En ningún momento pude apartar de mi mente la imagen de Ewart ni sus palabras amables. Volví a tocar las comisuras de mis labios, justo en el lugar donde me besó y sentí mi corazón volver a acelerarse.
Levanté la mirada y cuando noté que unas nubes teñían el cielo de gris, una sensación de melancolía se instaló en mi pecho.
En cuanto bajé del autobús, apresuré el paso, temiendo que fuera a llover en cualquier momento. Tomé el teléfono con la dirección y conté las calles que debía seguir recto antes de doblar a la izquierda.
El fraccionamiento tenía ese estilo que tanto odiaba: interminables filas de casas idénticas, alineadas como un perfecto juego de dominó y las fachadas, pintadas en tonos neutros, parecían fundirse en una masa uniforme.
Aunque apenas comenzaba a oscurecer, las calles estaban desiertas. El silencio envolvía el vecindario, interrumpido solo por el suave susurro del viento. Mi mirada se detuvo en un jardín en particular, donde florecían peonías.
A medida que avanzaba, una sensación incómoda me invadió. El aspecto de las calles se deterioraba gradualmente, como si el encanto del fraccionamiento se desvaneciera a medida que me alejaba de su centro. Cinco cuadras más adelante, donde me detuve, ya no quedaba rastro de casas.
Tomé el teléfono y me di cuenta de que estaba más lejos de la casa de Ash que la última vez que miré. ¿Acaso me había equivocado?
Di la vuelta para regresar. En ningún jardín encontraba peonías. Doblé a la izquierda y volví al mismo lugar desolado de antes. Se suponía que di la vuelta ¿cómo fue que regresé?
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Una primavera llamada Asher
Novela JuvenilEn el mundo de Dominick Decker, la marca de flor con la que se nace lo es todo, por lo que él, siendo un desmarcado no puede más que sentirse excluido, al fin y al cabo, la popularidad y el valor están definidos por aquello que no tiene. Con la ment...