33 - Informante anónimo

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KADIR

Estaban lejos, a cientos de kilómetros de distancia del palacio. Cumplía con su deber, defender el reino. Pero era inevitable que en los pocos momentos libres que tenía, su mente viajara hasta ella. ¿Qué estaría haciendo justo en ese momento? Antes de que pudiera darse cuenta estaba suspirando, perdido entre la distancia que los separaba. Tenía que acabar con esta misión lo antes posible, para así poder regresar y disfrutar de su dulce sonrisa nuevamente.

Su mente divagaba cuando vió a Jens aparecer de improvisto. Una cosa que caracterizaba al mago era su expresión de no importarle nada de lo que sucedía a su alrededor. Por eso cuando vio la mezcla de emociones en su rostro inmediatamente supo que algo terrible habia pasado. En sus manos traía una hoja con un extraño mensaje. Alguien lo había contactado desde la mansión a través del artefacto mágico que él le había dejado a Bethel para mantenerlos informados. El único problema era que no había sido ella, sino otra persona.

La carta explicaba de manera muy fugaz el hecho de que Aylah corría peligro inminente, pues el conde la había agredido y Ellies también. El informante anónimo expresaba de manera urgente la necesidad de que la sacaran de la mansión lo antes posible, pues su vida y su integridad física estaban siendo amenazadas. Decía además que solo podía contar hasta este punto, pues temía por su vida y la de su familia.

Muchas cosas pasaron por su cabeza en ese momento. Primero que todo la posibilidad de que esto se tratara de una trampa. Pero si era así, entonces Bethel había sido atrapada. Si eso había sucedido no tenía sentido que ellos enviaran esta información. Una desesperación que jamás había sentido antes se extendió por su cuerpo, no quería creer, que por no hacer lo que su primer impulso le indicó cuando ella despertó todo había llegado hasta este punto. Su instinto el día que ella cayó sobre su caballo fue espolear al animal y salir de allí a toda velocidad, sin importarle las consecuencias.

No podía pensar, y la misión que estaban llevando a cabo se convirtió de repente en algo sin importancia. Nunca había abandonado algo importante de esta manera, sin mirar atrás, sin dejar órdenes. Estaba siendo totalmente irresponsable, abandonando a sus subordinados abiertamente.

Apenas se dio cuenta de lo que hacía mientras se montaba en su caballo y partía en medio de la noche. Luego los sonidos de varias cabalgaduras le indicaron que otros caballeros se habían unido a su viaje. Le tenían confianza hasta ese punto, de seguirlo sin pensar o cuestionar nada de lo que hacía.

Estaban demasiado lejos y tenían muy poco tiempo así que parar o descansar no eran opciones que pasaran por su cabeza. Los demás, aunque estaban acostumbrados a su descomunal resistencia no podían seguir su ritmo. Jens era el único que los mantenía en marcha, usando su magia curativa en ellos y los caballos para eliminar el agotamiento de manera momentánea. El clima tampoco lo favorecía, la nieve caía de manera persistente amenazando con pronto convertirse en una fuerte tormenta.

Apenas llegaron a la propiedad, él arremetió con su espada contra la reja de la entrada abriéndola de par en par. Loa guardias del conde fueron sorprendidos por semejante intromisión y apenas tuvieron oportunidad de defenderse. Sin que la sensación de intranquilidad desapareciera de su interior, avanzó sin detenerse hasta el cuarto de Aylah. Dos hombres custodiaban la puerta, uno parecía ser un sanador a juzgar por su ropa y el otro se veía como un sirviente de alto rango, el mayordomo quizás.

Con la espada en la mano caminó de manera amenazante hacia ellos. El mayordomo se giró con intenciones de abrir la puerta, para alertar a alguien, pero el sanador en un rápido movimiento extendió un hechizo que le hizo perder el conocimiento. Alzó su mano mostrando en su dedo índice un anillo dorado con una gema roja en el centro. Había encontrado a su informante secreto.

El sanador se apartó de su camino mientras Kadir con un solo golpe de su espada derribaba la puerta de manera estrepitosa. La imagen que lo recibió fue más aterradora y confusa de lo que esperaba. Aylah estaba sentada en una silla, con las manos atadas tras el espaldar, mirando en su dirección con ojos apagados. Las lágrimas mojaban sus mejillas, mezclándose con la sangre que seguía por su barbilla proveniente de su labio roto. Su piel había sido visiblemente marcada, ultrajada de manera vil. La falda de su vestido estaba alzada por encima de sus rodillas, y Ellies estaba ahí con la cara de sorpresa que pone un criminal que acaba de ser atrapado en el acto, cometiendo el delito.

La ira que recorrió su cuerpo era indescriptible, nunca, ni ante su peor enemigo se había sentido así. El solo hecho de imaginarse hasta donde este hombre había llegado a abusar de Aylah encendió una furia bestial, insaciable, que puso su mente en blanco. Apuntó la espada al pecho de Ellies, quería atravesarlo y sentir la sangre escapando de su cuerpo mientras el acero desgarraba su piel. Si, eso sería tremendamente satisfactorio pero no calmaría su sed de destrucción.

Su cuerpo se movió solo, a una velocidad de vértigo. Su víctima no podría escapar, no podría huir de su destino. Ya casi lo alcanzaba cuando una luz brillante hizo que cerrara los ojos mientras los cristales de las ventanas, los espejos y la porcelana saltaban en miles de pedazos al unísono. Cuando pudo ver nuevamente se dio cuenta de que había errado por culpa de la súbita distracción. Sacó la espada del hombro de Ellies con frialdad y alzó su mano nuevamente, iba a cortar su cabeza con un golpe limpio.

Una débil presencia lo trajo de vuelta a la realidad deteniendo su mano antes de que le diera a Ellies el fin que merecía. Alguien lo abrazaba. Entonces la vió, suplicando con voz suave mientras se aferraba a él con todas sus fuerzas. Sus delicadas manos temblaban y sus ojos lo miraban con intensidad. Por un instante se sintió avergonzado de la imagen que acababa de mostrarle, de la brutalidad con la que había actuado. ¿Qué pensaría de él?

No tuvo tiempo de darle muchas vueltas al asunto, pues Aylah se desvaneció de repente. La tomó en sus brazos y salió del lugar, con la misma rapidez que había entrado. Tenían que huir, aprovechar la nieve para que cubriera sus huellas de manera eficaz. Envolvió a su prometida en su capa para mantenerla caliente y espoleó su caballo con urgencia. Mientras más distancia pusieran entre ellos y este lugar, mejor sería.


Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora