CAPÍTULO I

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COSAS QUE NO QUERRÍA RECORDAR


—Aún recuerdo el primer día que llegamos aquí—dije riendo.

—Sí. Tú estabas muy contenta—dijo Carlos, mi hermano.

Los dos sabíamos la exacta razón por la que estaba muy contenta. Y digamos que esa razón no era muy agradable.

—Venga, hoy hago yo la cena—dije decidida mientras me levantaba del sofá.

—¿Hablas en serio? ¿Acaso estoy soñando?—bromeó mi hermano.

—Sí, hablo en serio. Pero si tú la quieres hacer...

—No te preocupes, hazla tú.

—Está bien—dije riendo.

Hoy mi hermano y yo celebrábamos que ya hacía un año que nos habíamos mudado en el piso en el que vivíamos. Era una tontería, pero para nosotros era muy especial. Fue un gran cambio para nosotros.

Vivimos en Madrid junto a nuestro padre hasta que yo cumplí los diecisiete. Como mi hermano tenía diecinueve, decidimos mudarnos a un piso en Barcelona para estudiar ahí en la universidad. Desde entonces no habíamos vuelto a hablar con nuestro padre. Pero todo tenía su explicación..., aunque prefería no hablar de ello.

Al final decidí hacer una ensalada para cenar. A Carlos no le gustó mucho la idea, pero se la comió. Después de eso fui a mi habitación porque me apetecía estar sola.

Por la mañana me tocó levantar a mi hermano. Entendía que era sábado y quería dormir, pero es que ya eran las dos de la tarde.

—Levántate ya. ¿No ves que tienes que estudiar para los exámenes finales?

—Déjame dormir—dijo sin despegarse de las sábanas.

Suspiré, cansada. A veces parecía que yo era la hermana mayor.

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras. Tengo cosas que hacer, así que no voy...

—Vale, vale. Ya me levanto—me interrumpió mientras se incorporaba.

Salí de la habitación con una sonrisa mientras me dirigía a mi habitación. Yo también tenía exámenes finales y tenía que estudiar mucho. Estas últimas semanas habían sido agotadoras de tanto estudiar. Y supongo que así sería también este fin de semana.

Después de tanto estudiar decidí dejar los libros a un lado por el resto de la tarde. Si no lo hacía sentía que me iba a explotar la cabeza.

Justo cuando salí de mi habitación me paré en seco al ver a Sam sentado en el salón.

—¿Qué haces aquí?—pregunté, provocando que diera media vuelta para verme.

—Le he invitado yo—dijo mi hermano apareciendo de repente.

—Qué sorpresa—dije sarcástica.

Samuel o, como le decía todo el mundo, Sam era el mejor amigo de mi hermano. Venía tantas veces al piso que cualquiera diría que vivía con nosotros. Pero él no era un chico como el resto. Sus padres eran los dueños de una gran empresa española, así que su familia y él eran bastante conocidos en España, por no decir famosos. Así que siempre había una que otra cámara por la calle. Y como no, a mi hermano también lo había hecho conocido, entre comillas. Por suerte, yo no tenía nada que ver.

Me dirigí a la puerta de la entrada dispuesta a salir, pero la voz de mi hermano me frenó.

—¿A dónde vas?—me preguntó.

UNAS ROSAS PARA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora