Extra II: Lo que sucedió con la pareja de destinados luego de su reencuentro.
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ELIZABETH HABÍA LLORADO HASTA QUE NO PUDO MÁS DURANTE TODO AQUEL DÍA, PRIMERO FUE EL DETALLE DE SUS PADRES DE OBSEQUIARLE UN CONJUNTO de pendientes y una pulsera de oro, ella sabía de primera plana que la situación financiaría de sus padres estaba relativamente bien ya que les permitía vivir el día a día pero al realizar ese tipo de gastos acortaba el presupuesto mensual de sus progenitores. Luego estaban los lujosos regalos que la batifamilia le otorgó y por ultimo, pero no menos importante, los preciosos uniformes clínicos sin logos universitarios que Cata junto a Gaby y Ana Abigail le regalaron. Todos los detalles eran preciosos.
Pero nada se comparaba con la presencia no planificada de su ahora prometido, Damian Wayne.
Luego de que sus miradas se toparan y aquellos tan reconocidos sentimientos invadieran su pecho, no se soltaron de aquel largo abrazo que duro minutos. Las personas a su alrededor no existía para la pareja de enamorados, solo ellos y todo el amor que sentía el uno por el otro.
Porque después de tres años de espera y totalmente separados temían que sucediera lo mismo o que fuera la última vez que se vieran.
Cuando Elizabeth dejó de llorar y Damian se sentía seguro de que toda aquello no era una ilusión que su cruel mente estaba evocando se separaron para mirarse a los ojos. Se sonrieron con amor para que posteriormente el de cabello azabache secara con sus pulgares las traicioneras lagrimas de su mujer.
—Te amo —Susurró la más bajita.
—Yo más, mucho más
—No te vuelvas a ir otra vez por favor —Damian sonrió levemente con ternura. —Nunca más
Damian no lo aguanto más y la besó.
Extrañaba aquellos delgados y cálidos labios que encajaban perfectamente con los de él, echaba de menos los suspiros que soltaba su novia o como se aferraba a él para mantenerse en pie y no caer. Estaba a nada de adentrar su lengua dentro de la cavidad bucal de la femina cuando esta se separó de golpe.
—Mis papás
—Se fueron junto al resto cuando vieron que no nos soltábamos del abrazo
—Ah —La castaña rió. —Que vergüenza
—Vamos andando —Envolvió su gran mano con la de la chica para caminar pero se detuvo ante el llamado de esta misma, quien estaba revisando el celular.
—Me enviaron un mensaje diciendo que nos esperarían en ese restaurant de nombre extraño —Le mostró la pantalla del celular para que su novio lo viera.
—Supongo que debemos ir —Hizo una morisqueta.
—Si, pero no te vas a escapar del hecho que debemos hablar todo con claridad
