AMAIA
El día se encuentra lluvioso, me dedico a intentar mantener mi mente algo despejada sintiendo como caen sobre mí las gotas gruesas de la lluvia que domina con gran poder al lugar, escucho a mi madre llorar sin parar; pidiéndole misericordia a la señora Yeardwood.
Arrodilladas en el patio principal de la residencia de la familia, la señora nos ve tomando elté en la comodidad y respaldo de su habitación.
— ¡Su señoría! – comienza a exclamar mi madre. — Amaia es solo una niña, no sabe nada.
Admirar a mi madre suplicando perdón por mis acciones, y que se humille ante la señora, me llena de impotencia y dolor, una fuerte presión se crea en mi pecho, llenando mis ojos de lágrimas.
— No era su intención romper la horquilla de Alya.
— Madre – grito desde mi lugar.
— Por favor, perdone a Amaia, Gran Esposa. – continúa mi madre ignorando mi llamado.— Realmente no quiso romper la horquilla de Alya.
Sigue diciendo una y otra vez que me perdone mientras se inclina repetidas veces, en señal de respeto. La señora se mantenía con su expresión neutra haciendo caso omiso, tomando tranquilamente su taza de té, la cual en un momento coloca nada sutil sobre la mesa generando un fuerte sonido cuando se encontró en contacto con la madera de la misma. Dando la señal para nosotras de silencio, hacia mi madre.
No tardó mucho en exclamar a los sirvientes la orden de mi castigo, la cual contaba con cincuenta azotes de vara .
Y como era de esperarse, aunque fueran amigos de mi madre la respetaran o incluso me habían cuidado de pequeña, tenían que cumplir aquella orden. Me acomodaron en el potro, para cumplir con mi castigo, no grité, ni lloré, simplemente cerré mis ojos, esperando el primer impacto el cual no tardó mucho, cuando los empecé a sentir en la espalda, haciéndome retorcer en mi lugar por el dolor y el ardor esparciendo por mi espalda, el sentimiento de cómo se iba reventando mi piel ante el acto, que se fue repitiendo una y otra vez.
— ¡Amaia! ¡Amaia! – escucho que grita mi madre llorando, bajo la lluvia que no ha cesado.
— Te lo ruego, solo discúlpate, ¿lo harás?
Me quedo en silencio recibiendo los azotes que no paran.
¿De qué me iba servir disculparme? solo le alimentaria el ego de la narcisista a la que llamamos señora Yeardwood, primera madre de esta casa.
— Pídele disculpas a su señoría, ¿podrías hacer eso? Amaia, ¡dejen de azotarla, por favor! – sigue mi madre llorando, mientras siento como por mis mejillas resbalan mis lágrimas, siento entumecido mi cuerpo por el tiempo que tengo bajo la lluvia.
La señora Yeardwood, sale de su habitación observando como su orden estaba siendocumplida. Escucho su sonora respiración, cuando en acto seguido decide tomar la palabra.
— Alya es la hija de la esposa del señor Yeardwood – comienza. — Tienen un estatus diferente, las más jóvenes deben respetar a las mayores. Esa es la regla. – termina.
Mi madre posa su brazo en mi espalda, recibiendo el impacto del azote. Cayendo al piso con brusquedad.
— ¡Madre! ¡Madre! – grito en medio del llanto. Por miedo a que por la situación y emociones, vaya a perder su embarazo.
Mi madre no me responde solo pensó en posarse encima mio, para recibir todos los impactos. Después de un rato y de que ella haya recibido algunos impactos su vestido comienza a brotar al suelo líquido rojo mezclándose con el agua de la lluvia que no cesaba.
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Los Juegos del Destino
RomanceNacida como la hija de una concubina, Amaia Wixx era muy consciente de su bajo estatus y su falta de vínculos sociales. Pero su rango inferior nunca le impidió decir lo que pensaba ni a perseguir perseguir sueños. Con la creencia de que las mujeres...