Prólogo

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Muñequita de cristal que encerró su corazón
En una cajita de mármol, esperando no ser herida
La escondió en lo más profundo de un sueño
Que por cosas del destino nunca se logró...
...Muñequita de cristal que sacrifico su corazón
Para darle vida a un gran amor...
Seguiré esperándote a ti y a tu corazón...

-¿Estas segura que se ve bien Dorothy?-preguntaba Candy un tanto insegura por la manera en que lucía.

-Si Candy solo no dejes que la toquen por demasiado tiempo, porque se percatarían de que no es tan dura como debería-respondió Dorothy mientras veía como Candy se miraba al espejo desde diferentes ángulos asegurándose que el prominente vientre no luciera falso.

-Gracias al cielo en esa fiesta solo hay extraños que dudo mucho se acerquen a querer tocarla-dijo mientras de manera inconsciente acariciaba rítmicamente aquel abultado vientre.

-¡Luces hermosa!-la voz de su marido la sacó de su ensoñación, mientras que con una dulce sonrisa despedía a su fiel amiga-de no ser porque se la verdad, juraría que estas embarazada.

-Pero... ¿De verdad parece real?-preguntó Candy bastante preocupada.

-Claro que si querida-dijo el rubio depositando un casto beso en la frente de Candy-no sabes lo que daría porque tu único capricho fuera realidad.

-No te preocupes que el que no lleve mi sangre no es un impedimento para amarlo-sonrió Candy en un intento de aminorar la tristeza que cruzó por el rostro de su marido-mejor dime ¿ya nació?

-Si, nació esta tarde querida, y es una niña-dijo emocionado-Roger dice que es tan rubia como nosotros, así que nadie dudaría que es nuestra, solo haremos acto de presencia en la reunión y fingirás que te sientes mal querida.

-Muy bien así lo haré-respondió Candy-¿Cuándo la traerás a casa? ¿Y la madre? ¿Crees que quiera entregarla ahora que la tuvo entre sus brazos?

-Roger ya arregló todo querida, seguramente en estos momentos Dorothy ya partió con él para ir por la pequeña, así que esta será tu primera noche como madre.

El corazón de Candy se oprimió al no entender como alguien podía cambiar a un hijo por unas cuantas monedas. Bueno al menos no la abandonó a su suerte, pensó Candy.

-Pero... ¿y si en el último instante se arrepiente?-preguntó angustiada, aferrándose a la esperanza de que en el corazón de aquella desconocida aun quedara un poco de amor, y no el deseo de vender a su hija como si de mercancía se tratase.

-No te preocupes, que ella lo único que desea es tomar el dinero, ni siquiera se interesó en saber si las personas a las que la entregaría eran buenas personas.

Dedicándole una media sonrisa a su marido, recordó cómo fue que llegó a eso...

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