Tracición aprendida

13 0 2
                                    

Había una vez un pequeño llamado Gerardo, un niño curioso y lleno de energía que vivía en un pueblo colorido y alegre. Su abuelo, don Manuel, siempre lo consentia con juguetes y la atención que le daba por completo a él.

Un día, Gerardo vio a su abuelo toser sin parar mientras jugaba y se dio cuenta de que algo no estaba bien. Al final del día la tristeza llenaba la casa, y su mamá le explicó con lágrimas en los ojos que su amado abuelo don Manuel había fallecido.

Gerardo no entendía completamente lo que significaba, pero sentía un vacío en su corazón. Extrañaba jugar con su abuelo y el tiempo que compartían juntos. Una noche, mientras miraba las estrellas, Gerardo decidió hablar con su abuelo.

—Abuelito, ¿por qué te fuiste? ¿Vas a volver algún día? —susurró Gerardo, con lágrimas en los ojos.

Entonces, algo mágico sucedió. Una suave brisa movió las cortinas de la habitación, y una luz tenue iluminó una fotografía de don Manuel. Gerardo sintió una presencia reconfortante a su alrededor.

Los días siguientes no serían los mejores para Gerardo pues estarían llenos de tristeza por ya no estar con su abuelo sintiendose solo a pesar de estar con su familia en el mismo dolor, aunque de vez en cuando notando una presencia durante la noche, una que le hacia sentir tranquilo.

En la escuela, la maestra de Gerardo, la señora Rosa, no podia dejar de notar la tristeza en sus ojos. Ella, con comprensión y cariño, decidió ayudar a Gerardo a superar su dolor. Le habló de una antigua tradición llamada el Día de los Muertos, en la que las familias celebran y recuerdan a sus seres queridos que han partido.

La señora Rosa le contó a Gerardo sobre las coloridas ofrendas, las flores de cempasúchil y las velas que iluminan el camino de regreso de los espíritus. Gerardo estaba intrigado y emocionado por la idea de poder conectarse con su abuelo de una manera especial.

Juntos, la señora Rosa y Gerardo prepararon una pequeña ofrenda en casa. Colocaron la foto de don Manuel, velas, flores y algunos de sus dulces favoritos. Gerardo se sentía más cerca de su abuelo mientras compartía recuerdos y anécdotas.

En la noche del Día de los Muertos, el pequeño Gerardo y su familia se reunieron alrededor de la ofrenda. Encendieron las velas y compartieron historias divertidas sobre don Manuel. Gerardo sintió que su abuelo estaba presente en espíritu, abrazándolos con amor y felicidad.

— Ya no me siento tan solo, es como si fuera a venir en cualquier momento, como si aún estuviera aquí —

Le dijo a su mamá mientras miraba el fuego de las velas.

— Es por eso que celebramos este día, para recordar con cariño a quienes ya no estan con nosotros, es como si ellos pudieran venir a pasar un rato con nosotros en familia —

La madre deja que su hijo entienda lo que acaba de decir diciendo otra cosa para hacerlo reír

— Pero si te portas mal cuando yo no este voy a venir a jalarte las patas —

— ¡Mamá! —

A medida que las risas llenaban la habitación, Gerardo comprendió que aunque su abuelo ya no estaba físicamente, su memoria y su amor perdurarían siempre en sus corazones. El Día de los Muertos se convirtió en una hermosa tradición que ayudó a Gerardo a superar la tristeza y a celebrar la vida de su querido abuelo. Y así, cada año, la familia de Gerardo continuó honrando la memoria de don Manuel con alegría y gratitud.

Tradición aprendidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora