Acto II

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– Hola, me gustaría comprar un ramo de girasoles.– Pide Alhacén al dependiente de mechas verde neón.

– Muy bien, ¿algo más?– Pregunta; Alhacén se percata del nombre en su tarjeta: Tignari.

– Si, también me gustaría contratar su servicio a domicilio.– Dice, tratando de no reírse.

– Vale, si me pudiese proporcionar una dirección a donde entregarlo, llegaría sobre veinte minutos.

– Si, apunte.– Accede Alhacén, para después dictar la dirección de su apartamento conjunto.– Además de eso, ¿podría poner esta tarjeta dentro?

– Por supuesto.

(...)

–"-Arcanum tuum admirator"– Lee Kaveh, recogiendo las flores de la puerta en cuanto llega a casa.

En cuanto cierra la puerta, ve al otro leyendo sentado en el sofá de la sala de estar, como siempre.

– Alhacén, ¿viste quién trajo esto?– Pregunta Kaveh.

– No.– Responde este, interesado en la reacción del otro.

– Uff, no entiendo esta nota. Parece que está en otro idioma.– Dice el rubio, examinándola de cerca.

Alhacén levanta la vista del libro, sólo por si las moscas.

– ¿Tú no eras de Haravatat?– Pregunta Kaveh.– Podrías echarme una mano en esto.– Dice, obstinado, acompañando su argumento con un gesto.

– Que sea del Darshan de las lenguas no quiere decir que las conozca todas; tampoco que quiera ayudarte.– Responde.

Aún así se acerca, sólo para aparentar que encuentra un mínimo de interés en la nota que escribió él mismo.

– Humm, esto está en latín.– Concluye, y le devuelve la nota a su compañero.

Un silencio.

– ¿Tienes algún compañero payasito en tu Darshan que haga estas cosas, de casualidad?– Pregunta Kaveh.

Uf, bala esquivada.

– Pues la verdad es que no lo sé. No soy muy sociable, como ya sabes.– Replica Alhacén.– Puedes intentar preguntarle a Faruzán, ella conoce a todo el mundo.

– Hm, tienes razón, igual podría ir a hablar con ella mañana.– Suspira este.

Después de aquella charla, Kaveh hizo algo de sopa -bof.- para cenar.

No es que estuviese mala ni nada, de hecho estaba bastante buena, es solo que era muy poco práctica mientras leía algunos documentos.

Hmm.

¿Kaveh se daría cuenta algún día?

(...)

Al día siguiente, Kaveh discute con Alhacén debido a que llegan tarde, a pesar de que el de cabellos plateados ya estaba preparado para salir desde hacía ya un rato.

– De hecho, yo llevo esperándote desde las ocho y media. El hecho de que todavía no estés listo a las nueve y cuarto solo demuestra que tu manejo del tiempo es bastante pobre.– Suelta este, apoyado en el marco de la puerta con una pose cerrada.

– ¿Pero por qué no me despertaste si sabías que hoy tenía que hablar con Faruzán?– Pregunta Kaveh, exasperado.

– Porque, para empezar, no tengo por qué estar pendiente de tus planes. Además, seguramente esto hará que tengas más cuidado en el futuro.– Razona Alhacén con una mueca en su rostro, esperando la reacción del otro.

Al ver la ira en el otro, se da la vuelta, abriendo la puerta.

– Ah, y que sepas que he notificado a Faruzán de un cambio en la hora, tendrás que hablar con ella después de comer. De nada.

Luego Alhacén se marcha, dejando a un Kaveh incrédulo.

– ... Me he levantado dos horas antes para nada. ¡Ese hijo de...!

(...)

Momentos más tarde, Kaveh se presenta en el despacho de la Sra. Faruzán.

– Oh, hola Kaveh, por favor toma asiento.– Dice esta, ofreciéndole una silla.

– Gracias.– Responde este, aceptando la invitación.

El despacho de Faruzán tenía ya sus años; se notaba en el olor, la madera oscura del mobiliario, las paredes ligeramente anticuadas y, sobre todo, por la propia presencia de Faruzán que era una eminencia desde hace más de un siglo.

Sin embargo, el diseño podía haber sido peor. O al menos, así lo piensa Kaveh, que todavía le da vueltas a cómo va a soltarle la bomba a Faruzán.

– Tengo motivos para pensar que esto– Le da la carta– es de algún alumno en su Darshan.– Dice este, mientras espera a que ella lo lea.

Tras unos instantes, ella asiente.

– Probablemente sea de los nuestros, como tu dices, pero incluso así no veo el problema en tener un "admirador secreto", D. Kaveh.– Responde, sonriente.

– Pues en realidad estaba pensando en que en el futuro pueda ayudarme a hallar la identidad de este... "admirador secreto".– Kaveh cambia su forma de sentarse a una postura más relajada pero interesada al mismo tiempo, ligeramente hacia adelante; como si quisiera posarse en el escritorio ajeno.

Faruzán lo piensa mientras examina la letra.

– Lo más extraño es que no soy capaz de reconocer esta letra, pero a juzgar por el vocabulario y la estructura gramatical simple, probablemente sea de alguien de primer año. Eso o probablemente no tenía más que decir.– Resuelve esta, un tanto decepcionada.– Sin embargo, si lo encuentras, házmelo saber.

El rubio asiente, ligeramente esperanzado, para después salir por donde le fue indicado.

Una vez fuera, Kaveh pensó en el frío que hacía para ser sumeru y cómo este se colaba por ambos lados de su camisa.

Miró el reloj, frunció el ceño.

Era hora de volver a casa, en donde probablemente pasaría la noche en vela creando las piezas para una maqueta. Esta vez había que hacer un estadio desde cero.

Ugh. Vaya toalla.

La parte buena es que probablemente Alhacén lo estaría esperando, y ese día le tocaba cocinar a él.

Se subió al autobús, esperando -rezando- llegar antes de las 21h, pero, como siempre, llegó a su piso a las 22:16h.

Justo delante de su puerta lo reciben unos tulipanes amarillos como rayos del sol. Cómodamente envueltos en papel, estos parecen saludarle, atrayendo su vista.

Kaveh no tiene que leer la nota para saber quién las ha enviado.

Busca su llavero de leoncito en su bolsillo con intención de abrir la puerta, pero la dura realidad le hace pasar por el horror de no encontrar sus llaves, pasando por todas las etapas del duelo: primero la negación, luego la ira, la negociación, la depresión y por último, la aceptación.

Suspirando, el rubio llama a la puerta, esperando que esta le sea abierta por su compañero de habitación.

Cuando, efectivamente este se asoma, Kaveh pasa de largo, adentrándose en la batcueva.

Su cerebro iba a mil.

– ¿Crees que esto se trata de una amenaza?– Pregunta el arquitecto al escriba, quien muestra su propia confusión con una onomatopeya.

– ?– Emite de forma nasal– ¿Por qué piensas eso?– Pregunta este, genuinamente desubicado.

– Porque es demasiado extraño que hayan llegado dos ramos de flores a nuestra casa con la misma etiqueta y mensaje aciago. Tal vez no es un mensaje, sino una advertencia. Y esto me lleva a pensar en que, es muy probable que se trate de un acosador.– Responde Kaveh.

– Umm, sinceramente creo que te estás complicando de más, pero supongo que sólo el tiempo pone las cosas en su sitio, así que ya veremos.– Responde el de cabellos plata, indescifrable.

(...)




Ars amandi - Flores para KavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora