Cuando YoonGi volvió a la cabaña, poco después de medianoche, tenía todavía las mejillas coloradas de ver la película, y el short de verano pegado a unas carnes calientes, humedecidas... muy humedecidas. Ver que en la ventana brillaba la luz lo dejó consternado. Podía ser que él la hubiera dejado encendida como un detalle cortés. «Que no me esté esperando despierto, por favor.» Era absolutamente incapaz de hacerle frente esa noche. Aun sin haber visto una película guarra, le costaba lo suyo no ponerle las manos encima, pero después de lo que acababa de ver...
Subió al porche de puntillas, se quitó las sandalias y entró tan silenciosamente como le permitió la chirriante puerta con su pomo flojo.
—Hola.
Dio un respingo y dejó caer las sandalias.
—¡No me dé esos sustos!
—Perdone. —Estaba desmadejado en el sofá, con un fajo de papeles en una mano. No llevaba camiseta, sólo unos shorts de deporte negros, descoloridos. Tenía los pies descalzos y los tobillos cruzados sobre el brazo del sofá, y la luz de la lámpara de pie volvía dorados los pelos de sus pantorrillas. A YoonGi se le fue la mirada otra vez a los pantalones de gimnasia. Después de lo que había visto en la pantalla, le daban ganas de ponerle una denuncia por exceso criminal de ropa.
Mientras se esforzaba por recuperar el aliento, él levantó la cabeza y los hombros, lo que, evidentemente, hizo que se contrajeran sus abdominales dibujando el ideal de la calculadora.
—¿Por qué tiene la cara tan roja? —preguntó Jeongguk.
—M-me he quemado al sol. —Era consciente de lo vulnerable que resultaba en aquel momento, y de que debería haberse zambullido en el lago para enfriarse antes de volver allí.
—Eso no es del sol. —Puso ágilmente los pies en el suelo, y YoonGi observó que tenía el pelo húmedo—. ¿Le pasa algo?
—¡Nada! —Empezó a recular tímidamente. No tenía la menor intención de darle la espalda, aunque eso lo obligaba a dar una vuelta considerable—. Se ha vuelto a duchar.
—¿Y qué?
—Se ha duchado después de nadar. ¿Qué es usted, una especie de maniático de la higiene?
—Me fui a correr con Yves después de cenar. ¿Qué más le da?
Oh, Dios, ese pecho, esa boca... Esos ojos verdes que lo veían todo. Excepto a él desnuda. Eso no lo habían visto nunca.
—Me... voy a la cama ya.—¿Es por algo que he dicho?
—No vaya de amable. Por favor.
—Haré lo que pueda. —Le dirigió una sonrisa taimada—. Aunque siendo como soy...
—¡Pare! —No quería detenerse, pero sus pies parecieron declararse en huelga.
—¿Necesita un vaso de leche tibia, o algo?
—No, decididamente no necesito nada caliente.
—He dicho tibia. No he hablado de nada caliente. —Dejó los papeles a un lado.
—Ya... Ya lo sé.
Puede que YoonGi se hubiera quedado un poco parado, pero Jeongguk no, y mientras se le acercaba reparó en que llevaba el short y su camiseta arrugada y húmeda.
—¿Qué está pasando?
YoonGi no podía apartar los ojos de su boca. Le traía a la memoria todas las bocas que había visto en aquella pequeña pantalla de televisión poco antes, y concretamente las cosas que hacían. Maldita Chaewon con su película.
—Estoy cansado, nada más —acertó a decir.
—No parece cansado. Tiene los labios hinchados, como si se los hubiera estado mordiendo, y respira pesadamente. Si quiere que le diga la verdad, parece que estuviera cachondo. ¿O es mi mente obsesiva que vuelve al ataque?
—Déjelo, ¿vale? —Observó que tenía una pequeña cicatriz en una costilla, probablemente de una herida de arma blanca causada por un novio rechazado.—¿Qué diantres han estado haciendo las mujeres y usted esta noche?
—¡No fue idea mía! —Sonaba culpable, y su rubor aumentó.
—Lo averiguaré. Me lo contará alguno de los tíos, así que más vale que me informe ahora.
—No creo que los hombres vayan a hablar de esto. O a lo mejor sí. No lo sé. No tengo ni idea de qué cosas se cuentan ustedes, los hombres deportistas.
—No tantas como ustedes, eso seguro. —Inclinó la cabeza hacia la cocina—. ¿Quiere algo de beber? Hay una botella de vino en la nevera.
—Ah, claro... Vino es justo lo que no necesito en este momento.
—Un misterio esperando ser resuelto... —Estaba claro que empezaba a divertirse.
—Déjelo estar, ¿quiere?
—Justo lo que haría un tipo amable. —Se agachó y cogió su móvil—. ShuHua me dirá qué ha pasado. Parece una mujer muy franca.
—Está en el bed & breakfast. No tiene teléfono en la habitación.
—Cierto. Le preguntaré a Chaewon. He hablado con Yugyeom hace menos de media hora.
YoonGi se podía figurar lo que Chaewom y Yugyeom estarían haciendo en aquellos momentos, y no les iba a gustar que les interrumpieran.
—Es medianoche.