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Sabía que no tenía que hacerlo. Que no era una buena idea y que así solo conseguiría hacerme más daño.

Pero no podía aguantar más.

Lancé una mirada al rostro dormido de Kaiden, con las facciones relajadas y los ojos cerrados; parecía mucho más jóven.

Entré en el buscador de mi móvil y tecleé.

Gala de nochevieja Raid.

Se llenó de resultados en menos de un segundo. Ya había llegado demasiado lejos como para no leerlos. Además, no podía dejar de pensar en ello, lo cual tampoco era tan diferente a buscarlo. Quedaban tres días para Navidad, poco más de una semana para la gala. Y yo seguía desaparecida. ¿Sean acudiría? Si era un poco listo, apuesto a que no, los medios irían a por él en cuanto se dieran cuenta de que no iba a aparecer. Estaría en el punto de mira de todos. Después la prensa se pelearía por encontrarme; el primero en conseguirlo se llevaría la exclusiva del año.

Tendrían que inventarse una muy buena excusa para taparlo todo y aún y todo no sería suficiente.

El silencio de Samantha Raid, meses desde su último post.

¿Acudirá Samantha Raid a la gala de nochevieja de sus padres?

¿Samantha Raid desaparecida?

Todos los secretos de la familia Raid: la verdad a la luz por Navidad.

Jocelyn Raid afirma la asistencia de su hija a la gala.

Mi madre... ¿había mentido? Le había contado a la prensa que asistiría, cuando las dos sabíamos que no tenía ninguna intención de hacerlo.

Estaba intentando salvarlo. Pero las dos sabíamos que eso era imposible.

Asustada, apagué el móvil y lo devolví a la mesilla. Kaiden se removió a mi lado, deslizó una mano por mi cintura y pegó su cuerpo al mío. Tenía que olvidarme de todo lo que había leído.

***

Pasé el resto del día como un fantasma, por suerte Kaiden no llegó a darse cuenta, porque pasó casi todo el día fuera.

Yo no podía dejar de pensar en mi madre. Debía de tener algo pensado; un último as bajo la manga.

No había nada que escapara de Jocelyn Raid. Ni siquiera yo.

Tenía que haber algo que se me hubiera escapado.

Entonces pasó.

Un vídeo. El primer plano era mi madre. Aunque ni siquiera parecía ella; con menos maquillaje, su habitual moño tenso ahora estaba desordenado. No era una coincidencia; Jocelyn siempre sabía lo que debía hacer. Le di al play sin pensarlo mucho.

—¿Qué puede decirnos sobre su hija? ¿Realmente está desaparecida? ¿Qué le ha ocurrido?

Era una entrevista. Tardó unos segundos más de la cuenta en responder.

—Samantha... Sammy está bien... al menos eso espero...

Nunca. Jamás me había llamado Sammy. Igual que nunca la había escuchado hablar en ese tono de voz; roto y áspero, casi lastimero, al borde del llanto. El entrevistador le extendió unos pañuelos.

—¿Espera? ¿No lo sabe?

Negó y agachó la cabeza, clavando la vista al suelo. Una mujer cansada, rendida.

—No... no lo sé.

—¿Puede explicarse?

—Sammy y yo discutimos, fue por una tontería. Ni siquiera recuerdo porqué... ella se enfadó, yo me enfadé... Dije cosas que no debí —Levantó la mirada y clavó los ojos en el entrevistador— y me arrepiento de ellas cada día que mi hija pasa lejos de casa. No sé dónde está. Y rezo cada noche porque esté bien.

—¿Significa eso que no asistirá a la gala que organizan cada nochevieja?

—Como ya... ya he dicho antes... —hizo una pausa, pestañeando para contener las lágrimas— confío en que mi querida Sammy vuelva a casa. Una madre siempre espera ver a su hija por Navidad.

—Dígame, señora Raid. Si supiera que su hija está viéndonos ahora mismo, ¿qué le diría?

Esta vez miró directamente a la cámara.

Me hablaba a mí. Directamente a mí.

—Hola, Sammy. Yo... espero que estés bien. Siento mucho haber discutido contigo, lo sentiré cada día de mi vida. Igual que echo de menos verte cada día en casa. Sé que tenías... tenías motivos para marcharte. Pero por favor —la voz empezó a titubearle— de-deja de castigarme sin ti —empezó a llorar. Era la primera vez que veía a mi madre así—. Vuelve a casa. Te quiero, Sammy.

El video se cortaba ahí. Suficiente para hacer que mi corazón se detuviera por unos segundos. Era la primera vez que alguien me decía que me quería.

La primera vez que mi madre parecía preocupada por mí y rogaba porque volviera a casa.

Sabía que era mentira, el último movimiento que había estado esperando, para todos, ella ahora era una víctima y yo un verdugo. ¿Pero y si estaba equivocada? Igual todo este tiempo fuera la había hecho entrar en razón. Igual eran lágrimas reales.

Un te quiero real.

Lo que llevaba esperando toda mi vida.

Y yo iba a arruinar su reputación. ¿Por qué? Yo había ganado, ¿no? Había demostrado que podía apañármelas sola sin ellos. Y se había disculpado, había abierto los ojos respecto a Sean. Si volvía él ya no sería un problema, tenían los recursos suficientes para que no volviera a acercarse a mí jamás.

Igual volver ya no era una idea tan descabellada.

Apagué el móvil y lo dejé a un lado cuando escuché el timbre de la puerta. Me levanté a abrirla, con Elvis siguiéndome. En cuanto me vio, enganchó uno de sus brazos a mi cintura y me elevó unos centímetros del suelo, dando una vuelta.

—Una productora está muy interesada en hacerme un contrato. ¡Uno de los grandes! ¡He traído donuts rellenos de fresa y chocolate para celebrarlo!

Me sujeté a su cuello para no caer. Dios, estaba loco, íbamos a terminar los dos en el suelo.

Sin darse cuenta disipó de mi mente la idea de volver a casa. No cambiaría por nada esto.

—¿Uno de los grandes?

—¡Si, Sam! ¡De los que valen la pena! ¡Las musas están de mi parte!

¿Tenía alguna idea de lo que significaba un contrato grande para un compositor? No. Pero hacía tiempo que la felicidad de Kaiden había empezado a formar parte de la mía. Siguió dando vueltas conmigo hasta que ambos empezamos a marearnos en el rellano.

—Creo que es hora de bajarme. Las cosas están empezando a dar vueltas también.

Solo se detuvo, pero no me bajó. Caminó conmigo dentro de la casa y cerró la puerta con el pie. El muy idiota me tiró en el sofá como si fuera un saco de patatas.

—¡Kaiden! —me quejé.

—¿Qué? Podría haberme tirado encima de ti.

Ya no importaba el video, ni lo que mi madre hubiera dicho en él. No importaba nada más que Kaiden mirándome con sus ojos bicolores y los donuts en la mano, sonriendo con sinceridad. Haciéndome sonreír a mí. Además, ya sabía qué iba a regalarle por Navidad.

Y mientras tuviera esto, el resto de cosas no valían la pena.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora