Entre más alejado, mejor

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Mary agradece que el drama ha abandonado la cocina; en este momento su estabilidad y fortaleza están al punto de quiebre. No tiene idea de lo que ha sucedido, la casa se encuentra en silencio. Piensa que quizás Louise ha perdonado a su esposo, como siempre lo ha hecho; es una mujer débil.

Ha tratado de ocupar su mente lo más posible, no quiere recordar a Johnny. No quiere aceptar que no está. En el fondo de su corazón siempre espera que entre por aquella puerta para preguntar qué hay de cenar, con su típica playera de cuadros, pantalón de mezclilla y botas llenas de lodo.

Amaba la jardinería, amaba ir a acampar, amaba la pesca, siempre la invitaba, pero pocas veces aceptó. Cómo le gustaría regresar el tiempo. Cómo le gustaría haber aceptado ir cada una de las veces que la invitó, a pesar de que odia los mosquitos y dormir en el suelo. Cómo le hubiera gustado haber abandonado su posición de esposa fría y resentida aquella mañana y haberle dicho que lo amaba. En cuanto empieza a hacerse consciente de estar recordándolo, decide lavar todos los trastes que se encuentran en el fregadero, que para su mala suerte, solo son un par.

Hace una lista de las tareas que tendrá una vez que termine, pero la cocina está reluciente, la persona encargada de la limpieza dejó todo listo. Pasa la esponja por aquellos platos de forma violenta, aunque las manchas de comida que tenían caen fácilmente. Se aterra porque pronto se desocupará.

—¿Tú lo sabías, Mary? ¿Hace cuánto tiempo Louise lleva con esta estúpida idea? —dice Christopher interrumpiendo el viaje profundo que estaba teniendo Mary en sus recuerdos.

—Desde hace muchos años, Christopher, me sorprende que no lo hayas notado.

Mary se siente avergonzada por haber juzgado mal a su hija.

—Yo no supe todo lo que ha pasado, lo de Pam, de haberlo sabido todo hubiera...

—¿Hubiera qué? ¿Hubiera sido diferente? —Mary suelta los platos al fregadero con fuerza y se voltea para verlo de frente— Ha sido un infierno, Christopher. Dios mío, tu hija pudo morir y no hubiera sido posible contactarte.

—¿Por qué demonios tardó tanto en decírmelo? Eso fue su decisión.

—Porque no hubieras hecho nada. Ella no está bien, Christopher —La voz le tiembla—. Las personas en ese estado pueden hacer cosas muy idiotas.

—¿De qué hablas, Mary?

—Lo entendiste. Ten algo de misericordia, Christopher, ya he perdido a un esposo y no quiero perder a mi hija. Ella no va a resistir, sabes que si tú dices que no, no habrá nadie que se oponga, simplemente le quitarían las niñas y la desaparecerían del renglón.

—Lamento tu pérdida Mary, pero estás demente, por el amor de Dios, todo se arreglará. Amo a tu hija.

—No lamentas nada ni amas a nadie, Christopher, tan solo... —las palabras de Mary son interrumpidas por un dolor en el pecho profundo y hueco. Su respiración agitada anuncia la llegada del llanto, pero antes de romperse logra decir—. Lárgate, vete, no es tu oponente, nadie podría serlo. Johnny no lo quiso ser y aun así...

La barrera de contención fue derrumbada y el rostro de Mary se inunda de lágrimas.


Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora