Capítulo XXV

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Hace horas que la vela se había apagado, sin embargo, por la ventana se colaban las tenues luces citadinas

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Hace horas que la vela se había apagado, sin embargo, por la ventana se colaban las tenues luces citadinas. Leslie luchaba contra sus parpados, estaba exhausta, pero deseaba alargar ese delicioso momento que estaba compartiendo con Andreas, dónde las palabras sobraban y solo el silencio, sus miradas y el aire que compartían era suficiente.

—Dudo que tengas otros amigos capaz de hacerte lo que yo te hago —murmuró Andreas, rompiendo la burbuja en la que se encontraban mientras rozaba su pecho desnudo con tanta delicadeza como si estuviera hecha de cristal, el orgullo era evidente en su voz.

—Te sorprenderías —replicó sarcásticamente y se encontró con esa mirada afilada de Andreas, que ya estaba identificando como celos—, es broma, dios, te tomas muy enserio las etiquetas —aclaró antes de que el italiano tuviera otra creativa idea de cómo demostrarle que no era solo un amigo, estaba muy cansada como para atreverse a otra ronda.

—Me tomo enserio tus palabras —masculló—, sé que ambos acabamos de salir de relaciones largas y que..., después de lo que te pasó con Jason quizás no te queden muchas ganas de tener algo serio y lo entiendo, pero..., Les, lo que siento por ti..., yo..., solo sé que no es pasajero, no quiero obligarte a sentir o pensar lo mismo, solo... —Leslie se acurrucó a su lado, viéndolo por debajo de las pestañas con ojos adormilados y una sonrisa tonta.

—Adoro cuando balbuceas y el acento se te nota más —dijo trazando un circulo en su pecho con ternura—. No eres solo un amigo para mí, Andreas, lo siento, no sé porque lo dije..., creo que..., me fue difícil imaginarte lejos —se acurrucó un poco más, hundiendo la cabeza en su pechó mientras que él la abrazaba con fuerza y le besaba la cabeza.

—Intentaré volver lo más pronto posible —murmuró—. La distancia va a ser una tortura...

—Y si..., ¿me llevas contigo? —lo interrumpió, como siempre, actuando impulsivamente. Todo el cuerpo de Andreas se tensó al escuchar sus palabras—. Me gustaría conocer a tus padres, aunque ya sé que quizás es muy pronto para eso, debes pensar que soy una demente, jeje, podría quedarme en un hotel mientras que estás con tu familia, siempre he querido ir a Italia, no importa que no puedas pasar todo el día conmigo, entiendo que no has ido en mucho tiempo y...

—¿Quieres conocer a mis padres? —preguntó interrumpiéndola en un hilo de voz. Leslie se encogió de hombros, sus mejillas ardían y lo único que deseaba era enterrarse un poco más en su pecho y desaparecer por un momento.

—S-si me gustaría, pero si tu no quieres o si piensas que es muy pronto..., fue una mala idea mencionarlo... —Andreas se deshizo de su abrazo y tomó su mentón suavemente para obligarla a mirarlo a los ojos.

—Me encantaría que conocieras a mis padres, ya sea hoy, mañana o dentro de un mes..., pero sería irresponsable de mi parte llevarte a Italia con tu tratamiento de por medio.

El ocaso entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora