15 Jiwoong

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Matthew es natural. Diferente. Directo. Y eso me atrae de el, aunque cada vez que dice la palabra joder o alguna otra cosa malsonante, siento que me sangran los oídos. Nunca he conocido a un Omega en mi círculo de amigos que diga tantos improperios.

Durante la cena, como adultos que somos, nos tentamos. Está claro que entre nosotros hay una tensión sexual muy evidente que esta noche resolveremos en su casa o en la mía, pero me hace gracia ver que el ni se muerde el labio ni se toca el pelo para atraer mi atención.

Sus gestos, sus movimientos, su manera de reír o de contarme las cosas hace que me tenga totalmente centrado en el, y eso, todo ese conjunto, consigue que me resulte más atractivo e interesante.

El tiempo pasa. El restaurante se vacía de gente. Solo quedamos tres mesas. La de las chicas que al verme han corrido hacia nosotros, la de Jackson y Bambam y la nuestra.

Gloria se acerca entonces a nosotros y, mirándome, susurra:

-Jiwoong...

Por su gesto ya imagino qué va a decirme, y en ese momento
Antonio se aproxima a nosotros y musita:

-Hay un fotógrafo en la puerta.

Suspiro. Resoplo. ¿Cómo es que siempre me encuentran? Sin embargo, estoy acostumbrado a ello.

-Avisadlos, por favor - indico.

Los pobres se alejan con gesto apurado y avisan a Jackson y a Bambam. De inmediato uno de mis guardaespaldas sale del local y entonces miro a Matt, que no me quita ojo.

-Tenemos que irnos antes de que vengan más -explico.

El parpadea, no entiende bien mis palabras, y le aclaro:

-La prensa del corazón suele perseguirme. Si ahora hay un fotógrafo, dentro de un rato habrá muchos más.

El abre los ojos. No sé qué estará pensando, pero de pronto suelta:

-¡Yo paso!

¿Pasa? ¿De qué?

Y cuando voy a preguntar dice:

-No quiero salir en la prensa del corazón. Joder, ¡no va conmigo!

Asiento. Lo entiendo perfectamente.

-¿Cómo no has pensado que esto podía ocurrir? -gruñe a continuación.

Lo miro sin decir nada. No viviría si estuviera pensando siempre en esa posibilidad.

-Joder..., joder... -refunfuña el irritado-. ¡Vaya mierda!

Suspiro. Puedo entender que esté molesto.

-A ver, Matt, he tenido a la prensa pegada a mi culo desde el día en que naci - digo- Ser hijo de quien soy conlleva su parte buena y su parte mala. Y ahora que soy adulto y me dedico a la industria del cine, he de saber lidiar con la prensa, pues parte de mi trabajo es...

-Tú lo has dicho, tu trabajo, no el mío -replica el-. Mi careto no tiene por qué aparecer en las revistas del corazón por el simple hecho de haber salido a cenar contigo. Si me lo hubieras dicho, habríamos cenado en mi casa y nos habríamos evitado fotitos, titulares y chorraditas.

-Señorito, no se ponga usted así -intento bromear mientras veo que Bambam habla con las chicas.

-Oye, mira, me pongo como me da la gana.

Ver lo rápidamente que Matt se ha puesto a la defensiva me desconcierta.

¿Qué le ocurre? ¿Por qué se enfada tanto?

-Salir a comer o a cenar conmigo implica este tipo de cosas -digo-, y aunque intento evitarlas es complicado siempre hay alguien que avisa a la prensa.

Matt está incómodo. Lo noto en su expresión, en el modo en que me mira, en cómo respira.

-Joder..., ¡otra vez no! -oigo que exclama entonces.

¿Cómo que «otra vez no»? ¿A qué se refiere?

Antes de que pueda hacer nada, retira el biombo un poco, mira a las chicas, que sabemos que han estado pendientes de nuestros movimientos, y pregunta:

-¿Crees que han sido ellas? Porque te juro que, si es así, me levanto y...

-No lo sé, Matt - lo corto-, y como no lo sabemos, no podemos acusarlas de nada.

Su gesto serio no me gusta. Ya no sonríe, ya no bromea, sino
que suelta:

-Creo que deberías salir con ellas del restaurante.

-¡¿Qué?!

Matt insiste:

-Joder, invítalas a tomar algo en otro lugar. Están como locas por acercarse a ti. Si te marchas con ellas el fotógrafo os seguirá y no reparará en mí.

Lo miro boquiabierto. ¿En serio quiere eso?

¿De verdad quiere que me vaya con ellas y lo deje aquí solo?

Me sorprende. Todas las personas que conozco se mueren por salir conmigo en la prensa del corazón, pero está visto que el no, e incluso ha pensado en un plan B.

-Oye, Matt... -empiezo a decir.

Pero el ya se ha levantado, mira con disimulo por una ventana y, acercándose a mí, dice en un tono de voz seco:

-Lo siento, pero no. No quiero formar parte ni de tu circo, ni del circo del corazón porque sé lo que conlleva. Y, si soy sincero, no sé qué hago cenando contigo... ¡Joder!, si es que estaba claro que no era una buena idea.

Oir eso de mi circo y del circo del corazón me molesta. Y, tras levantarme, me acerco a Gloria y a Antonio. Pago la cena. Hablo con ellos. Me tranquilizo para no ponerme tan desagradable como se ha puesto Matt y, tras aproximarme de nuevo a la mesa, le pregunto:

-¿En serio quieres que esto termine así?

¿Acaso quieres que acabe peor?

Ver su gesto y esa chulería de pronto me enferma. Pero ¿qué le pasa? Y cuando estoy a punto de decirle cuatro cosas, va y me suelta:

Mira, estás muy..., bueno, me has caído muy bien, blablablá..., blablablá.... pero paso de seguir con esto. No merece la pena.

Ese «blablablá..., blablablá...» y ese «no merece la pena», dicho como lo dice, me molestan aún más. Nunca nadie me ha hablado así antes.

Respiro. Respiro hondo o voy a soltar un bufido por el modo en que me está tratando a causa de algo de lo que yo no tengo la culpa; intentando que mi tono no sea tan desagradable como el suyo, pregunto:

¿Cómo regresarás a tu casa?

Matt saca entonces su teléfono móvil, me lo enseña y dice:

Tranqui, llamo un taxi.

Su frialdad conmigo me deja sin palabras. ¿Qué he hecho yo para que se esté comportando así? Sin ganas de seguir hablando con el simplemente digo:

-Adios...

-Chao... -responde.

Según salgo de detrás del biombo, las tres chicas se levantan. Le hago una seña a Bambam indicándole que las deje y rápidamente vienen hacia mí. Quieren unas fotos. Nos las hacemos. Están receptivas a lo que yo proponga y, sonriéndoles, las invito a tomar algo en Chopins. Sé que allí están mis amigos. Por supuesto, ellas aceptan sin dudarlo.

Dos minutos después salimos del restaurante. El fotógrafo, al vernos, comienza a lanzar sus flashes contra nosotros y las chicas sonrien encantadas mientras mis guardaespaldas intentan que yo pueda caminar con rapidez. Una vez que llegamos a los coches, que están aparcados en línea, una de ellas se sube conmigo y las otras dos, en el otro vehículo. Molesto por la forma en que ha acabado mi cita, pero intentando disimular el malestar que siento por dejar a Matt allí, arranco el motor y acelero sin mirar atrás.

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Para reyes estoy pensando en daros como regalo un par de capítulos seguidos, ¿que os parece?

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora