Día 1: En sus Marcas...

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En este glorioso primer día, nuestros Libertinos son conducidos a ciegas por ocho de nuestros choferes a un antiguo aeropuerto en el centro de la ciudad de Nueva York. En todos se puede notar la incertidumbre y la emoción de conocer tanto el lugar donde pasarán los meses que siguen, como a sus futuros compañeros íntimos. ¡Menuda sorpresa que se llevaron! Al ser vendados de los ojos en cuanto pusieron un pie dentro del automóvil. Privados así de su visión, uno a uno suben a un novedoso avión privado que simplemente no encaja con el acabado aeropuerto en el que se ha estacionado. También resulta triste que nuestros Libertinos no puedan ver ninguno de los lujos con los que el vehículo cuenta; vino de todos los tipos, aperitivos de curiosa apariencia, y el interior del fuselaje está revestido de espejos y oro blanco.

El avión despega sin avisos ni preparativos; nuestros amigos tienen prohibido hablar en el transcurso del vuelo, pero tampoco es tan largo como para lamentar esta pequeña condición; agradecemos que la tecnología nos permita hacer del viaje un lapso de no más de media hora. Como antes se ha mencionado, la mansión se encuentra en una isla apartada de todo frente un litoral precioso y detrás de una jungla voluptuosa. A pesar de esto, no siempre ha sido así. Los registros indican que la última vez que la casa estuvo habitada por un gran deportista, la zona que la rodeaba era en realidad un desierto que nada tiene que ver con nuestra selva adjunta a la playa; pero es todavía más extraño, el hecho de que tampoco era una isla, sino una extensión del Desierto de Sonora. Tomen en cuenta que hoy día, la isla se encuentra al otro lado del continente. Pueden pensarlo una y otra vez, pero nunca encontrarán una solución lógica.

En fin. La tensión crece pasados apenas los diez minutos en el aire; los Libertinos ya han dejado atrás a Nueva York desde los tres minutos, pero les sigue pareciendo que van a seguir en el avión por muchas horas más. En cierto modo es gracioso que piensen eso y que no tengan ni la más mínima idea de nuestro itinerario. Se puede ver como Hércules mantiene la calma e incluso se reclina frente a la ignorancia de sus compañeros. Otros, como Torrepija, no dejan de mover las rodillas de un lado a otro y se ve que El Cipote ya comenzó a sudar. Es este conjunto de gestos y reacciones es lo que hace un buen show, esperemos que lo mantengan por los siguientes ciento diecinueve días.

El destino trabaja como se le antoja; a veces de maneras muy elaboradas, otras veces, es completamente aleatorio. Pensemos entonces que, sentados los ocho alrededor de la mesa circular en el centro, dos de ellos extienden simultáneamente la mano para coger un plato, precisamente el mismo plato. Noten que ambos están vendados de los ojos, no conocen el contenido del plato y desde luego, no están conscientes de que hay alguien más en el avión. Es así como Antínoo se da cuenta de la presencia de Pan y retira su mano rápidamente pensando que tocó algo o alguien que no debía estar ahí.

Él deja escapar un sonido en señal de sorpresa, lo cual hace que Hans voltee hacia él con el mismo pensamiento de percibir un fantasma; Torrepija mueve de más la rodilla y le pega a Kimura, quien le regresa el golpe y a su vez le da otro a Vulcano, que se encuentra a su izquierda. Entonces todos se quitan las vendas y algunos se levantan, exclamando casi al unísono y luego riéndose porque todos creían que estaban solos. Al parecer el joven Hércules también tiene dotes de actor, porque se ha adaptado a la situación mejor de lo que esperábamos y ha sabido fingir bien. Para entonces ya han transcurrido casi por completo los treinta minutos del viaje y el avión se sacude con fuerza, regresando a todos a sus lugares y aterrizando en el acto.

Las copas se caen y se rompen en mil pedazos, y los bocadillos se tambalean una y otra vez en sus platos elevados hasta que corren la misma suerte que las copas, pero hacen un batidillo en lugar de un cementerio de cristales. Los Libertinos se ven ridículos en su intento por evitar la catástrofe y mantener su propio equilibrio a la vez; pero ya el daño está hecho y ahora deben bajar del avión para recobrar el aliento. Uno a uno, todavía en una pieza, van todos saliendo al encuentro de Febe Duclos, su anfitriona y guía en la mansión y la única mujer que verán ocasionalmente en su hogar. Duclos es mujer de gran belleza y físico alucinantes; es una lástima que no cause efecto alguno en ninguna de las entrepiernas de nuestros chicos. Y su primera tarea como anfitriona, es la de entrevistar minuciosamente a los Libertinos, no sin antes darles una reprimenda por romper la única regla que les había sido impuesta en el avión:

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2015 ⏰

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