YoonGi oyó el suspiro de Jeongguk. Ese beso... Sabía de antemano que besaría de maravilla: dominando de la mejor manera posible, como amo y señor, comandante en jefe, líder carismático. Con éste no había que preocuparse porque se fuera demasiado torpe. Pero nada de esto justificaba su propia estupidez.
—Creo... Creo que tengo más autocontrol del que pensaba —dijo con voz vacilante.
—Vaya, me encanta que se dé cuenta precisamente ahora.
—No puedo echarlo todo por la borda por un par de minutos de jadeos.
—¿Un par de minutos? —exclamó Jeongguk, indignado—. Si cree que eso es lo más que aguanto...
—No siga. —Sintió una punzada de dolor. Lo único que quería hacer ahora era meterse en la cama y enterrar la cabeza bajo las mantas. Se había desentendido de su negocio, de su vida, de su respeto hacia sí mismo. Todo aquello que le importaba estaba cediendo al impulso del momento.—Andando, Campanilla. —Lo agarró del brazo y tiró de él hacia la cocina—. Vamos a dar un paseo para enfriarnos un poco.
—No quiero pasear —protestó YoonGi.
—Perfecto. Sigamos con lo que estábamos.
Aun mientras se zafaba de Jeongguk, era consciente de que tenía razón. Si quería recuperar su equilibrio, no podía esperar al día siguiente. Tenía que hacerlo ahora.
—De acuerdo.
Jeongguk cogió la linterna colgada junto a la nevera, y YoonGi le siguió al exterior. Echaron a caminar por una senda mullida de hojas de pino. Ninguno de los dos pronunció palabra, ni siquiera cuando la senda desembocó en una caleta iluminada por la luna donde la piedra caliza bordeaba el agua. Jeongguk apagó la linterna y la dejó sobre una solitaria mesa de picnic. Hundió las manos en los bolsillos traseros de sus shorts y se acercó a la orilla.
—Sé que pretende hacer una montaña de esto, pero no lo haga.
—¿Una montaña de qué? Ya lo he olvidado. —Guardaba las distancias, vagando hacia el agua pero deteniéndose a más de tres metros de él. El aire era cálido y traía un olor a pantano, y las luces del pueblo de Wind Lake parpadeaban a su izquierda.
—Estábamos bailando —dijo él—. Nos excitamos. ¿Y qué?
YoonGi hundió sus uñas en la palma de la mano.
—Por lo que a mí respecta, eso no ha ocurrido.
—Ya lo creo que ha ocurrido. —Se volvió hacia YoonGi, y el tono duro de su voz le dijo que la Pitón se preparaba para el ataque—. Sé cómo piensa usted, y eso no ha sido ningún pecado enorme e imperdonable.
La compostura de YoonGi se disipó.
—¡Soy su casamentero!
—Justo. Un casamentero. No tuvo que prestar el juramento hipocrático para hacerse las tarjetas.
—Sabe perfectamente lo que quiero decir.
—No tiene pareja; yo tampoco. No se habría acabado el mundo por habernos dejado llevar.
No podía creer que le hubiera oído bien.
—Se habría acabado mi mundo.
—Temía que dijera eso.
Su tono ligeramente exasperado acabó de sacarlo de quicio, y avanzó hacia Jeongguk muy impetuoso.
—¡Nunca debí permitir que viniera conmigo este fin de semana! Sabía desde un principio que era una pésima idea.
—Fue una idea excelente, y nadie ha salido perjudicado. Somos dos adultos sanos, sin compromisos y razonablemente cuerdos. Lo pasamos bien juntos, y esto no me lo puede negar.
—Sí, desde luego, soy un colega estupendo.
—Créame, esta noche no pensaba en usted como colega.Esto lo descolocó completamente, pero se recuperó enseguida.
—Si hubiera habido algún otro hombre alrededor, esto no habría pasado.
—No sé qué intenta decir, pero suéltelo ya.
—Venga, Jeongguk. Ni soy rubio, ni tengo unas piernas largas, ni un cuerpo espectacular. Lo mío fue configuración por defecto. Ni siquiera mi ex prometido dijo nunca que fuera sexy.
—Su ex prometido quiere lo que usted tiene, así que yo no me tomaría eso muy a pecho. Se lo juro, YoonGi, es usted muy sexy. Ese pelo...
—No la tome con mi pelo. Nací con él, vale. Es como burlarse de alguien con un defecto de nacimiento.
Lo oyó suspirar.
—Estamos hablando de simple atracción física provocada por un poco de luz de luna, algunos bailes y demasiado alcohol —dijo—. No es más que eso, ¿está de acuerdo?
—Supongo.
—Atracción física primaria.
—Me imagino.
—No sé usted —prosiguió él—, pero yo hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien.
—Vale, reconozco que ha sido divertido. Lo de bailar—se apresuró a añadir.