Roberta: Si tanto "me amas" - me burlo con una estúpida voz grave, tratando de imitar la suya - ¿por qué no me dejas en paz? - pregunto, aún molesta, golpeando su espalda una vez más.
Diego: Porque no quiero.
Roberta: "Porque no quiero" - lo imito con la misma voz anterior.
Diego: ¿Me vas a arremedar todo el camino?
Roberta: "¿Me vas a arremedar todo el camino?"
Diego: ¿Quieres parar?
Roberta: "¿Quieres parar?"
Diego: Yo no hablo así.
Roberta: "Yo no hablo así".
Diego: ¡Basta! - grita.
Roberta: No es tan bonito cuando alguien te molesta todo el tiempo, ¿cierto? - pregunto sarcástica.
Diego: Yo no te molesto, al menos no todo el tiempo - dice encogiéndose de hombros.
Roberta: No hagas eso, me lastimas - me quejo, ya que su hombro me dio justo en el estómago.
Diego: Lo siento.
Roberta: - suspiro - Menciona una sola vez en la que no te haya gritado, o te haya dicho que me dejes en paz - lo reto.
Diego: Cuando me besaste - replica, y apuesto todo mi cabello a que está sonriendo con su estúpida sonrisa, como el estúpido que es.
Roberta: Cuando TÚ me besaste - corrijo.
Diego: Cuando TÚ lo seguiste.
Roberta: Cuando estaba asustada porque un maldito ladrón entró a mi casa a querer matarme - exagero elevando la voz - ¡Supera eso, perra! - agrego con una sonrisa de autosuficiencia.
Diego: Esa boquita - me reprende, pego un grito cuando su mano hace contacto con mi trasero, lo que sirvió para hervirme la sangre, de nuevo.
Roberta: ¡Ya! - grito - ¡Hasta aquí llegó mi paciencia! ¡Bájame, ahora!
Suspira frustrado, pero me deja en el suelo suavemente. Pero su cara de paciencia le dura poco, pues mi mano hizo contacto con su cara... de nuevo.
Roberta: Escúchame bien, imbécil - susurro amenazante - Deje pasar que me molestaras, también que te acostaras con mi mejor amiga, y a duras penas, que hicieras que cancelara a un gran chico que no se lo merecía, pero vuelve a ponerme una mano encima, y no respondo por mis actos - amenazo.
Sus ojos no se apartaron de los míos en cualquier momento. Estrujo su camisa entre mis dedos cuando sus manos se posan en mi cintura y me pegan bruscamente a su cuerpo, así como de la misma manera, sus labios se ponen en contacto con los míos. Y yo, como la estúpida que soy, fui y siempre seré, le sigo el beso.
Sus labios se movían suavemente sobre los míos, era un beso tranquilo, pero él tenía otras intensiones, lo presentí, y no me equivoqué. Su lengua acarició mi labio inferior, pidiendo entrada a mi boca, y ahí fue cuando reaccioné. No terminé el beso, sólo apreté los labios, rechazándolo. Al parecer entendió, porque se separó lentamente.
Sus manos dejan mi cintura cuando mi mano hace contacto nuevamente con su cara, y aprieta los ojos, sorprendido por mi reacción.
Roberta: No vuelvas a tocarme - susurro seductora y amenazante a la vez, antes de girar sobre mis talones y comenzar a avanzar en dirección opuesta, hacia mi casa.
¿Nunca han sentido que los padres tienen un poder especial que los hace darse cuenta de cuando no tienen que hablarle a sus hijos? Pues mi papá no lo tenía.
Martin: ¿Qué pasó? - fue lo primero que preguntó cuando crucé la puerta de entrada.
Roberta: ¿Por qué preguntas? - fingí estar confundida.
Martin: Hace menos de dos horas que saliste - explicó extrañado.
Roberta: ¿Y?
Martin: Que... ejem... olvídalo - agradezco que ese sentido volviera a funcionar, pues subió a su habitación, dejándome la sala totalmente para mí.
Que era donde me encontraba en éste momento, frente al televisor y con un plato con mucho pastel de chocolate con helado, y en la mesa de centro, más helado, y leche de chocolate, como la amante del chocolate que soy.
Roberta: ¿Qué? - pregunto molesta y con la boca a la persona del otro lado de la línea.
- ¿Todo bien? - pregunta una voz que no reconozco.
Quito el celular de mi oreja y miro la pantalla. Abro grande los ojos al leer el nombre de Miguel, y al instante siento vergüenza por mi atuendo, pero recuerdo que él no puede verme, ruedo los ojos al darme cuenta de mi ridiculez.
Roberta: Lo siento, no sabía que eras tú - admito avergonzada.
Miguel: No te preocupes, llevo llamándote toda la tarde para decirte que no iba a poder ir a nuestra cita, pero no contestaste, estaba preocupado de que estuvieras enojada conmigo o algo - ríe nervioso.
Roberta: Qué raro, mi celular no ha sonado en todo el día - comento extrañada - Pero no te preocupes, yo tampoco pude ir, de hecho, te envié un mensaje.
Miguel: ¿Enserio? No me llegó nada - dice nervioso.
Bufo, seguramente no tenía señal en donde me encontraba y yo ni en cuenta por estar discutiendo con Diego.
Y besándolo, agrega una vocecita en mi cabeza. Cierro los ojos pesadamente cuando recuerdo a mis dos consejeras de vida.
Miguel: ¿Crees que podríamos salir nuevamente? - la voz me saca de mi lucha interna por intentar separar a Liliana y Lucy, que estaban teniendo una conversación no muy agradable.
La locura regresó, pienso sarcástica.
Roberta: Por supuesto - acepto animada - ¿Parque mañana a las seis? - río.
Miguel: Pensaba más en, restaurante elegante, que descubrí hace poco, mañana a las ocho - sugiere divertido.
Elegante... mmm... creo que tengo un vestido que servirá.
Sí lo tienes, asiente Lily.
Roberta: Claro, pero... ejem... ¿cómo nos encontramos? ¿O...
Miguel: Puedo pasar por ti - sugiere - ¡Si quieres, claro! - agrega rápidamente.
Roberta: De acuerdo, te envío la dirección por mensaje.
Miguel: Okey.
"Aquí ésta la dirección: *****, no vemos mañana" - envío.
Su respuesta llega enseguida:
"Hasta mañana, que las pulgas no te piquen Haha"
Suspiro y tiro el teléfono al sofá, se sentía tan diferente estar con Diego, creo que... estar con Miguel me gustaba más, mucho más.
