Capítulo 5

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Visitar las escenas de los asesinatos fue lo siguiente.

Pete llegó poco minutos antes que los demás, bajando del auto con el presentimiento de que el repentino cambio de clima de esa mañana, pasando de un día soleado a una extraña tempestad de nubes grisáceas, no podía ser un buen augurio.

Dio un último sorbo de café y emprendió camino a un edificio abandonado a las afueras de la ciudad; una construcción de concreto con cuatro pisos que podría describirse como el refugio perfecto para malvivientes. La zona se encontraba acordonada y era vigilada por oficiales locales, pero eso no daba una seguridad absoluta contra la posibilidad de que alguien lograra escabullirse, así que tenía que conducirse con cuidado.

Se acercó a una de las supuestas entradas, pero la realidad era que cualquiera que se lo propusiera podría entrar por las construcciones a medio terminar de los ventanales del primer piso o las puertas a medio arrancar. El interior era tal y como lo recordaba durante su primera visita: albergado de basura y mueblería vieja. Los grafitis destacaban en las paredes, y no era extraño toparse con colillas de cigarros y botellas de vidrio rotas. El olor daba poco que desear y el ambiente, sobre todo lo demás, era perturbador y pesado.

Se encaminó dos pisos más arriba, donde destacaba una apertura que Pete dedujo como otro ventanal sin concluir. No era difícil suponer que, por un descuido inocente o empujón malicioso, alguien pudiera caer fuera. Sobre todo cuando consideraba que la tercera víctima había sido arrojada por esa misma abertura.

El Omega siguió los rastros de sangre ya seca de un cuerpo que fue arrastrado, llegando hasta el límite de dicho ventanal. Se asomó un poco para observar la zona baja...

—No debería acercarse tanto, Dtve. —La voz de Vegas sonó detrás de él, acercándose lentamente—. Que podría ocurrir un accidente.

Pete volteó a la brevedad, notando el efímero olor a hierbas posicionándose junto a sí. Por primera vez, el hecho de encontrar calma en las feromonas del Alfa no le molestó demasiado, el ambiente en aquel lugar era demasiado, incluso para él.

La mirada del Omega descendió hasta las manos esposadas del otro.

—¿Piensas empujarme o algo parecido? —Le preguntó—. Porque dudo que puedas hacer mucho con las manos así.

El Alfa no tardó en dedicarle una mala cara que lo sorprendió. Esperaba recibir alguna respuesta prepotente, sarcástica o soberbia por parte de Vegas porque ya no sabía con que otras palabras describir su personalidad desde que lo sacaron de prisión; sin embargo, lo que salió de su boca fue un:

—Quizás no lo he dejado muy en claro, Dtve —inmediatamente, Vegas colocó los hombros en una postura inflexible y rígida, apretando la mandíbula que le temblaba ligeramente antes de continuar con un poco más de brusquedad a la que el Omega alguna vez recordó escuchar en su voz—. Puede que sea un monstruo, el más vil que haya conocido —el Omega nunca creyó que sus propias palabras chocarían en su contra—. Pero debe entender que nunca, nunca —hizo énfasis en aquella palabra—. Lo lastimaría. A usted y a...

Vegas no terminó aquella frase, algo en la expresión de Pete no se lo permitió.
Solo se limitó a relajar su postura conforme rompía el contacto visual, su perfil luciendo distante y pensativo.

—... Quizás no me crea —dijo tras dudar un poco, como si no estuviese muy seguro de que sus próximas palabras fuesen lo que el Omega desearía o le importaría escuchar. Probamente no lo eran. Seguramente no lo eran. Sin embargo, eran la verdad por la que vivía el Alfa—. Pero estoy dispuesto a morir por usted, Dtve.

El Omega se sorprendió a sí mismo con un respingo tras escucharlo. No sabía que esperar de Vegas; realmente no quería esperar nada de él. Cero expectativas equivalían a cero ilusiones destrozadas, pero esa declaración fue tan fuerte que lo sobresaltó más de lo que le hubiese gustado admitir o notar.

El Encanto de la Bestia [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora