A YoonGi le costó encontrar aparcamiento para Bower pero llegó con sólo dos minutos de retraso a la reunión que Jeongguk había programado, lo que no bastaba realmente para justificar la mirada de censura que le dirigió su malvado recepcionista. En la pantalla de televisión de la recepción estaba puesta la ESPN, al fondo sonaban los teléfonos, y uno de los becarios de Jeongguk luchaba por cambiar un cartucho de tinta de la impresora en el armario del equipo. La puerta del despacho de su izquierda, que estaba cerrada la primera vez que estuvo allí, se hallaba ahora abierta de par en par, y pudo ver a Capper con los pies encima del escritorio y un teléfono pegado a la oreja. Lo saludó al pasar. YoonGi abrió la puerta del despacho de Jeongguk y oyó una cavernosa voz femenina.
—... y soy muy optimista respecto a él. Es increíblemente guapo. —Jimin Yu estaba sentada en una de las dos sillas colocadas ante el escritorio de Jeongguk. En el mensaje de voz que le había dejado en el contestador no mencionaba que la reunión iba a ser a tres bandas.
Sólo con mirar a la Dama Dragón, YoonGi se sintió vestido sin pizca de gracia. Se suponía que la moda de verano era todo color, pero tal vez YoonGi se había pasado un poco con su blusa color melón, falda amarillo limón y los aparatosos pendientes con piedrecitas verde lima que había encontrado en TJ Maxx. Al menos, llevaba el pelo decente. Ahora que lo tenía un poco crecido, podía aplicarle tenacillas y peinarlo con los dedos hasta conseguir un aspecto alborotado e informal.
Jimin era pura elegancia fría, vestida de seda color peltre. En combinación con su pelo oscuro, el efecto era deslumbrante. Unos pendientes pequeños, rosa pétalo, añadían un toque sutil de color a su piel de porcelana, y un bolso de Kate Spade del mismo tono de rosa descansaba en el suelo a su lado. No había cometido el error de abusar del rosa con los zapatos, y llevaba elegantes chinelas negras.
Una de ellos, al menos, era negra.YoonGi se quedó mirando los pies de su rival. A primera vista, los dos zapatos parecían iguales. Los dos eran abiertos por la punta y de tacón bajo, pero uno era una chinela negra y el otro era azul marino. ¿Cómo era posible?
YoonGi miró a otro lado y guardó sus gafas de sol en el bolso.
—Lamento el retraso. A Bower no le gustaba ninguno de los sitios para aparcar que le enseñaba.
—Bower es el coche de YoonGi —explicó Jeongguk, levantándose tras el escritorio y señalando con un gesto la silla vacía junto a Jimin —. Tome asiento. Creo que no se conocían ustedes en persona.—En realidad, sí —repuso Jimin suavemente.
A través del largo ventanal de detrás del escritorio, YoonGi divisó un velero que surcaba el lago Michigan a lo lejos. Deseó encontrarse en él en aquel momento.
—Llevamos con esto desde la primavera —dijo Jeongguk—, y ahora empieza la temporada de fútbol. Creo que ambos saben que esperaba haber avanzado más.
—Lo entiendo. —La tranquila seguridad de Jimin desmentía a sus zapatos disparejos—. Todos esperábamos que esto resultara más fácil. Pero es usted un hombre muy selectivo, y merece un hombre extraordinario.
«Pelota», pensó YoonGi. Sin embargo, por lo que a Jeongguk se refería, tampoco ella merecía matrícula en profesionalidad, y seguir el ejemplo de Jimin no era lo peor que podía hacer.
Jimin giró un poco sobre su silla, exponiendo su cara a una luz más violenta. No era tan joven como le había parecido a YoonGi cuando se conocieron, y el maquillaje que se había aplicado con mano experta no llegaba a camuflar los círculos oscuros debajo de sus ojos. ¿Demasiada vida nocturna? ¿O algo más serio?
Jeongguk se sentó sobre la esquina de su escritorio.
—Jimin, usted me encontró a Sunoo Kim y, aunque aquello no llegara a nada, iba bien encaminada. Pero también me ha enviado a demasiados candidatos sin ninguna posibilidad.
Jimin no cometió el error de ponerse a la defensiva.
—Tiene razón. Debí eliminar a más, pero todos los hombres que elegí eran especiales a su manera, y no me gusta suplantar el juicio de mis clientes más exigentes. Seré más cuidadosa de ahora en adelante.
La Dama Dragón era buena. YoonGi tenía que reconocerle eso, como mínimo.
Jeongguk dirigió su atención a YoonGi. Nadie se hubiera imaginado que dos noches antes se había quedado dormido en su dormitorio del ático, o que una vez, en una bonita cabaña a la orilla del lago Michigan, habían hecho el amor.
—YoonGi, usted ha hecho mejor trabajo filtrando a los candidatos, y me ha presentado a muchos pasables, pero a ningún ganador.