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Red Son sintió el fuego atravesar cada molécula en su cuerpo, su aliento finalmente mostrando su peso entre las erráticas llamas. Este poder le estaba destrozando físicamente, pronto no quedaría nada de él más que un montículo de cenizas. Si es que el fuego siquiera permitía que algo de su cuerpo quedara al terminar con esto.

No se arrepentía.

Muchos probablemente sentirían mucho miedo, quizá incluso enojados por ser forzados a tomar su lugar. Pero Red estaba bastante tranquilo.
Claro, esto dolía más que cualquier cosa en el mundo. El dolor más horrible que alguien pudiera experimentar sin discusión.
Pero para Red Son había algo mucho peor aún en este momento, algo que le partía el alma en lugar de su cuerpo.

Ver los ojos llorosos de su pareja mientras gritaba desesperadamente su nombre, tratando de soltarse de los brazos de sus amigos para llegar hasta él y arder a su lado.
MK tenía un gran corazón, y a Red le dolía muchísimo verle tan destrozado debido a su sacrificio. Saber que después de que todo termine —y que Lady Bone Demon ya no exista ni siquiera en el Diyu— no volvería a verlo lo lastimada más que este fuego inextinguible.
Tener que despedirse de forma silenciosa y disculparse con una mísera mirada, tener que abandonar este mundo para siempre y que su recuerdo sea lo único que quede. Dejarlo solo.
Eso es lo que realmente lastimaba a Red Son.

Siseó de dolor cuando las ampollas en su quemada piel comenzaron a explotar, el calor pasando hasta su músculo y grasa, a su estructura ósea y órganos. A su mente.

Sus ojos estaban a minutos de volverse completamente inútiles, lágrimas evaporadas corriendo por sus mejillas al oír esos gritos suplicantes a la lejanía. No podía mirar, no ahora cuando aún debía terminar la tarea que le encomendaron.
Usando toda la concentración del mundo apuntó con una de sus manos a aquella demonio que amenazaba con destruir todo y a todos, usando la meditación para lanzarle todo el poder que tenía, viéndola arder como él.

Ella gritó. El cuerpo de la niña a la que poseía se convirtió en nada, no dejó rastro de existencia ni tampoco se pudo ver su alma por algún lado. Fue una muerte horrendamente rápida, a Red le hubiese gustado hacerla sufrir para hacerle pasar el mínimo de dolor emocional al que MK fue sometido por semanas. Sin embargo, aún si le hubiese gustado hacer algo más, estaba satisfecho.

Había logrado acabar con ella y aquel estúpido mech, liberando la carga que su pareja traía en sus hombros durante todo el viaje por el fuego Samadhi.

Es gracioso, acaba de salvar a su héroe. Él nunca hubiese imaginado que su vida terminaría de esta manera. Nunca esperaría que de un legado de villanos, él rompería toda regla al unirse al grupo de su amado. Siempre se vio a si mismo dominando el mundo con crueldad y tiranía, nunca pensó que habría otra manera.
Nunca imaginó que sería feliz de otro modo.

MK definitivamente era bueno para revelar la verdad. Era bueno para dar una mano amiga y encaminar a otros por el buen camino.
Era un buen hombre.
Quizá es por eso que se enamoró de él, y el porqué decidió seguirlo en su camino a pesar de saber que quizá termine su vida con mayor rapidez de ese modo.
Ahora se alegra de haber hablado con Monkey King antes de llegar a este destino.

Pudo pasar sus últimos momentos con la mayor felicidad del mundo. Los recuerdos que ahora guardaba serían suyos y suyos únicamente. Solo de él y MK, tan privados. Ocultos de los ojos y oídos de todos. No cambiaría eso por nada.

Los besos, las palabras, las promesas, las caricias, aquellas noches tan silenciosas y esos días de risas tan audibles, esos atardeceres de amor y esas madrugadas con susurros. Las mantas sobre sus cuerpos, el calor compartido, esas manos sobre sus revoltosos cabellos rojos, ese pelaje café tan oscuro y suave entre la yema de sus dedos. Esos ojos negros con brillo dorado, esos labios que con tanta suavidad tocaban los suyos al mismo tiempo que recetaban poemas. Las manos que le sostenían con tanta firmeza, los dedos que se entrelazaban con los suyos, las uñas que se clavaban en sus caderas en momentos de intimidad, esos colmillos que le reclamaron como suyo una noche repleta de pasión y deseo. La forma en que se acurrucaban en cualquier sitio en el que encontraban comodidad.
Los hermosos bocetos sobre él, los lindos escritos que le dedicaba, la joyería que logró regalarle para que la exponga día a día. Esos collares, anillos, aretes.
Red son tenía muchísimos recuerdos, muchas cosas que adorar y todas esas cosas eran suyas. Nadie sabía cuánto amor le dio a MK, ni cuánto amor MK le dió de regreso.
Nadie sabía de sus desvelos, de las llamadas, de las cartas, de las salidas, de las citas, de las conversaciones. Nadie más que él y MK.

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2023 ⏰

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