Capítulo 12
El aire tibio que anunciaba la pronta llegada de la primavera, fue como recibió Chicago a su hija prodiga una mañana de Marzo. Candy bajó del tren en compañía de Christopher, Dorothy y la nodriza que había contratado para amamantar a su hija; su corazón se hinchó de alegría al ver a todos sus seres queridos esperando en la estación.
-¡Pero que hermosa estas!-dijo Albert en cuanto se acercó a su lado. Y ciertamente, ya no quedaba rastro alguno de aquella pequeña pecosa que conoció en lo alto de una colina, esta había dado paso a una hermosa mujer, la ligera redondez que años atrás se notaba en su semblante, había dado paso a un exquisito rostro anguloso, las pecas que antaño cubrían sus mejillas, ahora habían palidecido, y quedado prácticamente oculta por el ligero maquillaje que llevaba. A diferencia de lo que dictaba la moda, Candy llevaba los largos rizos sueltos, despejándolos de su cara con unas cuantas horquillas de fina plata-y mira esa pequeña criatura que traes entre tus brazos, permíteme conocerla.
Candy le ofreció a la pequeña Rose Mary, mientras Albert la tomaba entre sus brazos, contrario a lo que la buena educación dictaba, la saludaron efusivamente, pues se sentían realmente felices de ver a su querida amiga. Todos partieron a Lakewood, lugar en el que a petición de Candy, se celebraría el bautizo de su hija en la primer semana de Abril. Todos los presentes veían con alegría la adoración escrita en el rostro de Candy cada vez que sostenía a su hija entre sus brazos, y que decir de Christopher, el cual llenaba de mimos a la pequeña.
-Serán unos excelentes padres- dijo con admiración Annie- espero algún día tener una familia tan linda como la tuya.
-Estoy segura de que la tendrás-aseguró la rubia, mientras miraba la tristeza que apareció en el rostro de Annie-¿sucede algo?-preguntó suavemente, y ante la negativa de su hermana, Candy envolvió sus manos entre las suyas-sabes que puedes confiar en mí.
Annie exhaló todo el aire de sus pulmones, en un intento de parar las lágrimas que luchaban por salir.
-Archie me ha pedido matrimonio.
-¡Qué buena noticia!-dijo emocionada Candy, frenando su entusiasmo al ver la mirada cristalina de Annie.
-Pero sus padres se han opuesto a ello, ya que Elisa, les hizo saber sutilmente que yo no era una Brighton.
La sangre de Candy hervía por la indignación, preguntándose cuando seria el día en que Elisa madurara y dejara de molestarlas.
-y Archie ¿Qué opina?
-Él ha dicho que, con o sin su consentimiento, se casará conmigo, pero Candy, yo no quiero que este disgustado con sus padres, simplemente no soportaría la idea de verlo distanciado de ellos.
-Te entiendo Annie, te prometo que juntas hallaremos la manera de que por fin seas feliz.
-¡Gracias Candy! ¡No sabes cuánto te he echado de menos!
Ambas se fundieron en un caluroso abrazo, como aquellos que solían darse cuando eran pequeñas.
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Para Elisa Legan, no había pasado desapercibida la noticia de que Candy estaba en Chicago, lágrimas de rabia salían de sus ojos, al saber que aquella huérfana a la cual odiaba más allá de la sensatez, poseía todo aquello que tanto Elisa anhelaba, el amor de una familia, un esposo apuesto y con más dinero que el que su familia tenía y ahora, formaba una linda familia con la llegada de su primogénita.
A sus casi veintidós años, los esfuerzos por parte de su madre para conseguirle un marido, habían sido un fracaso, pues Elisa siempre encontraba un defecto para cada uno de ellos: "demasiado viejo" "demasiado alto" "demasiado gordo" "viudo" "con demasiados hijos", pues los jóvenes casaderos no querían tener nada que ver con ella.
Su único consuelo era que había logrado poner a los padres de Archie en contra de Annie, pero no sabía cuánto tiempo duraría aquello, imposibilitada para poder ir a Lakewood a echar un vistazo, ya que la única persona que la recibiría alegremente, estaba a kilómetros de ahí.
-Madre, ¿Cuándo regresará la tía abuela?-preguntó Elisa, al entrar precipitadamente en el cuarto de costura, dando vueltas como un león enjaulado.
-Poco antes del bautizo de la hija de esa hospiciana-respondió entre dientes Sara Legan.
-¡Por que no puede regresar antes madre!-dijo alterada Elisa.
-El estado de tu abuelo es bastante delicado, y su presencia era requerida, o dime ¿tu iras a cuidar a tu abuelo?
-¡por supuesto que no madre! Espero que esta vez por fin se muera, ya quiero tener la herencia que me corresponde.
-¡Elisa! Cuida tu manera de hablar-la reprendió Sara.
-¡por favor madre! ¡No me vengas con eso! Si tú sientes más aprecio por Megara que por el abuelo-en ese instante, al oír su nombre, la gata se levantó de su cojín, poniéndose en las piernas de su ama-y sé que tú, al igual que yo, esperas pacientemente la muerte de tu padre para tomar lo que te corresponde.
Sin decir más, Elisa salió airosamente del salón, mientras Sara Legan pensaba en lo ciertas que eran sus palabras; lo único bueno que hizo su padre por ella fue alejar a Christine de la vista de Duncan Legan, para que así ella se convirtiera en su esposa.
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Susana se encontraba recostada en su cama, ya pasaba de medio día, podía ver los rayos del sol colarse entre las cortinas de su ventana, mientras miraba a un punto al vacío, se preguntaba que podía hacer para que Terry volviera a ella.
Por mucho tiempo hizo oídos sordos a las aventuras que Terry sostenía con mujeres, que sabía perfectamente el por qué el las buscaba con esas características: buscaba tener una conexión con ella, con Candy, en un intento de retenerlo, dejó de usar las muletas y la prótesis, haciendo que Terry llevara empujando la silla de ruedas en la que por voluntad propia, se había postrado.
Pero la gota que terminó de derramar el vaso fue, cuando se enteró de que ahora Terry solía exhibirse de manera descarada con una mujer que nada tenía que ver con el recuerdo de Candy, decidida, le reclamó su falta de pudor...
-¡Gracias a mi es que estas vivo Terrence! ¡Merezco algo de respeto!
-¡Preferiría que me hubieras dejado morir Susana! ¡Así que lo mejor es que te acostumbres a vivir con ello!
-¡Nunca me escuchas! ¡Nunca lo haré!
-Si esa es tu última palabra, lo mejor es que me retire, y no te preocupes que te seguiré ayudando económicamente.
-Yo no necesito tu dinero Terry, lo único que quiero es tu amor
-Eso es pedir demasiado Susana.
Y diciendo eso, Terry se marchó, dejándola hecha un mar de lágrimas. Desde ese momento, los cheques llegaban mes con mes, pero Terry no había vuelto a pisar su casa.
Notas de la autora: con este capítulo damos inicio a la segunda parte de ese fic, que les advierto estará lleno de muuuucho drama.Espero lo disfruten como yo disfruto escribiendolo.
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Falsas impresiones
FanfictionEn un mundo en el que las apariencias son las que rigen, Candy se verá envuelta en mentiras e intrigas, para poder probar un poco de la felicidad que siempre le ha sido negada... ¿Podrá salir airosa de todo eso?