Tiempo muerto

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-¡Quiero una puta explicación y la quiero ya!

Mi clase entera- en la que a excepción de otras tres chicas-eran todos tíos, se encontraba en chanclas y semidesnuda en el despacho del Sargento de pie. Yo me encontraba envuelta en una toalla y sentada en una silla junto a la mesa del despacho, nuestro Cabo Mayor estaba empapado mojándolo todo con su ropa ceñida como una estúpida estatua de Fidias y con cara de pocos amigos sentado en la silla contigua.

-¿Estáis sordos?¿Os ha comido la lengua el gato? Porque, que yo recuerde, estabais muy ruidosos hace un momento.

-¿Podemos cambiarnos antes?-preguntó alguien al fondo.

-¡NO!-gritó mirándonos furibundo-si queréis un trato de adultos haberse comportado como tal ¡no como si estuvierais en un recreo!

-No era nuestra intención.

-¡Esto es una entidad nacional, no un club de boy scouts!

De nuevo todos nos quedamos callados, desde luego ese hombre daba mucho miedo como para hablar por mucho que él nos lo pidiera y por más aterrador que fuese incumplir su orden.

-Vale lo diré una siguiente y última vez ¿qué narices ha pasado? Y sí os lo estoy preguntando a vosotros dos.

Tomé aire para tener valentía pudiendo hablar y empecé a despotricar contra el Cabo Mayor y a gesticular como una loca contando todo lo ocurrido pero claro mi voz no se oía porque el muy cretino de nuevo queriendo imitarme se puso a hacer lo mismo con su versión hablando a la vez aunque con sus propias quejas claro. Es un maleducado pero no me iba a callar, comencé a hablar más fuerte dirgiendole la peor de las miradas y él imitó mi acción. Lo que en un principio era una explicación al comandante se convirtió en una disputa inteligible pues ya solo nos mirábamos los dos y nos echabamos cosas en cara.

-¡Ya está bien! Salid todos los demás quiero hablar con vosotros dos a solas. Aunque no crean que perdonaré esto, van a ir a las cuadras a limpiar mierda a ver si así aprenden lo que es trabajar duro y comprometidos con algo. Hasta que no lo dejéis todo como una patena no volverán las clases en la piscina.

-Pero eso nos llevará semanas-protestaron todos.

-¿Preferís tener que limpiar también las letrinas de todo el ejército? Porque os aseguro que vosotros sois más puercos que los caballos.

-Está bien señor-aceptaron apesadumbrados.

-Ahora largo antes de que me arrepienta y se me ocurra un castigo más severo.

Cuando hubieron salido todos, el Cabo Mayor me miró como si fuera la cosa más asquerosa del mundo y después dirigió una mirada de disculpa y arrepentimiento a su Sargento, parecía un perrito al que acaban de pillar destrozando la casa. Por estas cosas odio el ejército pues el hecho de haber una tan marcada jerarquía hace que la gente sea gilipollas.

-Mi sargento yo lo siento mucho y prometo que...

-No prometas nada, quiero saber qué ha pasado y nada de hablar a la vez. Es más, quiero verla hablar a ella. Empieza.

-La culpa es suya, me la tiene jurada-dije con fingida voz de pena-el primer día ya me dijo que este no era mi sitio y que haría lo posible por que me echasen. En el salón de actos ya me habló mal delante de todos mis compañeros y hoy en la clase de salto se ha negado a proporcionarme material cuando necesitaba un traje de baño según las reglas. Puede preguntarle a quien quiera si no me cree.

Me di cuenta de que me he convertido en mentirosa profesional pues el sargento miraba horrorizado a su discípulo así que seguí poniendo voz de pena y añadí al drama un plus fingiendo un nudo de llanto.

LA GUERRA ENTRE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora