Pequeñas mentiras

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Capítulo 2

"el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"

Había mucha gente a su alrededor, todos vistiendo de negro, a su paso, recibía miradas de conmiseración por la lamentable muerte de un padre al cual ni siquiera había conocido. Su andar era lento, con la cabeza gacha, sonriendo de medio lado, intentando no tener más que una plática superficial con las personas que se acercaban a darle el pésame.

Montando guardia cerca del féretro vacío, se encontraba Albert, con una expresión indescifrable, pues él hacía más de veinte años que había enterrado a su padre. La explicación que la tía abuela le había dado un mes antes fue que, ella y su hermana Janette, al igual que Rose Mary, tomaron la decisión de no avisar a nadie más que el viejo William Andrey había muerto, pues eso solo pondría en un exponencial peligro no solo la fortuna de los Andrey, también al mismísimo Albert, quien en ese entonces apenas contaba con escasos ocho años, así, habían decidido que en el momento en que Albert estuviera listo, se haría oficial la muerte del viejo William.

Por defender a mi familia, soy capaz de cualquier cosa, le había dicho la tía abuela, solo espero nunca tengas que defender una mentira, para mantener a salvo a los que más quieres. Y ciertamente Candy apreciaba a Albert, así que por él, seguiría el juego que tiempo atrás había organizado la tía abuela.

Mientras una suave lluvia caía, aquel féretro vacío era enterrado. Y por fin William Albert Andrey, tomaba el papel que hacía mucho tiempo, se le había sido impuesto.

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Lo veía y no lo creía, leía y volvía a leer la misma nota. Ahí, en primera plana, había una foto de la mujer que le devolvió las ganas de vivir y al hombre que amaba: Candice Andrey, hija de uno de los hombres más ricos de América perteneciente a una de las familias más antiguas, William Andrey.

Y al lado de esa foto, había otra, del que se decía era su hermano, William Albert Andrey. El viejo multimillonario había muerto, dejando toda su fortuna en manos de sus dos hijos; había una reseña de lo que había hecho el señor Andrey, la fecha de la muerte de su primera esposa, al igual que la muerte de su hija Rose Mary, y el hijo de esta, Anthony. Había fotos de cada uno de ellos, sonrió para sí, al darse cuenta que después de todo, ella no era tan poca cosa como ella siempre creyó.

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Repentinamente, se mareó al leer aquella noticia, ¿Quién diría que un vagabundo, cuidador de un zoológico, era hijo de uno de los hombres más ricos? Se preguntó Terry, lo extraño de todo eso era que se referían a su pecosa como hija del difunto señor Andrey, en ningún momento se mencionaba que fuera adoptada.

Rió con ironía al pensar que seguramente la familia había omitido ese hecho a propósito seguramente para cuidar "el buen nombre" de la familia. Tal y como en el pasado lo había hecho su familia, pues ante la sociedad londinense, él era hijo de Marguerite duquesa de Norfolk(•). Cuidadosamente, recortó aquella foto, doblándola delicadamente y guardándola en su billetera.

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-Muy pronto será el cumpleaños de Candy ¿cierto chicas?-preguntó Alice una soleada tarde de mayo- ¿Creen que debamos organizar algo especial?

-Tal vez, si-respondió Annie, pues desde aquella supuesta muerte del señor Andrey, Candy cada vez estaba más ensimismada, prestándoles muy poca atención a todas.

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