C1: Scarlet Hills

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Era de mañana, el sol apenas brindaba calidez a los habitantes de Snezhnaya. El invierno eterno de la región dejaba una escarcha persistente sobre las calles y edificios, mientras los habitantes se movían con la rutina de siempre, ajenos a los eventos que se desarrollaban en las cámaras de los Fatui.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Antes, apenas eran cinco heraldos, pero en los últimos diez años su número y capacidad habían aumentado significativamente. Ahora, siendo once, se encontraban reunidos en una junta para decidir sus siguientes pasos bajo las órdenes de La Zarina.

La arconte cryo, con su presencia imponente, se dirigió a ellos sin preámbulos. —El día de hoy no hay órdenes concretas, pero sí una noticia importante—, dijo, captando la atención de todos. —Tenemos un visitante muy capaz que podría arrebatarles un puesto como heraldos. Es de Inazuma.

Una tensión palpable recorrió la sala cuando todos, como si movidos por un pensamiento común, dirigieron sus miradas hacia uno de los suyos. No era humano en el sentido tradicional y había vivido en aquella región hasta hace unos cien años. Con una mirada llena de odio, el de cabello índigo, Scaramouche, les devolvió la mirada, desafiándolos a que sugirieran lo contrario. —No me miren, escorias. No conozco a nadie de esa horrible nación—, proclamó con desprecio.

Otro heraldo intervino, sugiriendo que Scaramouche no conocía al visitante, y propuso dar la bienvenida al recién llegado con una prueba. —¿Por qué no mejor darle la bienvenida con una prueba?—, dijo, llamando la atención de todos.

La pregunta se lanzó al aire: —¿Contra quién quieres enfrentarte, Kaedehara Kazuha?— Las miradas se dirigieron al joven de Inazuma. Kazuha, con voz cargada de ira y determinación, sugirió que se enfrentaría al número uno. Hubo un murmullo de incredulidad y desprecio.

—¿Mocoso insolente, quién te has creído para...?—, comenzó a decir uno de los heraldos, pero fue interrumpido.

La Zarina, con un destello de diversión en sus ojos, interrumpió antes de que las cosas se salieran de control. —¡Oh! Me parece genial—, comentó, haciendo que Signora callará de inmediato. —¿Tú qué dices, Pierotto?

Pierotto, con una sonrisa confiada, aceptó el desafío. —Veamos quién es el que saldrá llorando de aquí—, respondió con desdén.

La pelea que se desató fue más impresionante de lo que cualquiera hubiera esperado. Los golpes y destellos de energía llenaron la sala, y cada heraldo observaba con una mezcla de asombro y creciente preocupación. Nadie podía dar crédito a lo que veían sus ojos, ni siquiera la propia Zarina, quien mantenía una expresión de serena observación.

Finalmente, el combate llegó a su clímax cuando Kazuha, con una habilidad y fuerza sorprendentes, logró derrotar a Pierotto. El silencio en la sala era ensordecedor. Los ojos de los heraldos se abrieron de par en par, incrédulos ante la escena que se desarrollaba frente a ellos. Pierotto, el invencible número uno, había sido derrotado por un forastero.

El resultado de la batalla planteaba preguntas inquietantes. ¿Tendrían un nuevo líder? ¿Pierotto descendería al puesto dos, y todos los demás se moverían en consecuencia? Tartaglia, quien siempre había estado cómodo siendo el último, sintió por primera vez el miedo de ser desplazado. —Un momento, eso quiere decir... ¿¡que me voy!?—, exclamó, sintiendo una angustia desconocida.

Kazuha, con calma, afirmó que no tenía intenciones de robarle el puesto a nadie ni de ser un reemplazo. La Zarina, con una risa fría, confirmó que ya le había asignado una ubicación previa en caso de ganar: el puesto cero. —Bienvenido al equipo, samurai errante—, dijo, oficializando la incorporación de Kazuha.

—Debe ser una broma—, gruñó Scaramouche con desdén, convencido de que todo esto no podía ser real

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—Debe ser una broma—, gruñó Scaramouche con desdén, convencido de que todo esto no podía ser real.

Había pasado menos de una semana y el nuevo ya estaba causando revuelo entre todos, haciendo lo que se le antojaba con una audacia que rayaba en la insolencia.

En esos momentos, Scaramouche había sido asignado para investigar un extraño suceso en la nación de la libertad, Mondstadt. Para variar, el nuevo iría con él. Kazuha, en su tono tranquilo, comentó que debería sentirse aliviado de que fuera él y no Tartaglia quien lo acompañará. —Además, debe ser reconfortante estar acompañado por alguien que viene de tu misma nación—, añadió Kazuha.

Scaramouche se detuvo en seco, procesando sus palabras. —Tú... ¿Cómo es que...?—, intentó preguntar, pero Kazuha lo interrumpió con una sonrisa enigmática.

—¿Qué cómo lo sé? Porque yo sé más de lo que aparento—, explicó, acercándose hasta estar a escasos centímetros de su rostro. —Sé todo de ti, Kunikuzushi—, susurró antes de continuar su camino, seguro de que sería seguido.

Scaramouche, aún asimilando el impacto de las palabras, murmuró para sí mismo mientras lo seguía, decidido a descubrir quién era realmente Kaedehara Kazuha, aunque fuera por las malas.

El viento helado de Snezhnaya se mezclaba con la tensión en el aire. La Zarina observaba desde su trono, intrigada por la dinámica que se estaba desarrollando entre sus heraldos. Los Once, ahora con el misterioso número cero entre ellos, sabían que los días venideros traerán desafíos aún mayores. El samurái errante no solo había demostrado su fuerza, sino también su capacidad para desestabilizar las aguas ya turbulentas de los Fatui. Su presencia prometía cambiar el equilibrio de poder, y cada uno de los heraldos tendría que replantear su lealtad y estrategia.

FATUI's ||Kazuscara||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora