Pequeñas mentiras parte 2

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Los días en el colegio pasaban volando, y más aún en compañía de todas sus amigas. Las reuniones que en ocasiones organizaban, eran las que más adoraba Candy, pues gracias a Alice, quien se había autodenominado experta en Terrence Grandchester, era que oía hablar de Terry, muchos la llamarían masoquista, pero era la única manera de saber que era de Terry.

Se hablaba de su excelente actuación cuando en pequeñas ocasiones, alternaba el papel de Lucencio, y corría el rumor de que posiblemente la temporada la terminarían en Pennsylvania.

-Así que posiblemente podremos ver a nuestro dios griego frente e frente!-decía emocionada Alice, mientras Candy palidecía solo de pensarlo-¿cierto Catherine?

-No te hagas ilusiones Alice-expresó la aludida-las ocasiones en que mi padre ha brindado cenas en honor de la compañía Strafford, Terry en pocas veces a asistido, y cuando lo hace es muy apático.

-No importa me arriesgaré-decía melodramáticamente Alice.

-No se preocupen que en cuanto se confirme ese rumor, serán las primeras en saberlo, y en estar invitadas a mi casa por supuesto.

La charla cambió drásticamente, mientras Annie y Patty observaban a Candy, la cual, repentinamente, se había quedado sin habla.

Ese día a petición de las alumnas, y ya que pronto serían las vacaciones de invierno, la directora las llevó en un paseo de cultura por el parque Farimount, las chicas se divirtieron paseando por el zoológico, mientras que a Candy, le traía viejos recuerdos, estas al ver el estado de Candy, decidieron dar una vuelta por el museo de arte, mientras Candy miraba distraída las madonas que se estaban exhibiendo, repentinamente Alhana alegó estar muriéndose de hambre, cuidándose de que la directora no las viera, corrieron por la calle en busca de un buen restaurante.

Todos los actores ya se habían retirado a sus habitaciones, solo quedaban en la mesa Karen, Terry y un par de actores. La plática giraba principalmente en el que se rumoraba, sería el próximo proyecto de la compañía, Terry los escuchaba distante, mientras miraba distraído por la ventana del restaurant.

Repentinamente, vió del otro lado de la calle a un grupo de chicas, que iban riendo y bromeando entre ellas, por el uniforme que llevaban, se veía que eran alumnas de un colegio privado, restándole importancia, le dio un sorbo a su café.

Risas estrepitosas, y comentarios bobos se escuchaban de ese grupo que para sorpresa del actor, había entrado en el lugar, en el San Pablo, la hermana Grey ya las habría retado, pensó melancólico Terry, mientras veía entrar a una rubia acompañada de una pelinegra y otra rubia de cabellos lacios, así que, en un intento de pasar desapercibido, se puso a leer el periódico, sin ver al resto de las chicas. Sin entender porque, su corazón comenzó a palpitar rápidamente, mientras escuchaba a las chicas sentarse una mesa delante de la de ellos. Su plática se escuchaba claramente hasta donde estaban ellos.

-Anda Catherine di que nos invitarás a la cena de mañana- suplicaba Alice-por favooorrrr....

-No es que no quiera pero es que entiendan que mi padre se ha puesto bastante irritable-respondía la rubia meneando la cabeza-pero les prometo hacer lo posible.

-Al menos dinos que conseguiste boletos para el teatro-decía Isabella.

Los actores que también podían escuchar claramente la plática, sonreían ante lo que decían aquellas chicas.

-mmm...déjenme pensar...-creo que lo mejor es esperar a que estemos todas.

-¡Qué mala eres!-dijeron las gemelas, mientras Annie y Patty reían.

-¡Candy! ¡Aquí estamos!-gritó eufórica Alice, mientras que Terry palidecía al escuchar ese nombre. Se asomó un poco a mirar de quien se trataba, y cuál sería su sorpresa al ver a la rubia que amaría hasta el fin de sus días. Ya no quedaba nada de aquella chiquilla revoltosa de la que se enamoró, ahora, tenía las curvas bien pronunciadas, augurio de que sería una despampanante dama, que seguramente haría suspirar a más de uno, y vaya que lo hizo, pues sus compañeros la miraban embobados.

Su andar era de pasos lentos pero firmes, el cabello antaño llevado en un par de coletas, ahora lo llevaba suelto, mientras llevaba un listón atado a modo de diadema, que hacia juego con su uniforme. Vio como con delicadeza, tomaba asiento, mientras examinaba la minuta y pedía bastantes platillos.

-¿De verdad piensas comerte todo eso Candy?-escuchaba Terry, que le preguntaba aquella rubia de ojos azules.

-Por supuesto Catherine, es que de verdad que muero de hambre-decía con dramatismo Candy. Terry se dio cuenta que, a pesar de platicar tranquilamente, su hablar era más modulado.

-Bueno chicas, ya que estamos todas aquí, le quiero decir que... ¡conseguí las entradas para que vayan al estreno!-dijo Catherine, provocando el júbilo entre sus amigas, a excepción de tres de ellas que solo sonreían para no desairarla-así que nada de negativas, Candice, Patricia y Annie.

Las tres chicas solo sonreían, sin decir nada. Así que mientras hablaban de vestidos y joyas que podrían llevar, no se percataron del caballero que prestaba atención a cada uno de los movimientos de cierta rubia.

-¿No le vas a hablar?-preguntó en un murmuro Karen, quien se había dado cuenta de la reacción de Terry, al ver a la que alguna vez fue su enfermera.

-¿De quién hablas Kleiss?-respondió .

-De Candy, obviamente-le respondió Karen, mientras Terry se preguntaba cómo era que Karen conocía a Candy-y no me mires de esa manera, que tú la conoces, así como ella a ti. Yo la iría a saludar, pero sinceramente, la compañía de esas escandalosas niñas mimadas, no me es grata en estos momentos. Con tu permiso.

Karen en compañía de sus compañeros, se levantó de la mesa, dejando a Terry solo. Terry grababa en su memoria, cada movimiento, cada palabra, y aunque en el exterior su amada pecosa era otra, podía ver en su actuar que seguía siendo la misma revoltosa de siempre.

-Y es que, no entiendo porque no quieren dar el voto a la mujer-decía Candy mientras engullía un bocado de pastel de chocolate-de no ser porque estoy aquí, en estos momentos iría a Washington. Después de todo, nuestra palabra es tan importante como la de un hombre ¿no?

-En eso tienes razón Candy-la secundó Alice-y a mí me parecen perfectas las clases de administración, porque eso de poner todo tu capital en las manos de tu marido, sin saber qué hará con ella, no, eso yo no lo permitiré, antes de que toque mi dinero, tendrá que consultarme en que lo invertirá, porque imagínense, que haga una mala inversión, y nos quedemos en la ruina, no eso sí que no.

-Hay chicas, no creo llegue el día en que el papel de la mujer vaya más allá que el estar en la casa-decía con pesar Isabella, la cual quería estudiar medicina, pero sus padres no la dejaban-así que mejor hay que resignarnos...

Terry se divertía ante la pasión con la que Candy defendía la emancipación femenina, repentinamente, al mirar el reloj, las chicas se apresuraron a pagar la cuenta. Terry vio como una a una iban saliendo, repentinamente, Candy se detuvo un instante frente a su mesa, podía oler la suave fragancia a rosas y vainilla que de ella emanaba, y justo cuando pensó que miraría en su dirección, Candy solo elevó los hombros, para salir disparada al encuentro de sus amigas.

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