Phillip:
Llegamos a la habitación de hotel. Me estiré, tratando de quitarme la flojera y el cansancio generado por los viajes. Sentí unos brazos agarrándome por la cintura y me tensé de inmediato, los pelos de mi piel se levantaron y un escalofrío me subió por la columna.
— ¿Te irás a bañar, cariño? —oí que murmuraba cerca de mi oído, acomodándose en mi hombro con cuidado. Me rodeó con mucho cuidado, acercándome a su cuerpo. El calor corporal que desprendía era fantástico. No me salían las palabras—. Podría acompañarte, si quieres.
— Missa... —respondí, con un tono curioso. Entre reclamo y sorpresa, ligeramente halagado. No pude darme vuelta, así que posé mis manos sobre las suyas, tirando la cabeza hacia un lado para que él se acomodara mejor.
— Dime —dijo como si no fuese nada, sentía lo tranquilo de su tono. Estaba disfrutando de tenerme así.
— Estás... extraño —repuse, tratando de ser cuidadoso. No quería que pensara con mis comentarios que aquella actitud me molestaba, de hecho me tenía perdidamente encantado, pero sí me hacía tener muchas preguntas—. Digo... ¿desde cuando eres tan cariñoso? Suelo ser yo el que está de encimoso.
Soltó una pequeña risita, nada característica de él. Comenzó a moverse suavecito de un lado a otro, como si estuviésemos en un pequeño baile.
— Porqué te eché de menos... ¿me quito? —respondió, con un deje de arrogancia. Él tenía muy claro que lo que menos quería era que se apartara de mi lado. Le apreté las manos, tenía tantas ganas de darme vuelta y besarlo. Negué con la cabeza—. Entonces... ¿podría ir a bañarme contigo, mi amor?
Juro que sentí que me derretía. Me mordí el labio y, ya sin poder resistirlo, me desenganché un poco de su agarre para girarme y besarlo, agarrándolo por el rostro mientras él me apretaba contra sí mismo desde la cadera. Los recuerdos de aquellas situaciones de intensidad en su casa y los momentos de calentura en mi cuarto, escuchando su voz, terminaban en la cúspide de este instante, en que las ganas de lanzarlo a la cama para por fin quitarme las ganas de llegar más allá resultaban agobiantes.
Me separé un momento para ver su reacción, saber si estaba bien con que estuviera besándolo, pero no esperé esa imagen frente a mí. Sus labios entreabiertos, su pecho subiendo y bajando con rapidez, su cabello más desordenado por mis manos y sus ojos bien cerrados esperando a que yo volviese a acercarme a él.
— No te alejes —murmuró, antes de agarrarme por la nuca y volver a juntar nuestros labios. No sé que chucha había pasado en esos meses en que estuvimos lejos, si algo había hecho click en él o tan solo estaba caliente, pero aquel hombre enredado en mí era otro al que yo había dejado cuando me fui de México—. Te extrañé, Phillip, demasiado.
— Mi-Missa... ¿Qué ocurre? —yo estaba aterrado y excitado a partes iguales, no entendía el porqué de su actitud. No comprendía si sentirme bien con ello o era porque algo malo había ocurrido. La ansiedad en mi cabeza y como esta se estaba inventando los escenarios más catastróficos del mundo me impedían disfrutar al completo de Misael.
— ¿Cómo que qué ocurre, wey? —aquello sí sonó como el Missa que conocía—. Llevo meses sin verte, te fuiste justo cuando terminé con Mafer y quería disfrutarte más tiempo, dudabas de lo que siento por ti porque fui un pendejo —habló muy rápido, resumiendo todo lo que había ocurrido esas semanas, yo permanecí muy callado y sorprendido— y aquí en Japón puedo estar contigo. ¿Qué tiene eso de malo?
No supe que decir, él me miraba entre molesto y confundido, de seguro preocupado por mi actitud, pero ¿Cómo me explico a mi mismo que antes de venir seguía hablándome de "wey" o "pendejo" y ahora no dejaba de decirme lindos apodos y tomarme de la mano?
