Como la flor de pascua que florece en invierno, el vínculo del amor es eterno y lleno de luz en los días más oscuros.
El tiempo parece haberse detenido alrededor de ellos. Assane ha respondido a la pregunta de Emma sin apartar la mirada de Min-ho, pero, en realidad, lo que esa respuesta representa no es sino un rayo de esperanza para los dos. Ambos lo saben, por eso se hablan con la mirada. Los dos entienden que algo ha cambiado para siempre, y de pronto, desearían poder estar en otro lugar, a solas, hablar y decirse todo lo que ambos se mueren por decir.
—Me puto muero de lo monos que sois —dice Emma, dando un golpe a la mesa y el último trago a su copa, para, acto seguido, servirse otra.
Este comentario hace que el hechizo entre Assane y Min-ho se rompa provocando que ambos vuelvan a sentarse rectos en su sitio. Assane haciendo esfuerzos por fingir indiferencia y Min-ho ya casi morado de la vergüenza. Aunque a estas alturas, ya nada le importa, ni siquiera las tonterías de Emma. No, nada le puede preocupar, porque Assane acaba de darle algo que antes no tenía: esperanza. Y por si eso no fuera suficiente, su chico francés no ha apartado la mano de la suya, sino que la ha apretado con más fuerza cuando se ha recolocado en el asiento. Y ese gesto, aunque nadie más lo esté viendo, lo es todo para él.
Amelia, que siente que hay cierta injusticia en el hecho de que siempre sea Emma la que se divierta a costa de todo el mundo, ha decidido que es el momento de vengarse.
—¿Y tú, Emma? ¿Qué tal en Madrid? ¿A cuántas chicas te has tirado? ¿O es que ya has abandonado esos hábitos? —Amelia se arrepiente un poco en cuanto ve la cara de Mara, pues ese comentario no le hace especialmente gracia. Aun así, quiere llevar a Emma hasta el límite para que no le quede más remedio que confesar.
—¿Y eso me lo dices tú? —replica Emma, nerviosa, sin dejar de mirar de hito en hito a Mara. —No es que haya sido yo la más picaflor de este grupo, querida.
—Sólo es mera curiosidad, —añade Amelia dando un sorbo a su copa y disfrutando de lo encendido que se ha puesto el rostro de su amiga.
—Para tu información, he sufrido una especie de renacer en mi vuelta a Madrid —explica exagerando la pronunciación de las palabras que el alcohol le impide verbalizar bien. —Sí, eso es. Un renacer, en cuerpo y alma. Soy otra mujer, más guapa, más lista, y más FIEL —puntualiza mirando a Mara. La situación es tan cómica, que, hasta Diego, Min-ho y Assane se aguantan las ganas de reír.
—Ah, ¿sí? Pues, enhorabuena, —sigue Amelia. —Nunca pensé que viviría para ver algo así. Qué afortunada será la mujer que se enamore de ti.
—¡Afortunadísima! Soy una bendición, una reina bajada del cielo. Soy lo mejor que le puede pasar a esa persona —pero entonces, ocurre lo más inesperado del mundo. Porque Emma, ha pronunciado esas palabras sin creérselas y mirando a Mara con una culpabilidad terrible en la mirada, y ahora comienza a gimotear y las lágrimas lo inundan todo de repente. —¡No es verdad! ¡No soy un partidazo! ¡Yo soy la afortunada! —Emma ahora habla por completo girada hacia Mara, y las demás personas de la mesa observan con atención y asombro este giro de los acontecimientos. —Soy lo peor, un infierno. Bueno, era. Ya no, ya no lo seré —balbucea. —Te cuidaré como el tesoro que eres, el más sagrado de todos los tesoros del mundo mundial, —añade cogiendo las manos de una Mara cada vez más impactada. —Nunca seré digna de ti, pero haré lo posible por merecerte. El beso de ayer fue INCREÍBLE.
—Emma... —suplica Mara algo avergonzada, aunque bastante radiante.
—No, de verdad. El mejor beso del universo, de aquí a la luna. ¡Todos tus besos han sido los mejores de mi vida!
—Emma... —vuelve a insistir Mara.
—Y el sexo que hemos tenido ha sido buenísimo, ¡pero el que vamos a tener a partir de...!
Mara, desesperada por callar a Emma que parece desatada, se ha abalanzado sobre ella y le ha tapado los labios con un beso.
El silencio se instala en el gran salón y cuando ambas se separan, el corazón de los presentes se ensancha al escuchar que Emma dice, muy bajito:
—Te quiero.
Todos están seguros de que Mara siente lo mismo, pero la pobre está tan en shock y siente tanta vergüenza por la situación y por ser el centro de atención, que saben que no dirá nada. Diego siente que tiene la obligación de romper el momento para salvarla, y sin pensar demasiado en lo que está haciendo, dice:
—Assane y yo nos venimos a vivir a Granada.
La noticia cae como una bomba, provocando que todas las caras se giren hacia él. Bueno, al menos ha logrado sacar a Mara del apuro.
—¡¿QUÉ?! —preguntan, Mara, Emma y Min-ho a la vez.
Assane y Amelia le miran con la diversión pintada en el rostro. Pues no se imaginaban que la conversación iba a resultar así, y menos por cortesía de Diego.
—Sí, —dice Amelia con convicción.
—Un momento, ¿tú lo sabías? —pregunta Mara, que parece haber recobrado el habla.
—Sí, llevo tres meses preparando todo con ellos.
—Pero vamos a ver, —dice Emma, que casi ha recobrado la sobriedad por el susto, —¿es que el amor os ha vuelto a todos idiotas?
—Mira quien fue a hablar... —replica Amelia.
—Un poco sí, —se sincera Diego sin vergüenza. —Pero no es lo que estáis pensando. No nos venimos a vivir aquí sin más. Vamos a montar aquí otro hostal para nuestra franquicia. Hace ya mucho tiempo que Assane y yo queríamos intentar abrir uno en España, y, debido a los últimos acontecimientos, ambos hemos creído que no podría haber un lugar mejor que Granada.
—En serio, esto es tan moñas que podría potar. Pero en realidad, me alegro —dice Emma.
—¿Y cuándo venís? —pregunta Mara. —¿Dónde estará el hostal?
—Aquí mismo, —responde Diego levantando las manos para englobar todo el salón.
—¿Cómo? —balbucea Min-ho que es quien más impactado está.
—Oui, —responde Assane, no sin antes carraspear de los nervios. —Hemos comprado esta gran casa para hacer de ella un hostal.
Sus manos aún están entrelazadas bajo la mesa, y como Min-ho parece incapaz de reaccionar a nada, Assane le aprieta con fuerza como para tratar de confirmar que lo que dice es cierto.
Todo el universo de Min-ho se ha sacudido en un segundo. Vino a la cena con su estúpida sudadera y sus ilusiones casi apagadas, y en cuestión de unas horas, todo eso ha sido sustituido por una felicidad tan desbordante que ni siquiera es capaz de reaccionar. Y no cree que sea capaz de hacerlo hasta dentro de muchas horas más. Lo único que puede hacer es sonreír como un tonto.
—Bueno, pues supongo que habrá que brindar por ello, ¿no? —dice Emma cogiendo otra botella de vino y sirviendo a todo el mundo sin darles tiempo a responder. —¿Chin, chin? —pregunta alzando su copa. —O bueno, ¿cómo se dice en francés?
—Santé —responde Assane mucho más animado tras ver la sonrisa de Min-ho y cogiendo su copa para levantarla también.
—Pues eso, venga. Santé! —grita Emma.
Y mientras todos le imitan y el entrechocar de las copas llena la sala, Min-ho empieza a sentir un enorme cosquilleo en la boca del estómago. Como un arroyo burbujeante que le llena de una vida inesperada. Como acto reflejo y como manera de anclarse a esta nueva realidad que quiere recibir con los brazos abiertos, aprieta una vez más la mano de su hermoso chico francés y deja que el vino recorra su garganta calentándole el corazón.
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EL JARDÍN QUE DIBUJAMOS
Lãng mạnEsta novela se escribió en directo en el canal de Twitch "Entre tulipanes" cada martes desde el 30 de agosto de 2022. Muy pronto estará disponible en Amazon.