Lo supo cuando se conocieron.
Aquel 2019 en el que Lando entró en su vida. Aquel día que entró como piloto de McLaren y ahí estaba. Ahí estaba Lando Norris, el chico por el que estaba loco desde que lo vio. Su diamante en bruto que nadie había descubierto aún. Salvo él, claro.
Recordaba perfectamente esos ojos verdosos, esos lunares que formaban constelaciones en el firmamento de su piel bronceada. Sus rizos, de aquellas, no tan bien formados. Su cuerpo fino, su cuello no tan entrenado como en la actualidad. Lando era perfecto. Era su tipo. Era el chico mas hermoso que había visto jamás.
Era el diamante perfecto, que en las manos adecuadas, sería el más valioso. Y esas manos eran las de Carlos. Tenían que ser las suyas. No permitiría a nadie profanar al chico de ahora casi veintidós años. Su chico.
Quizás su mayor estupidez había sido firmar con Ferrari. Temía que Lando y él se alejasen, pero nada más lejos de la realidad. Estaban incluso más unidos. No por nada en concreto, bueno, en realidad... Carlos sabía como jugar sus cartas. Aunque tampoco es que lo pasase mal con Charles. Sabía que el monegasco estaba enamorado de su amigo francés, pero eso no impedía que ambos pasasen horas en alguno de los motorhome follando. No es que a Carlos le gustase, era mero control. Control por no follarse a su precioso niño. Porque moría por agarrar y acorrarlo contra una pared, besarlo y decirle que estaba loco por él, hacerle sentir sus sentimientos a través de la piel. Quería demostrarle tantas cosas con un simple roce.
Quería pulirlo, claro que quería. ¿Pero cómo profanarlo? Lo cuidaba y velaba por él. Si algún periodista o fan se pasaba de la raya, estaba ahí para intimidarlos; si alguien en el paddock hacía un mal comentario, el español no dudaba en intervenir. Su niño era frágil y eso era lo que lo mantenía ligeramente cuerdo. Lando no era un cualquiera, Lando era su tesoro, su niño, su ángel. Lando lo era todo para Carlos y sabía que tenerlo en sus garras, terminaría por corromperlo y temía por ello. No quería teñir de negro las alas de su ángel.
Tenía que conformarse con follarse Charles mientras pudiera, romperle el culo pensando que era Lando quien estaba abajo suyo, correrse por su cara y demás guarradas que se le viniesen a la mente. Deseaba hacer todo eso con Lando, pero no podía. Quería protegerlo y eso implicaba protegerlo de si mismo. Pero moría por hacerle el amor, primero lento y luego duro.
-Bésame, joder. Carlos, Carlos, ¡Carlos!
-Nada de besos, Charles. Lo sabes.
La única condición de Carlos era esa. Nada de besos. No solo con Charles, sino con todo aquel con quien mantenía relaciones. Hacía varios años que tenía esa norma. Sus sentimientos nunca iban más allá de mera atracción sexual, así que veía los besos como algo que podía ser omitido, sobre todo cuando un beso podía ser el desencadenante de un romance. Si simplemente usaba a sus parejas sexuales como meros medios de diversión personal, se ahorraba que algo así pasase, porque nadie con dos dedos de frente se enamoraría de alguien que te rompe y luego ignora tu existencia.
Sin embargo, conocer a Lando había cambiado eso. Fue un flechazo a primera vista, pero con el paso de la temporada de 2019, no pudo evitar caer en sus redes, le gustaba su niño. Al que debía proteger. Se había enamorado de su protegido. Y era la única persona en el mundo a la que quería besar.
Carlos se corrió finalmente en el abdomen de Charles. Ambos se limpiaron y vistieron, para hacer como que no había pasado nada. Tenían una buena amistad y si bien el sexo era abundante entre ambos pilotos, era algo momentáneo. Pasaba y lo olvidaban. Carlos buscaba no irse a los brazos de Lando y Charles buscaba no irse a los brazos de Pierre. Lo que pasase en la cama, ahí quedaba. En cierta parte, lo agradecía. Así su amistad se mantenía como si nada y podían hacer entrevistas y challenges como si fueran solo dos compañeros de equipo y no dos hombres que follaban con el otro tanto como podían.
ESTÁS LEYENDO
Hecho a medida 『Carlando』
RomanceCarlos sabía que tenía un diamante en bruto. Un diamante que tenía que ser pulido. Un diamante que él se encargaría de hacer a medida. Lando era suyo.