Missa suspiró, soltando su agarre. Se sentó con cuidado en los pies de la cama, despeinándose un poco desesperado. Me quedé como weón frente a él, paralizado. Me miró tratando de sonreír. Me agarró de la mano, acercándome a él para ponerme encima de sus rodillas. Me dejé ser por él, nervioso y sonrojado por volver a ponerme en aquella posición. Desvié la mirada mientras ponía mis brazos en sus hombros.
— Aprovéchame, no sé cuando volverá la vergüenza y me hará ser un idiota otra vez —susurró, mientras de forma cariñosa acariciaba mi cuello con la punta de su nariz. Me ericé completo, más aún cuando sus labios hicieron un camino de besos hasta mis hombros. Jadee, embelesado por lo maravilloso que me sentía sobre su cuerpo, dejando que me tocara—. Dijiste que te gustaría estar sobre mí y ahora por fin te tengo así... Dijiste que harías algo más.
" ... Me gustaría devolverte el favor de lo que me hiciste la otra vez —lo oí jadear, muy suavecito, pero fue suficiente para saber que iba por buen camino" recordé aquello que dije cuando estábamos en llamada y la calentura se me subió a la cabeza, como comenzaba a pasar ahora, más aún cuando lo que dije estaba haciéndose real. Y luego... "— Si estuviera ahí contigo me gustaría ponerme frente a ti de rodillas".
Temblé al sentir sus manos frías entrar bajo mi camiseta. Gemí bajito, muerto de miedo y de ganas. Como si fuese mi primera vez, como si nada de lo que habíamos experimentado antes hubiese ocurrido y era la primera vez que Missa me tocaba de esa forma.
— ¿Por qué no devuelves el favor, Felipe? —gimió él, entremedio de los besos que nos dábamos, sin dejar de acariciarme por todos lados. Jadee, extasiado por su petición, estaba fascinado por lo atrevido que estaba portándose. Quería ver hasta donde podía llegar y quería ver que tan dominante podía resultar.
— ¿Qué favor, mi amor? —jadee justo al lado de su oído, mientras comenzaba a moverme, refregándome contra su entrepierna de forma sutil. Le tiré suavecito el cabello. Gruñó—. No recuerdo.
Me acercó más hacia él, apretándome por la cintura, enterrándome los dedos. Dirigió su boca a mi hombro, mordiendo y chupando mi piel. Si dejaba marca... las chicas no dejarían de molestarme. Lo estaba encendiendo más, podía sentir la presión en su pantalón contra el mío. Me sentía encantado de saber que provocaba algo así.
— Baja tu cabeza —comenzó a decir, muy seguro de sus palabras. Mis mejillas se calentaron muchísimo. Gemí cuando pasó sus manos por mis pezones sin esperarlo y, al ver mi reacción, continuó acariciando— y con tu boca, chúpalo.
Tragué, respirando con dificultad mientras el placer me recorría cada célula del cuerpo al ver su rostro. Rojo, excitado, nada avergonzado, caliente y... con un brillo particular brillándole en los ojos. Me sentía poderoso al saber que era yo quien tenía así al codiciado Missa Sinfonía.
— ¡Ah~! —chillé antes de avergonzarme por el sonido que salió por mi boca cuando Missa puso su mano, de manera firme, sobre mi miembro. Apretando y acariciando sobre la tela de mi pantalón—. Mierda... Missa... Sigue —apoyé mi cabeza en su hombro, enterrando mis uñas en su espalda. Apreté los ojos, muerto de vergüenza por lo que le pedía—. Tócame y haré lo que me pidas... pero sigue.
Sentí como se encendía más con mis comentarios. Con su brazo izquierdo ocupado abrazándose a mi cintura y apretándome para que no dejase de refregarme contra él, ocupó el derecho para tocarme aun mas sobre la tela de mi pantalón. Estaba extasiado. No sabía que pensar y lo único que podía sentir... era placer.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanfictionLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...