Segundo final

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Hacia un frío terrible, Amberly metió las manos en los bolsillos de la chaqueta buscando algo de calor. El estadio estaba repleto, y apenas podía escuchar la conversación de sus amigos en los asientos cercanos a ella. Estaba de pie, como otro tanto de personas mientras veían el partido de baseball.

Jackie con sus manos rodeo su boca, y gritó;

—¡Vamoooos Sam!– Y entonces comenzó a hacer alguna porra que le hizo obtener más de una mirada divertida.

Sam no le escucho, aparte de estar a varios metros de distancia estaba muy ocupado enfocándose en la pelota. Ella no sabía mucho de eso, pero Daniel le había dicho que si Samuel golpeaba la pelota y el que estaba en segunda base corría lo suficientemente rápido eso sería bueno, así que eso era lo que estaba esperando. Para apoyar a Jackie las demás aplaudieron y Daniela se unió a la porra.

Oliver, un amigo de Sam, sentado en la fila de adelante con Daniel, se giró para ver a la pelirroja.

—¿Desde cuándo Sam tiene su propio equipo de porristas? –Pregunto casi enojado.

Jackie solo le respondió;

—Sí hicieras algo interesante tal vez tú también tendrías uno.

El amigo de Sam se giró con expresión desdeñosa. Jackeline, Amberly, Daniela, Eliza y Malena (amiga de Eliza) siguieron con su trabajo de animadoras, unas más entusiastas que otras.

El público estalló cuando la pelota salió volando lejos, muy lejos. Miro al chico de segunda base correr frenéticamente hasta tercera base y... El público dió otro grito ensordecedor cuando tocó home. Las chicas alzaron las manos, víctimas de la emoción colectiva.

—Dani ¡Las palomitas!– Le reprochó Daniel.

La bolsa de palomitas que Daniela traía en las manos se había vaciado mientras saltaba de la emoción. Oliver tenía algunas palomitas en el cabello.

—Ups.– dijo ella.

—¿No tienes piojos verdad Oliver?– Pregunto Jackie mientras tomaba alguna palomitas de su cabello para comer.

—Si los tengo me los pegaste tú.

—¡Ay! Tanto ruido me tiene aturdida– Se quejo Malena.

—Soporta un poco más, Lena– Le dijo Eliza con humor.

—Estoy muerta del hambre– Dijo Daniela como por quinta vez– Si Sam pierde igual vamos a ir a comer pizza ¿Cierto?

—Pizza de la derrota– exclamó Oliver.

—No creo que le importe que sea de la derrota, mientras sea comer él estará feliz– Dijo Eliza casi con desaprobación.

Pero al final el equipo de Sam terminó ganando. Cuando el juego termino oficialmente todos corrieron a la entrada del estadio, para esperar al chico y abalanzarse sobre él. Aquella pizza fue una pizza de la victoria.

Un año había transcurrido así, entre risas, amigos y salidas. Ahora Amberly tenía diesisiete y estaba a dos meses de entrar a su último año de secundaria. Su vida había cambiado en distintas formas y había aprendido mucho acerca de su fé. Ayudaba con las reuniones del grupo de jóvenes y comenzó a asistir a las salidas evagelistas, aunque la mayor parte del tiempo solo observaba, repartía algún tratado y aprendía de sus hermanos en la fe. De quién siempre aprendió mas fue de Gustavo Arismendi abuelo, al que nunca dejo de visitar, tal vez porque él nunca dejo de invitarla a tomar algún libro de su estante y luego compartirle su opinión.

Julio definitivamente había notado el cambio, en mentalidad y en la curva en el labio de la chica, que pasaba mucho menos tiempo curvado hacia abajo. Cuando tuvo oportunidad de pasar tiempo con ella en las navidades tuvo la sincera impresión de algo que lo dejo pensando... Que su oración aquel día en el autobús en realidad había sido escuchada. Que había quien escuchaba las oraciones, y que actuaba según Su voluntad perfecta, con una sabiduría perfecta y una soberanía absoluta.

GraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora