Capítulo 21

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Desde el día en que había entrado en el despacho de Jeongguk la vida de YoonGi se había convertido en una noria girando a triple velocidad. Ascendía hasta la cumbre, permanecía allí durante unos segundos de inmensa felicidad, y a continuación se precipitaba a lo más bajo en un descenso que le revolvía las tripas. Mientras se preparaba para su fiesta de cumpleaños, se congratuló por haber despedido a Jeongguk. Estaba loco. Y, lo que era peor, lo había vuelto loco a él. Aquella noche, al menos, no iba a tener tiempo de pensar en él. Dedicaría sus esfuerzos a asegurarse de que su familia lo veía como lo que era, no ya una fracasado, sino un empresario a las puertas del éxito con treinta y dos años recién cumplidos, que no necesitaba la compasión ni el consejo de nadie. Puede que Perfecto para Ti no fuese candidato a figurar en la lista de las quinientas mayores fortunas, pero como mínimo empezaba a generar beneficios.

Volvió a ponerle la tapa al tubo de brillo labial, salió del baño y cruzó el  distribuidor para ir ante el espejo de cuerpo entero del dormitorio de Nana. Le gustó lo que vio. Su traje de cóctel, de línea trapecio con manga larga, había sido un derroche, pero no lamentaba haberse dejado el dinero. El favorecedor escote, por debajo de los hombros, confería longitud y gracia a su cuello, además de un efecto dramático a su cara y su pelo. Podía haber elegido el traje en negro, apostando sobre seguro con un criterio más conservador, pero se había decidido por un color melocotón. Le encantaba la dramática posición del suave tono pastel con su pelo rojo, que, para variar, no le estaba dando ningún problema y flotaba en torno a su rostro, bellamente alborotado, dejando ver a intervalos un delicado par de pendientes de oro como de encaje. Sus zapatos con un pequeño taco alto color crema le aportaban unos centímetros de más, pero no la estatura que le daría el hombre de cuyo brazo iría.

—¿Vas a venir con un novio? —El asombro de Seulgi por la mañana, cuando desayunaron con sus padres en su hotel, aún chirriaba pero YoonGi se había mordido la lengua. Aunque la relativa juventud de Andreas pudiera pesar en contra de él, los Min eran fanáticos del fútbol americano. Toda la familia, a excepción de Ju, seguía a los Stars desde hacía años, y él confiaba en que el estatus de Andreas compensaría su juventud y sus pendientes de diamante.

Echó un último vistazo a su reflejo. Ju llevaría un vestido de Max Mara, pero ¿qué más daba? Su cuñada era una trepa insegura y antipática. YoonGi hubiera preferido que Yong trajera a Grigoriy, pero habían dejado a su sobrino en casa, en California, con una niñera. YoonGi echó una ojeada a su reloj de pulsera. Faltaban aún veinte minutos para que su acompañante de lujo pasara a recogerlo. Para que Andreas se prestara a aquello, había tenido que prometerle que quedaría permanentemente a su disposición durante el resto de su vida, pero valdría la pena.

De camino al piso de abajo, tomó conciencia, con cierto disgusto, de que había algo patético en que un hombre de treinta y dos años estuviera todavía tratando de ganarse la aprobación de su familia. Tal vez hubiera superado aquello para cuando cumpliera los cuarenta. O tal vez no. Pero debía afrontar la verdad: tenía buenas razones para inquietarse. La última vez que había estado con su familia, le habían escenificado una intervención en toda regla.

«Tienes un potencial tan grande, cariño...», había dicho Seulgi tomando el ponche de Nochebuena en la terraza de su casa de Naples. «Te queremos demasiado para mantenernos al margen mientras te vemos desperdiciarlo.»

«Está bien estar colgado con veintiún años —había añadido Yong —. Pero si no te has puesto en serio con una profesión a los treinta, empiezas a parecer un perdedor.»

«Yong tiene razón —dijo el doctor JiHoon—. Nosotros no podemos estar siempre pendientes de ti. Tienes que poner algo de tu parte.»

«Al menos, podías pensar en cómo afecta tu estilo de vida al resto de la familia.» Ése había sido el comentario de Ju, después de dar cuenta de su cuarto vaso de ponche.

Hasta su padre se había sumado al coro: «Da clases de golf. No hay lugar mejor para hacer los contactos adecuados.»

La «fiesta» de esa noche iba a celebrarse en el aburrido club Mayfair, donde Seulgi había reservado un salón privado. YoonGi había pretendido invitar al club de lectura en pleno para estar más protegido, pero Seulgi insistió en que fuera «sólo para la familia». La última novia de JiHoon y el misterioso acompañante de YoonGi eran las únicas excepciones.

YoonGi comprobó la temperatura exterior. Hacía fresco, Halloween estaba próximo, pero el frío no era tanto como para arruinar su atuendo con una de sus chaquetas gastadas. Volvió al interior de la casa y empezó a dar vueltas. Quince minutos aún para que Andreas pasara a recogerlo. Hoy su familia vería sin duda que no era un fracasado. Tenía buen aspecto, lo acompañaría un novio de pega que era un bombón, y Perfecto para Ti empezaba a despegar. Si no fuera por Jeongguk...

Había estado haciendo grandes esfuerzos por no darle vueltas a su infelicidad. No quiso hablar con él desde la fiesta del fin de semana anterior, y, hasta el momento, él acataba su petición de que lo dejara en paz. Incluso resistió la tentación de llamarle para agradecerle las cajas de delicatessen y licores caros que le había hecho llegar para reabastecer su despensa. El motivo por el que había incluido una solitaria violeta africana seguía siendo un misterio.

J M, HS D K [ggukgi]Where stories live. Discover now