nunca se le habían dado bien las palabras de ninguna forma y expresar sus emociones y pensamientos para ayudarla a superar su pena le parecía imposible. Pero aun así, tenía que expresarlo de algún modo. Su confusa tristeza se había transformado lenta pero inexorablemente en una ira mezquina.

Pasó otra hora y las chicas estaban a punto de dormirse en el suelo cuando, con un suave chasquido, se abrió la puerta del baño y salió una lloriqueante Tracey.

Astrid se quedó boquiabierta, Mills jadeó y Daphne soltó un grito de horror al ver el aspecto de la chica.

Tracey moqueó y se rascó la parte posterior de su cabeza, ahora completamente rubia platino. "Estoy muerta", dijo y soltó una risita dolorida. "En sentido figurado, emocionalmente, ahora mismo".

Sólo eran niños [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora