Pasaron dos semanas. Entre hacer los preparativos de su fiesta de vino y queso y preocuparse por Jeongguk y Sunoo Kim, YoonGi perdió el peso suficiente para poder abrocharse el mini short hierba doncella que no había conseguido ponerse en todo el verano.
—Vaya a ponerse algo encima —le había gruñido el señor Bulnes la noche de la fiesta al bajar YoonGi por las escaleras con el short puesto, además de una ceñida camisa color marfil.
—A usted le pago por ayudar —replicó él—. No le está permitido criticar.
—Exhibiéndose como un buscónn... Maya, venga aquí y eche un vistazo a esto.
La señora Hawke asomó la cabeza por la puerta de la cocina.
—Está muy guapo, YoonGi. Howard, venga a ayudarme a abrir este bote de olivas. —La señora Hawke, desde que empezó a verse con el señor Bulnes., se había teñido el pelo del mismo rojo que el Pájaro Loco, que combinaba con las zapatillas carmín que llevaba esta noche con su mejor vestido negro de los domingos.
El señor Bulnes, como un pincel con su camisa blanca de manga larga, la siguió a la cocina. YoonGi se fue a su despacho, donde había convertido el escritorio en una mesa de bufé con el mantel de cuadros amarillo y azul de Nana y un magnífico centro de flores de jardín que había donado la señora Trümper. Pusieron el queso y la fruta en los encantadores platos de cerámica de los sesenta de Nana. El señor Bulnes se ofreció a atender a la puerta y servir el vino mientras la señora Hawke se encargaba de rellenar los platos. Fijándose en lo que compraba y recurriendo a la ayuda de sus jubilados, YoonGi se las había arreglado para ajustar la velada a un presupuesto. Y lo que era mejor aún, había reclutado dos clientes varones más a través de su nueva página web.Concentrarse en el trabajo no la había ayudado mucho a borrar las imágenes de Jeongguk en la cama con Sunoo, pero hizo lo que pudo. La noticia de que el presentador de la WGN y el más destacado representante deportivo de la ciudad se dejaban ver juntos había llegado últimamente a las tertulias radiofónicas, incluyendo el programa de máxima audiencia de la mañana, cuyos disc jockeys Eric y Kathy habían lanzado ya un concurso «para poner nombre al extraño hijo que tendrán».
Sonó el timbre de la puerta.
—Ya lo he oído —gruñó el señor Bulnes desde la cocina—. No estoy sordo.
—Recuerde lo que le he dicho de sonreír —le dijo YoonGi cuando pasó a su lado arrastrando los pies.
—No he podido volver a sonreír desde que perdí los dientes.
—Tiene usted la misma gracia que una caja de lavativas.—Un respeto, señorito.
YoonGi había estado muy preocupado con que la gente no se mezclara, y había pedido a ShuHua que le echara una mano. Su amiga fue la primera en llegar, seguida de Hoseok Jung y Jisoo Hong.
Al cabo de una hora, las pequeñas habitaciones del piso de abajo de YoonGi estaban a reventar. Cameron, el economista de la Universidad de Chicago, pasó mucho tiempo hablando con Bill, el ahijado de Sam Brunet.
Hoseok Jung, el tranquilo director de escuela primaria, y Klara, la vivaz arquitecta de Roscoe Village, parecía que congeniaban. Sus dos clientes más recientes, encontrados a través de la página web, se arremolinaban en torno al elegante Joshua. Desafortunadamente, Joshua parecía más interesado en Kevin Douma. Considerando que Joshua había estado casado con un hombre obsesionado con desinfectar los pomos de las puertas, YoonGi no creía que Kevin el Hipocondríaco fuera su mejor opción. Lo más interesante que deparó la noche, no obstante, resultó algo inesperado. Para sorpresa de YoonGi, Chenle Zhong se pegó a Janine nada más entrar, y ShuHua no hizo el menor esfuerzo por quitárselo de encima. YoonGi tenía que admitir que el nuevo corte de pelo de Chenle había obrado maravillas en él.
Para cuando se fue el último invitado, estaba exhausto pero satisfecho, sobre todo porque todo el mundo quiso saber la fecha de su siguiente fiesta, y había desaparecido un buen puñado de sus folletos. En resumen, Perfecto para Ti había disfrutado de una noche bastante triunfal.💍
Al entrar el cortejo de Jeongguk y Sunoo en su tercera semana, YoonGi dejó de escuchar los chismorreos de la radio. En lugar de eso, se dedicó a hacer el seguimiento de los contactos que sus clientes habían establecido en la fiesta, intentó disuadir a Joshua de verse con Kevin y firmó con otro cliente. Nunca había estado más ocupado. Sólo le faltaba ser más feliz.
Un martes por la noche, poco antes de las once, sonó el timbre de la puerta. Puso a un lado el libro que estaba leyendo, bajó y se encontró a Jeongguk plantado en su porche, con la ropa arrugada y el aspecto cansado de quien vuelve de viaje. Aunque habían hablado por teléfono, era la primera vez que le veía desde la noche en que conoció a Sunoo.
El repasó su camiseta ancha, sin mangas, de algodón blanco y sus pantalones de pijama azules estampados con copas rosas de martini que contenían pequeñas olivas verdes.
—¿Estabas durmiendo?
—Leyendo. ¿Ocurre algo?
—No. —Tras él, un taxi se alejaba del bordillo. Tenía enrojecido el contorno de los ojos, y una sombra de barba asomaba en su mentón de tipo duro, lo cual, a los ojos trastornados de YoonGi, no le hacía sino más toscamente atractivo.