Capítulo 05. Venir conmigo.

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Jake.

19 de agosto, 2021

Balanceé aquel objeto en una de mis manos, mirando a la nada.

Tenía la mente despejada, a pesar de que parecía estar preparado para tomar un bolígrafo y comenzar a escribir.

Me dejé llevar por mis pensamientos.

Unos pensamientos que parecieron abrumarme por un momento. Me desvié en ello y olvidé por completo dónde me encontraba o qué estaba haciendo. Sólo supe que conté uno a uno los movimientos de mi mano y me distraje con esos círculos distraídos.

Y si se caía, se rompería.

¿Eso es malo? No. Después de todo, seguramente este teléfono ha recibido demasiados golpes. Puedo comprobarlo por la pantalla rota por doquier. Sí, quizás puede ser el protector, pero algo me dice que no.

No, ella no usaba esas cosas.

Curioso.

Me detuve, observé la pantalla y me fijé en que tenía una llamada perdida de una tal «Nataly». Eso hizo que mi ceño se arrugara. Pues, en el tiempo que lo he sujetado no ha sonado en lo absoluto.

Lo tomé de forma correcta y presioné uno de los botones a los lados para comprobar que tuviera todo el volumen. Lo tenía. Lo que me hizo pensar, que tal vez también en eso estaba dañado.

Casi quise reír.

¿Quién usa un aparato que por poco le sirve siquiera para llamar?

Ella.

Siempre ella.

Escuché algo parecido a un golpe seco de repente. Mi cabeza se elevó y una de mis cejas también cuando vi como Josh salía masajeándose la frente. Estaba mirando mucho a sus espaldas, por lo que no notó la silla con la que se golpeó la rodilla y terminó soltando una maldición

—¿Estás bien? —pregunté

Él volteó a verme

—Sí, creo —bufó—. Mierda, no sé qué pasó.

—¿Cómo que no sabes qué pasó?

—Desperté... —caminó hacia mí, señalando distraídamente a la cocina—. Sobre la mesa. No recuerdo haber llegado allá, ¿tú recuerdas algo?

—No tengo ni una idea. —mentí

—Qué extraño —se sentó junto a mí, con una mueca—. Juraría que alguien me cargó hasta ahí. Sabes que tengo el sueño pesado, ¿en serio no tienes ni una idea?

—Ni una, hermano. —aplasté mis labios

—¿Entonces qué hacemos?

—No lo sé. Esperar.

—¿Esperar qué?

—Hasta que el fantasma que te cargó nos diga qué quiere

Analizó mis palabras con su mente medio dormida. Al ser plenamente consciente de lo que le había dicho en realidad, soltó un bufido que me hizo reír

—Sabía que habías sido tú, idiota.

—Te veías incómodo en ese sofá.

—Estaba en un sofá, ¿cómo estaría incómodo?

—De eso se trata, de tu bienestar, tienes el sueño pesado y no podías...

—Por favor, cállate.

Solté todo el aire retenido

—¿Por qué te quedaste aquí? —cuestioné directamente

—La verdadera pregunta es; ¿por qué tienes ese teléfono en tus manos? No es el tuyo, ¿o sí?

Un concierto para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora