Sentenciado a Muerte

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Roger salió de la sala a toda velocidad, mirando con cautela los pasillos por dónde pasaba. El hombre tenía recuerdos vagos de la base. Todo parecía igual en su diseño, pero a la vez se sentía diferente. 

Debía apresurarse a llegar al hangar, entrar a la sala de lanzamiento y programar la apertura de las compuertas de los vehículos. Había posibilidades de que los protocolos y claves hubieran cambiado, pero a pesar de que tenía todo en su contra, debía intentarlo. Era el tipo de persona que no dejaría perder sus esperanzas. Si le habían mentido una vez, lo harían siempre… Necesitaba averiguarlo por sí mismo. 

Al llegar a un cruce, la luz de los pasillos se tornó roja y una alarma comenzó a resonar por toda la base. Patrick había logrado levantarse y activar las alertas. 

—Código Iota. Persona no autorizada —dijo una voz femenina por los altavoces. 

Roger se pegó a las paredes mientras observaba cómo ciertas compuertas comenzaban a cerrarse de forma lenta. El hombre logró colarse en un pasillo de conexión antes de que se cerrara la última. Trató de no perder la cabeza. Poseía un traje estándar, sin herramientas ni nada que lo pudiera ayudar para crear un corto en los mecanismos. Era malo para los circuitos, sin embargo, cuando vio la ventilación a nivel de suelo, no dudó. Su estrategia era arriesgada; cabía la posibilidad de que se quedara en un ducto sin salida, pero tenía la adrenalina a tope y había llegado tan lejos, que ahora no se detendría. 

Al descender, notó que el lugar era amplio, lo suficientemente grande como para que cupiera una persona de mediana estatura, pero no para Roger. Era alto y algo corpulento, por lo que avanzó agachado varios metros hasta toparse con un ventilador enorme. No podía pasar por ahí. 

El hombre estaba tan estresado, que tuvo que contenerse para golpear las paredes; no obstante, el sonido de pasos en la parte de arriba le hizo seguir con detenimiento la dirección en la que venían. Eso sólo lo motivó un poco más; había salido de la zona de contención. El protocolo no bloqueó toda la base. 

Mientras tanto, Patrick se encontraba gritando por los comunicadores. 

—¡Quiero a todas las unidades disponibles buscando a ese hombre! Es una amenaza.

—Señor, se ha accedido a la zona de contención, no se encuentra el sujeto —contestó una voz con cierta parsimonia. 

—¿¡Qué… ha dicho!?

La alerta llegó hasta los oídos de Lorna Sanders, quien todavía se encontraba analizando a Lúa, y como si la emergencia tuviera que ver con ella se precipitó a salir de la enfermería.

—Tengo que atender un asunto importante —anunció a los custodios—. Vigilen a la prisionera, no tardaré —agregó y corrió a lo largo del pasillo, mientras Yurk y Bill la veían alejarse.

La base estaba sumida en el caos. El ambiente se pintaba de rojo, mientras que por los pasillos circulaban varias unidades del comando de seguridad interna para localizar al coronel. Por los comunicadores se escuchaban los informes de la infructuosa búsqueda. 

—Aquí la directora de piso, comuníqueme con la sala de reactores. 

—Comandante Delta nueve al habla. Se reportó movimiento en las ventilaciones. No puedo establecer comunicación con la unidad asignada al ala oeste.

La directora se llevó la mano al entrecejo. 

—Gracias —respondió cortando la llamada y redirigiendo la comunicación con Patrick—. Es probable que el objetivo vaya a la sala de reactores. 

—Ese hijo de… —comentó Patrick—. Despliegue las unidades, se autoriza uso de la fuerza para contener a Roger Dickinson. 

Roger, por su parte, se encontraba sobre un soldado al cual tenía sometido con una llave mientras que con la rodilla lo mantenía en el suelo imprimiendo todo su peso. 

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