Fünfzehn

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Rabia desenfrenada.




Volví a lucir el atuendo de la noche anterior: mis pantalones negros, mi camisa transparente y mis zapatos de cuero de antaño. Perfumé mi piel con las últimas gotas de mi fragancia favorita y salí con mi pequeño morral colgando de mi hombro.

— Agradecemos profundamente su elección, esperamos su pronta visita — expresó la encantadora señorita que, gentilmente, me asistió en el mostrador.

Me resultó doloroso desprenderme de la llave de la habitación que me brindaba un cálido refugio durante las noches, sin embargo, mi falta de recursos económicos me impedía pagar por un día adicional. Afortunadamente, Se-hun se ofreció amablemente a cederme su propia habitación para protegerme del frío.

El conductor que mi "mejor amigo" había contratado aguardaba por mí en la entrada del edificio, suspiré levemente al despedirme en silencio y me adentré en el lujoso vehículo que me esperaba.

— Buenas noches, distinguido señor YoonGi, ¿hay alguna melodía en particular que desee deleitar sus oídos en esta ocasión?

Me negué rotundamente y el chofer asintió, poniendo fin a la breve conversación con refinamiento, mientras presionaba el pedal y daba inicio al trayecto.

— Confío en que no me arrepentiré de esta decisión —susurré con suma discreción, pasando inadvertido ante la mirada de mi compañero de travesía.

Las brillantes luces de la ciudad desfilaban ante mis ojos. Transcurrieron cuarenta minutos y finalmente llegamos al prestigioso Stone. Los jóvenes se apresuraban a nuestro alrededor con gran velocidad, ansiosos por ingresar rápidamente a su interior.

— ¿YoonGi? —inquirió una voz a mis espaldas. Volteé de inmediato al reconocer la voz grave que me llamaba con sorpresa.

— ¿Aún tienes el deseo de dispararme en la cabeza? —pregunté con ironía, lamentando inmediatamente mi imprudencia.

A diferencia de lo que anticipaba, soltó una carcajada ante mi audacia. Se colocó frente a mí, desatendiendo a las personas que aguardaban en fila para ingresar y habló:

— No voy a negar que no confío en ti en lo más mínimo —susurró cerca de mi oído—, pero el propietario del bar nos ha dado instrucciones de no perder el tiempo contigo.

— Imagino que debería expresar mi gratitud hacia tu superior por sus consideraciones —susurré, conteniendo un grito cuando me tomó por las caderas e inició la inspección de rutina. El resto de las personas comenzaron a quejarse por haberme saltado la fila, pero NamJoon hizo caso omiso de sus protestas.

— Los chicos como tú no son de su agrado — introdujo su imponente mano en mi diminuto trasero y extrajo el cigarro de cannabis que resguardaba en mi bolsillo—. Te doy la más cordial bienvenida al Stone, querido mentita.

— Imbécil —susurré, huyendo de sus malévolas intenciones.

Una vez adentrado en aquel lugar, los hombres se aproximaban a mí con la intención de obtener algo más que efímeras caricias. Con la frente en alto, rechacé sus insinuaciones y continué mi camino hasta encontrarme con Se-hun.

— ¡Oh, Gi! Me has hecho esperar una eternidad. Estaba a punto de temer lo peor y llamar a los servicios de emergencia.

Tomé asiento a su lado, arrebatándole la copa que descansaba en su palma. Lo examiné con una sola ojeada, en esta ocasión su apariencia desbordaba "novedad" respecto a días anteriores.

— Has dejado crecer tu barba.

— Me vino a la memoria lo mucho que disfrutas la compañía de caballeros experimentados, ¿no me veo acaso como uno de ellos?

— Luces deplorable —respondí, conteniendo mi risa ante su lamentable apariencia.

— Me honras, YoonGi, no esperaba menos de ti —ocultó su incomodidad con una leve sonrisa.

En el momento menos esperado, Se-hun solicitó una segunda ronda de bebidas, y así comenzamos con los coqueteos más sutiles, intencionales agarres de mano y besos en las mejillas que calentaron nuestros rostros fríos. Con el tiempo, la situación cambió, su barba ya no me parecía repugnante, sino que me encendía y provocaba sensaciones en mi estómago que podrían hacerme explotar en cualquier momento.

— ¿Dónde has estado en todo este tiempo? —inquirió Se-hun, acariciando su porra contra mi prominente retaguardia.

— Le doy la más cordial bienvenida al fascinante universo de la homosexualidad, míster heterosexual.

Partimos de inmediato, tras saldar la cuenta y recompensar al personal por sus atenciones. NamJoon no apartó su mirada de mi figura ni por un instante, hasta que me esfumé entre sus ojos.

— Parece que ese fulano está prendado de ti —pronunció Se-hun con cierta dificultad.

— Considera que estuve implicado en el tiroteo anterior —respondí con aplomo, obviando el temor que anidaba en mi ser.

— Deberías tener mucho cuidado, Gi, esos individuos son extremadamente difíciles de enfrentar.

— Si tuviera conocimiento de que mi única debilidad radica en los encantos masculinos y en el deleite de la marihuana, sin duda alguna modificaría su perspectiva —exclamamos con risas resonantes y nos adentramos en un enigmático callejón, atajando nuestro camino hasta alcanzar nuestro destino final.

La residencia de Se-hun se encontraba sumida en un gélido ambiente. Mis pantalones se esfumaron en el instante en que mi supuesto camarada me arrojó violentamente contra la pared. Los suspiros que escapaban de mi garganta avivaban la llama de nuestra amistad.

— Por favor, detente —supliqué, apartando sus juguetonas manos de mis esbeltos muslos.

— He invertido una considerable suma de dinero en esto, YoonGi —pronunció con su rostro inmerso entre mis glúteos.

— ¡Basta ya! —exclamé con voz potente, pero sus labios continuaban deleitándose con mis testículos.

Me impulsé hacia atrás, y debido al efecto del alcohol, Se-hun se desplomó sobre la alfombra. No hubo tiempo para pronunciar palabra alguna, ya que mis puños golpearon con contundencia su rostro demacrado. La ira que recorría mis venas se extendía hasta mis nudillos, los cuales impactaban con mayor fuerza contra su cuerpo. Perdí el control de mis movimientos, y como si me hubiera convertido en una criatura sobrenatural, lo arrojé violentamente contra la imponente puerta, mientras mis pies propinaban certeros golpes a su estómago, dejándolo sin aliento.

— ¡Vaya, vaya, vaya, Gi! ¿Qué es lo que ha sucedido?

— Te advertí que te detuvieras —respondí pausadamente, abrumado por la vergüenza— ¿Te encuentras bien? —intenté acercarme, pero Se-hun me apartó con fuerza.

— Lo más adecuado sería que te fueras, YoonGi, la plata se halla en los bolsillos de mi pantalón.

Con un gesto afirmativo, aceleré el paso, y me negué a aceptar el dinero.

— Te sugiero que utilices el efectivo para acudir al médico, y que te curen las heridas —propuse, abandonando el departamento.

Al salir, mi vista se elevó hacia el cielo: "mañana será otro día."

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora