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Con la excusa de no querer ensuciarlo, me había quitado el colgante que Kaiden me había regalado; se sentía tan incorrecto llevarlo que casi notaba que el metal quemaba mi piel.

Mi giré en la cama, observando el perfil de un Kaiden dormido, con la respiración acompasada y el rostro relajado. Y aún y todo, ya no era capaz de ver a mi Kaiden, si es que esa persona existía.

No lo reconocía; era como dormir junto a un desconocido.

Supongo que por eso no pude cerrar los ojos ni un instante. Hoy era el día de Nochevieja. La gala.

El punto final.

Lancé una mirada a la oscuridad de la habitación, justo a la esquina en la que estaba mi maleta, casi sin deshacer; no había tenido tiempo para hacerlo.

Igual la maleta seguía ahí por algo.

Quizás tenía que escuchar esa conversación porque era lo que necesitaba para tomar una decisión.

En silencio, salí de la cama y caminé descalza hasta mi maleta. Procurando no despertar a Kaiden, tomé la bolsa y salí de puntillas de la habitación.

No lo miré por última vez. No reflexioné sobre lo que estaba haciendo.

Bajé las escaleras hasta la entrada y me coloqué el abrigo por encima del pijama, abrochándomelo hasta el cuello, después me puse las deportivas. Tendría tiempo de comprar un boleto de avión de camino al aeropuerto.

Busqué en el teléfono el número de un taxi mientras cerraba la puerta detrás de mí. Con el corazón encogido, eché a andar lejos de la casa; no quería que ninguno se despertara y me encontrara fuera.

El frío de la noche se clavaba como agujas en mi piel mientras me frotaba los brazos, intentando entrar en calor. El taxi llegó unos minutos después.

—¿A dónde? —preguntó cuando frenó delante de mí.

Lancé la maleta a la parte trasera y me senté, cerrando la puerta detrás de mí.

—Al aeropuerto.

Joder. Aún no había buscado el maldito boleto. En silencio, ignorando las miradas que me lanzaba el conductor por el retrovisor, empecé a buscar por internet el más cercano.

Había uno que saldría en dos horas.

Costaba 200 dólares.

Usé por primera vez la tarjeta de crédito que mis padres controlaban en cuatro meses. Y no me importó que pudieran ver la transacción ni lo que pudieran descubrir con ella.

Permanecí unos segundos de más mirando a la pantalla vacía del teléfono; no era justo. ¿Qué pensaría Lily cuando se despertara y yo ya no estuviera?

Era mi mejor amiga, aunque fuera la hermana de Kaiden.

¿Podríamos seguir siéndolo ahora?

Me sentía como si la hubiera abandonado.

Al final no aguanté más y entré en el chat que teníamos juntas. Lily merecía algo. Tecleé rápido, antes de que pudiera arrepentirme.

Cuida de Elvis en mi ausencia.

Lo siento.

Envié el mensaje y coloqué el móvil en modo avión. No quería ver las llamadas perdidas de Kaiden, ni la respuesta de Lily. No quería saber nada.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora