eh ahí el dilema.

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Capítulo 8

Candy recordaba aquella tarde, mientras viajaban de regreso a Filadelfia, en la que las chicas declaraban sentir envidia, ya que se percataron de las atenciones que Christopher tenía con Candy....

-Aunque, ahora que recuerdo, mi padre dijo que el señor Jefferson y el señor Lancaster solían ser amigos inseparables-comentaba Alhana-pero por lo visto la noche pasada, ni siquiera se miraron.

-Yo escuché decir a mi tía Danielle que Roger Lancaster es un afeminado-dijo Catherine.

-Eso es imposible, si es todo un caballero-dijo Patty sorprendida-¿Tú tía como podría saberlo?

-Será un caballero, pero mi tía dijo que el tiempo que ella estuvo viviendo en Paris, a sus oídos llegaron comentarios de que el señor Lancaster era cliente asiduo de burdeles que son conocidos por ofrecer servicio de manera discreta a los afeminados-respondió Catherine bastante orgullosa de si, al ver el rostro sorprendió de sus amigas.

-Tal vez eso explique el repentino rompimiento de su amistad-sugirió Annie.

-Lo cierto es que verdad o mentira, lo mejor es que Candy no deje fuera de su mira al señor Lancaster-expresó Rosalind.

-Es cierto-coincidieron todas, mientras Candy agachaba la cabeza, apenada, pues ella no entendía a que se referían con eso de afeminado, incluso Annie y Patty entendían bien ese término.

-Chicas... alguna me podría decir ¿Qué es afeminado?-siete pares de ojos la miraron como si Candy les hablara en otro idioma, mientras el resto reían discretamente por la inocencia de su amiga, Rosalind fue la única que le explicó el significado de dicha palabra...

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La conozco como la palma de mi mano, le había respondido Roger al preguntarle por la persona de la cual estaba enamorado Christopher. La cabeza de Candy comenzaba a dolerle, por tantas cosas descubiertas. La mañana siguiente, Candy apenas si podía mantener los ojos abiertos, su desvelo, por más esfuerzo que hizo por ocultarlo, un par de ojeras se alcanzaban a vislumbrar por debajo del polvo facial.

Fingiendo estar bien, Candy entregó los regalos que había comprado a cada uno de los miembros de su familia, incluida Annie y la familia Brighton, los regalos que había adquirido para sus amigas los entregaría después.

-Candy ¿te sientes bien?-preguntó Albert discretamente.

-Si Albert ¿Por qué no lo estaría?-respondió Candy con una sonrisa forzada.

-Sabes que puedes confiar en mí, pequeña-expresó dulcemente Albert, que por un instante, Candy estuvo tentada a relatarle todo lo que pasaba por su cabeza.

-Gracias Albert, te juro que estoy bien. Es solo el clima y la ciudad lo que me pone así-mintió Candy-pero en cuanto regrese al colegio, estoy segura me sentiré mejor.

Albert suspiró al verla alejarse, después de todo, no fue una buena idea haber venido a Nueva York, pensaba melancólicamente.

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Los días pasaron rápidamente, y en menos de lo que Candy pensó, solo faltaba un día más y el año se daría por terminado. Los nervios no dejaban descansar a Candy después de lo descubierto.

Christopher estaría en Nueva York a más tardar el día siguiente, pues asistiría a la fiesta que el alcalde ofrecería con motivo del fin de año y la llegada del año nuevo.

Candy caminaba distraída por las calles atestadas de la ciudad, pensando en la manera en la cual le daría su negativa a Christopher y sin darse cuenta, llegó hasta el central park. Candy miraba lo hermoso que lucía el parque cubierto por la fina capa de nieve que había caído la noche anterior.

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