7 Diva emocional

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Geralt Goldman estaba afuera de la oficina de Hayter, sentado en la salita de espera que estaba frente al mostrador de Daiana, la bonita secretaria; mientras revisaba su celular. Él no se veía muy mayor aunque todo su cabello fuese gris, le ponía unos casi cincuenta años, o cuarenta y tantos. Podría ser mi padre, aunque mi padre seguro era menor que él. Alek y yo nos acercamos hasta donde estaba y él se puso de pie, haciendo ademanes con la mano para que camináramos. El reloj que lucía en la muñeca se veía muy caro y elegante.

—Alekséi Bennett, ¿eres de Rusia?

—No, señor. Mi madre lo es. Mi padre es de aquí.

—Vaya mezcla —comentó con una sonrisa—. Y Nykolas Hedderich, tú sí eres de aquí.

—Sí, señor.

—Bien. Bueno, quería comentarles que si está en sus posibilidades comenzar la guardia esta tarde, estaría muy conforme. Mis hijas son... Son muy buenas —mencionó, sentí dudas de su palabra—, pero también curiosas. Y me es difícil trabajar en la oficina con la mente en casa.

Habíamos llegado al área de ascensores, Alek marcó la flecha de bajar y se iluminó el panel.

—Al menos, creo que un par de horas estarían bien para ir a casa y guardar algunos insumos personales... Ya que estaremos en su casa al menos dos semanas...

—Claro. Por cierto... Crearé un grupo de chat para cualquier novedad que se presente... Añadiré a mi esposa también. Me disculpan, lo haré ahora mismo o no tendré oportunidad —dijo. Sacó su celular y tecleó varias veces, no tardaron en escucharse un par de notificaciones en mi celular y en el de Alek.

«No le teme a la nueva era... No es tan viejo».

Chequeé mi celular y en efecto, había sido incluido en un grupo de chat.

—Por cierto, me gustaría un informe o resumen diario, que describa si por algún motivo ocurrió algo fuera de lugar... Como que alguna de las chicas intentó escapar y cómo lo intentó. O cualquier otra acción que deba suponer una preocupación.

—Claro, tiene razón en solicitarlo —respondió Alek.

El ascensor llegó y abrió sus puertas, ingresamos los tres y el señor Goldman siguió hablando de sus hijas. Nos pasó por el chat la dirección de su casa y nos pidió que estuviésemos allí a eso de las cinco de la tarde.

«Esto es medio insano».

Al salir del edificio, el trajeado de cabello gris se subió a su automóvil, un carro que si bien tenía varios años, era un modelo de lujo. No sabía mucho de autos, pero el emblema de estrella de tres puntas dentro de un círculo era de Mercedes-Benz. El señor tenía dinero...

«Se me hace conocido ese apellido».

Alek y yo subimos a la Suzuki y lo llevé a su casa. No tardé en llegar a la mía y me sentí un poco perdido al entrar a la sala. Estaba feliz, pero tenía un raro amargor en la boca. Subí a la recámara y armé, no una mochila, sino una maleta con gran cantidad de camisas y suéteres formales.

—Quizá la sensación de malestar es porque no le he contado a Celeste. Bueno, creo seguirá así porque no pienso buscarla —dije, pasando el cierre a la maleta.

Saqué un cigarrillo de la gaveta de la mesa de noche y lo encendí. Le di una calada profunda y me senté en la cama. El humo salía como si yo fuese un volcán. Dejé caer la ceniza al suelo. El cigarro se hizo pequeño en mis dedos y lo apague contra la suela de mi zapato. Saqué otro y lo encendí enseguida. Extrañaba este vicio. Fumé otro poco y dejé salir el humo por la nariz.

—También extraño a María. Pero en otro momento...

Me levanté y fui al baño, lancé el cigarro al váter y miccioné. Me saqué toda la ropa y me di una ducha rápida. Fuese cual fuese el raro sentimentalismo, se lo llevaría el agua. Me sequé un poco y bajé a la cocina, debía comer algo antes de irme... Pero como no tenía nada que comer, pues, tendría que ir a la tienda

¿Doble Realidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora