Pippi levantó la grabadora a la altura de sus labios y gritó:
—¡Probando! ¡Probando! ¡Probando!
—Funciona —exclamó Jeongguk desde el sofá situado en el extremo opuesto de la sala de audiovisuales—. ¿Crees que podrías hablar un poco más bajo?
—Me llamo Jihyo Margaret Kim —susurró ella. Luego volvió a su volumen habitual—. Tengo cinco años, y vivo en el hotel Plaza. —Miró de soslayo a Jeongguk, pero él había visto la película Eloise con la pequeña y se limitó a sonreír—. Esto es la grabadora de Jeongguk, que dice que tengo que devolvérsela.
—Y tanto que sí. —Se suponía que Pip debía estar viendo el partido de los Sox con él mientras el club de lectura estaba reunido en el piso de arriba, pero se había aburrido.
—Prince todavía está enfadado por todos los teléfonos que me quedé cuando sólo tenía tres años —dijo a la grabadora—. Pero sólo era un bebé, y mamá los encontró casi todos y se los devolvió.
—No todos.
—¡Porque no me acuerdo de dónde los guardé! —exclamó ella, fulminándole con su mirada de diminuta quarterback—. Te lo he dicho como un millón de veces. —Pasando de él, volvió a concentrarse en lo que estaba haciendo—. Éstas son las cosas que me gustan. Me gustan papá y mamá y Geto y la tía Margaret y el tío Domi y mis primos y Príncipe cuando no habla de teléfonos y Belle y todas las del club de lectura excepto Jimin, porque no me dejó ir delante tirando las flores cuando se casó con Capper porque se zurraron en Las Vegas.
Jeongguk se echó a reír.
—Se «fugaron» a Las Vegas.
—Se fugaron —repitió—. Y Belle no quería que Jimin fuera del club de lectura, pero la tía Margaret ensistió porque decía que Jimin necesitaba... —No se acordaba, y miró a Jeongguk en busca de ayuda.
—Amistades femeninas no competitivas —dijo él, con una sonrisa—. Y la tía Margaret tenía razón, como de costumbre. Que es por lo que yo, en mi brillantez, convencí a la tía Margaret para que se hiciera mentora de Jimin.
Pippi asintió y siguió largando.
—A Príncipe le gusta Jimin. Jimin antes era casamentera, pero ahora trabaja para él, y Príncipe dice que es la mejor representante deportiva que ha visto en su buñetera vida, y que gracias a ella su nueva divizión de deportes de chicas se hace más grande cada día.
—Es la tercera mejor representante deportiva —dijo él—, detrás de Capper y de mí. Y no digas «puñetera».
Ella se hundió más en el gran sillón reclinable, cruzando los tobillos igual que él.
—Príncipe pagó un montón de dinero a Jimin por el regalo de boda de Belle. Mami dijo que era un regalo estúpido, pero Belle dijo que Príncipe no podía haberle dado nada que le hiciera más ilusión, y ahora Jimin da consejos a Belle sobre cómo ser casamentero. —Se estrujó la frente—. ¿Qué era esa cosa que le diste de regalo de boda?
—La base de datos de la antigua empresa de Jimin.
—Le tenías que haber regalado un perrito.
Jeongguk se rió, y luego puso cara de pocos amigos al televisor.
—¡No intentes ir a por todas, idiota!
—No me gustan los Sox—dijo Pippi enfáticamente—. Pero me gustan el doctor JiHoon y Grigoriy porque me dejaron ir delante de ellos tirando las flores en su boda, y la mamá de Belle lloró y dijo que Belle es el mejor casamentero del mundo. Y me gusta Jennifer porque me cuenta cuentos y sabe maquillar. Jennifer ahora es del club de lectura. Belle le dijo a tía Margaret que si dejaban entrar a Jimin, también tenían que admitir a Jennifer, porque Jennifer necesitaba amigas lo mismo que Jimin, y luego Belle dijo que era demasiado feliz para guardar viejos restemores.