-Bi, ¿y a tus padres no les importa verme? -El aludido miró por detrás de su hombro, a Tom, que echaba el humo de su cigarrillo por la nariz. Su cabello recogido en una media cola desprolija y su chaqueta de mezclilla. Sonrió ante la imagen y el corazón se le hacía pequeñito de emoción. Alargó la mano y pasó por alto el tiempo en que Tom titubeó para tomársela también, entonces lo acercó a su cuerpo y con su mano libre acunó su rostro, pasando las pupilas por sus labios.
-A ellos les gusta verme feliz, y contigo lo soy.
Tom sonrió de lado, y aunque su semblante apenas cambió, en el interior había tocado un lugar que empezó a impregnar todo su cuerpo de emociones que hacía años no sentía. Había sido sólo un niño cuando las cosas en casa le impulsaron a ser de cierta manera, y ahora que pensaba, había dejado todo eso atrás, creía que haber rehabilitado su mente traía consigo secuelas y consecuencias, de rechazar o simplemente no merecer que hubiera gente que viera en él algo diferente. Ese pasado lo guardaba bajo llave, aunque sabía que el pueblo no tenía amnesia; que nunca olvidaría el daño que había hecho por puro placer y el poco miedo que había tenido de linchamientos que, por ser prácticamente un niño, nunca habían llegado a materializarse.
Si algo le sorprendía, era que Bill nunca había preguntado ni juzgado ese pasado. Parecía que ni siquiera lo conocía, y eso le hacía estar mucho más alerta, porque todo podía ser real o todo también podía ser algún tipo de complot en el que lo amarrarían con amor y terminaría de rodillas sangrantes suplicando el perdón a cada persona que hirió a gravedad o hasta a muerte.
La casa de Bill era pequeña y sólo entrar, el olor a comida le abrió el apetito. Un hombre frente a una portátil hablaba a gritos con, seguramente, la mujer que estaba en la cocina. Se sacó los anteojos al advertir la presencias de ambos; una sonrisilla de bienvenida se dibujó y desdibujó en su rostro rápidamente, aunque posterior a esto, volvió a aparecer en sus labios con un poco menos de honestidad.
Se levantó de la silla y se acercó para saludar.
-Mira, pa', él es Tom, un amigo. -El hombre miró ambas manos entrelazadas, acto que hizo a Bill dar un bote al no ser consciente de ello. Se pasó la mano por la nuca y sonrió, nervioso. El hombre no lo pasó por alto y se puso a analizar el rostro del otro. Su cabello despeinado, el olor a cigarrillo. La impresión incómoda de sus ojos avellana y las cejas tupidas.
No le sorprendía en absoluto que fuera precisamente su hijo el que estuviera teniendo una aventura amorosa con específicamente ese hombre. Tom. Tollwut. Los adultos en ese tiempo habían temido por la vida de sus hijos, los que rondaban su edad y los más pequeños. Tom se había codeado con gente peligrosa, y no importaba que tuviera un rostro casi angelical, las manos ya las tenía manchadas con sangre de gente inocente. Esa era la forma en la que actuaba: se buscaba a los hombres más dóciles y vulnerables; los enamoraba, los ponía bajo el pulgar y apretaba, y apretaba, hasta que el último aliento saliera de sus pulmones.
Bill era carnaza perfecta; no importaba lo mucho que siempre fingía ser líder e independiente. La superficie no era lo suficientemente gruesa para impedir que se viera el interior frágil y submisivo.
-Mucho gusto, señor. -Ni siquiera le ofreció la mano. El padre de Bill tampoco lo hizo, algo que hizo al menor ponerse un poco más nervioso, porque había sabido leer a la perfección los gestos de su padre.
-Se queda a comer hoy, ¿está bien?
-Claro que sí, Bi. -Le acarició el rostro, antes de irse de vuelta a su silla a trabajar.
Si Tom creía que eso ya había sido lo suficientemente incómodo, lo fue aún más cuando sus hermanos bajaron e ignoraron por completo su presencia, o al menos lo fingían, al recibir miradas confusas y de poca amabilidad de vez en cuando. Parecía que todos allí le conocían y no le parecía extraño en absoluto, sin embargo, lo incomodaba porque, como siempre, su personalidad siempre era minimizada por los hechos de su pasado. Apenas comió, sintiendo asco de estar allí, y Bill fue contagiado por la sensación al no entender qué pasaba con su familia para tener que ser así de groseros.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.