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—He tenido una idea, chicos —anunció Silver—. Debemos encontrar a Sonic, pero hay que darse prisa, ya hemos perdido demasiado tiempo.

—Nos podemos separar para buscar, pero alguien tendrá que quedarse aquí cuidando de Amy —sugirió Rouge, con Knuckles aún de los brazos, quien ya estaba más tranquilo—. Yo puedo hacer un reconocimiento del terreno desde arriba.

—¡No! —se escuchó una vocecita desde atrás nuestra—. No quiero quedarme aquí, ¡me aburro!

—Pero nenita, es peligroso venir con nosotros —intenté convencerla.

—Nada me dará miedo ya, ¡fui secuestrada por un robot! —se las dio de chula—. Soy fuerte, podré con todo.

Todos nos miramos e hicimos un gesto de resignación.

—Será mejor que venga con nosotros —aceptó Silver, la voz de la razón—. Si conoce a Sonic pronto puede que se hagan amigos.

Tras eso, ella nos miro con los ojos grandes a modo de súplica, y Rouge y yo asentimos.

—¡Pues bien! Tú te vendrás conmigo —le indicó Rouge a la pequeña Amy—. Espero que no te dé miedo volar.

Ella negó, por supuesto que no le daba miedo.

—Knuckles y yo iremos por tierra, buscaremos por Little Planet. Y tú, Sil- ¡Claus! —rectifiqué, Amy nos estaba escuchando—. Claus, tú irás fuera de Little Planet, Eggman lo ancló a Green Hill y aún debe ser posible bajar por la cadena que los conecta.

Todos (menos Knuckles) asintieron ante mi plan. Rouge dejó ir al equidna y atrapó rápidamente a la pequeña ericita rosa. Silver activó sus poderes telequinéticos para llegar rápidamente al ancla que conectaba ambos planetas y yo salí corriendo mientras Knuckles trataba de alcanzarme.

—¿Cómo que Claus? ¿No se llamaba Silver? —me preguntó mi compañero, extrañado, mientras corría y se sobaba las muñecas que había tenido atrapadas por la murciélaga.

—La pequeña Amy no debería saber quiénes somos —le expliqué—. Por eso le dijimos otros nombres.

—Me parece una gilipollez —me replicó—. Que te inventaras un nombre tú lo entiendo, pero no conocerá a Silver hasta dentro de mucho tiempo, ni si quiera se acordará, yo no me preocuparía.

—Si pringo yo pringamos todos —respondí, con algo de mal genio—. Te sacamos de tu futuro de mierda, así que más te vale ir pensando en un nombre.

Knuckles suspiró. Sabía que no le convenía ser cabezón o lo devolveríamos a su mundo.

—Knees, ¿qué te parece? —me miró con cara de estar vacilándome.

—Primero Silver queriendo llamarse Gold y tú queriendo llamarte RODILLAS —hice énfasis en aquella última palabra, pero decidí desistir—. Está bien, si quieres llamarte Knees no seré yo quien te lo impida.

—Es broma, tonta —se burló—. Quería burlarme de ti, me lo merezco. Adam, seré Adam

Suspiré. Odiaba esto de los nuevos nombres.

Pasamos un largo camino hasta que nos encontramos cansados, y llegamos a una zona donde podíamos sentarnos un rato. Saqué una botella de agua de mi mochila y se la ofrecí.

—Toma, es agua.

—Es una mochila muy pequeña para una botella tan grande, ¿no? —me retó.

—Es un aparato de nuestro amigo Tails —le conté—. Tiene compartimentos para todo, y una tecnología que hace las cosas achicarse al meterlas y volver a su tamaño natural al sacarlas. Llevo muchas cosas que nos puedan ser de ayuda, es como una mochila mágica.

Amy Contra el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora