CAPITULO 22

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Said y su hijo Onur desarrollaron un fanatismo fervoroso por la ópera. Y era muy usual verlos en un palco del gran teatro de Londres disfrutando de las funciones. Los llamativos extranjeros vestían ahora ropa tradicional de su tierra , ya que en la ciudad Said era reconocido por su importancia política al igual que cualquier  diplomático de otro lugar. 

Una de estas noches mientras disfrutaban de Tosca , Said tuvo la necesidad de descansar un poco la vista y miro unos segundos a la multitud en los palcos de abajo en el recinto.

Casi sin notarlo sus ojos se toparon con los de una mujer que lo observaba desde el otro extremo del teatro. Ella tenía puesto un vestido verde inglés de escote profundo y lucía un collar de esmeraldas en su cuello. Su cabello rojo fuego semirecogido la hacía inconfundible. Era Sabrina Kenworth.

Lo había buscado varias veces durante sus viajes de negocios a la ciudad pero sin éxito. Y ahora por pura casualidad lo encontró finalmente. Necesitaba hablar con él para saber si había cumplido con su palabra de destruir la evidencia de su crimen. 

Casi sin pensarlo al terminar la función lo espero a la salida del teatro. Pero se sorprendió al ver a Said acompañado por un adolescente y dos escoltas que no permitían que nadie se acerque.Llamó su nombre y corrió tras ellos sin importar que había gente aún esperando sus coches.

Said sintió su corazón dando un vuelco al escucharla pero no sé detuvo sino hasta llegar a dónde su coche esperaba ,detrás del recinto. 

—Lleven a mi hijo a casa, debo hablar con la dama que viene detrás nuestro— indicó el sheik , Onur protesto pero al mirar en esa direccion vio a una hermosa mujer recargada en una de las columnas del teatro,agitada por la distancia que había corrido.

Cuando el coche se alejó , el sheik volteo hacia donde Sabrina lo esperaba. 

— Es un gusto verla nuevamente señora Kenworth.

Ella tomó aire y dió un paso adelante. Observó la túnica y la cabeza cubierta del sheik , su atuendo era extraño pero no lograba hacerlo ver menos apuesto de lo que era. 

—Le he buscado mucho tiempo , necesito hablar con usted. 

Said miró a su alrededor y escuchó el ruido de caballos acercándose. Era el coche de Sabrina, ella lo invitó a subir. 

Una vez dentro del vehículo comenzaron a marchar por la calle empedrada. Ella abrió una de las ventanillas y lo miro en la penumbra mientras el encendía un cigarrillo. 

— ¿Dónde vamos? 

— Al hotel donde me estoy hospedando. Podemos tomar un café si no es molestia.

—No, no lo es. Pero no es necesario. Diga lo que deba decir y déjeme en alguna avenida. Tomaré otro coche a mi casa.

Sabrina sintió sus palabras como un golpe al estómago. Su indiferencia era algo para lo que jamás se había preparado. 

—De acuerdo. Solo quiero saber que hizo con la confesión y el arma.

Said la miro de perfil y sonrió mientras las volutas de humo se disipaban.

— A la confesión la queme hace bastante tiempo. Y el arma lo arrojé al mar en uno de mis viajes a Francia. Puede estar tranquila. 

Sabrina suspiro aliviada pero percibió cómo el sheik golpeaba la ventanilla pidiéndole al chófer que se detenga.

—¿Por dios… tanto me odias? 

Pregunto en un impulso, y entonces la expresión en el rostro de Said se transformó.Había luchado por mantener la compostura todo ese tiempo.

—Si no bajo ahora voy a hacer que te atemorices otra vez. Y repetiré los errores que nos pusieron en esta situación.

Sabrina sintió su cuerpo temblando de ganas de besarlo y el profundo temor a las consecuencias de aquel deseo. El coche se detuvo y Said puso su mano en el picaporte para abrir la puerta luego de despedirse de ella. 

La Elegida del SheikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora