Selenophile: Amor a la Luna.
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Los ancestros los eligieron sabiendo que se complementarían a la perfección. Serían una fuerza de la naturaleza, salvaje, inhóspita y Leal.
Sus genes lo presentían, los músculos de sus coraz...
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Artemisa miraba en todas direcciones con evidente nerviosismo, mordía su dedo pulgar con ansiedad y creciente adrenalina corriendo por su sistema. Ni siquiera el sonido de las olas lograba calmarla.
—Estás arruinando la operación, Black— bufó Paul, aún con la espada encorvada y un gran nudo de cables entre sus dedos.
—Iremos a prisión y papá me matará— se lamentó la muchacha tirando de su cabello con verdadera angustia. —¡Soy demasiado bonita para ir a prisión, Paul!— chilló en voz baja.
—¡No iremos a prisión, maldición!— gruñó Lahote girando los ojos. —Esto está listo, ¿Tienes los fósforos?— preguntó sin mirarla pero extendiendo su mano para recibirlos.
—Claro que los tengo— dijo obvia, entregándole la caja. —¿Estás seguro de que eso no te explotará en la cara cuando lo enciendas?— preguntó bastante insegura, observando al moreno prender la mecha.
—Tu querías ver fuegos artificiales y te daré fuegos artificiales— sentenció decidido. Acomodó los explosivos de forma que estuvieran apuntando al cielo anaranjado gracias a la puesta de sol.
El Lahote seguía acomodando los artefactos sin presión alguna, como si la mecha no estuviera por acabarse. Artemisa, quien había estado embalsamada mirando al Lahote batallar con una roca y los explosivos, abrió grandemente los ojos al ver los pocos centímetros que quedaban en la mecha.
—¡Paul, la mecha!— exclamó Artemisa tironeando la sudadera gris del Quileute.
—¡Demonios!— gritó Paul al darse cuenta de su descuido, la arena bajo sus pies lo hizo tropezar antes de incorporarse correctamente.
Tomó con fuerza la mano de Artemisa y juntos corrieron detrás de unas grandes rocas a orillas del bosque.
—¿Lo logramos?— preguntó Black con entusiasmo, esperando con ansias el espectáculo en el cielo.
—Claro que lo logra…— la primera explosión se hizo presente, iluminando el casi oscuro cielo sobre la playa de La Push.
Ambos jóvenes miran hipnotizados el color azul de los brillos que flotaban en el cielo, era simplemente mágico a los ojos de Artemisa. El color morado le siguió, maravillado aún más a la joven.
Paul desvió su atención a la chica Black, admirando su perfil iluminado por destellos morados, su sonrisa tan característica siempre lograba robarle el aliento y ese brillo en sus ojos que siempre tenía cuando algo la impresionaba, valió cada centavo que esos fuegos artificiales le habían costado.
