En aquellos días en los que no sabía nada, probablemente a causa de mi propia ignorancia, yo era feliz.
Además de saciar las necesidades de su carne, mi príncipe tenía la costumbre de dar largos paseos por su bosque conmigo.
Yo doraba esos paseos, porque amaba el bosque y cada punto en él al que se dirigían mis ojos era exponencialmente embellecido por la silueta del príncipe en él.
Durante esos paseos vivía una fantasía.
Entonces no era el príncipe y yo no era su esclava, solo éramos dos personas oliendo las flores.
Aquel día en particular, mientras almorzábamos sentados en un manto extendido junto al arroyo, me quito el pañuelo que yo usaba en la cabeza como solía hacer a nuestro encuentro, luego me preguntó:
—¿Te gustaron los vestidos que te mande? —solía enviarme vestidos modestos a mis aposentos como el que vestía esa tarde.
Aquellas eran las primeras prendas que podía llamar mías. Incluso me envió con el zapatero para que me hiciera 3 pares de botas y dos de zapatos de campo.
Eran hermosos, pero yo no me consideraba digna de ellos. Solo los usaba porque él ordenó que tiraran la ropa con la que llegué.
—Me gustan—respondí en timidez—, pero son demasiado para mí.
—¿Por qué dices eso?
Mostré el largo de mi manga para que lo contemplara.
—Usar telas tan finas para hacer un vestido tan austero es un desperdicio.
—¿Quieres vestidos finos? —preguntó extrañado.
—No—sonreí medio burlona, Cuando la tormenta de sus ojos se dirigió a mí, suprimí la risa —. Me refiero a que debería usar mantas y trapos gastados para vestirme, no estas telas.
—¿Cómo puedes decir eso? En lo personal, creo que la seda es lo mejor que hay.
—Por eso mismo. Su majestad, la seda, es demasiado cara para desperdiciarla en hacer vestidos para una esclava.
—Qué tontería—se quejó—. Deberías acostumbrarte a la seda.
—Como ordene.
—No es que lo ordene, María—su pesadez aumentó—. Es que debería gustarte. Intento mimarte.
—¿Mimarme? ¿Con qué fin? —me miró y suspiró.
—Mientras más hablamos, menos puedo entenderte.
—Lo lamento mucho—me cohibí.
—¿Por qué?
—Por ser tan difícil de entender.
—No tienes que disculparte por todo.
A decir verdad, yo tampoco entendía del todo a mi príncipe.
Había muchos momentos en los que solo se quedaba en silencio viendo al sol. No me atrevía a preguntarle en qué pensaba en ese entonces, pero su mirada siempre era melancólica.
—María—me llamó de repente mientras el sol amenazaba con ocultarse—, ¿Cuál es tu flor favorita?
Lo reflexioné un segundo como si aquella pregunta tuviese una respuesta correcta y por ende muchas incorrectas.
—Girasoles—respondí al observar como estos se iban cerrando.
—¿Girasol? ¿No es una flor muy simple?
—Lo es. Es simple, pero, a su vez, el girasol es la flor que más recibe la luz del sol, ¿sabía eso?
—No. No lo sabía. ¿Cómo es que sabes algo que yo no?
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Único rey: De esclava de mi hermana a amante de su esposo.
RomanceEl príncipe Alister solicita la mano de la varonesa en matrimonio, solo con una condición, quiere a la esclava María como parte de la dote. María es una esclava cuya vida da un giro al salvar a un príncipe por lo que este promete pagar su valentía...