7. Trato

25 3 11
                                    

Eva

La discusión que había tenido con Arturo acerca del labial en su camiseta había quedado en el olvido, desde que me explicó que a sus compañeras de trabajo a veces les gustaba jugar de ese modo. Aunque le dije que aquello me había desagradado y que en realidad no entendía la broma, me dijo mil veces que no tenía de qué preocuparme.

Sin embargo, después de ese día empezó a comportarse mucho más atento conmigo. En dos ocasiones me llegó a buscar a la universidad para ir juntos a casa, y en otras ocasiones me llevó a cenar para poder compartir tiempo juntos. Aunque Carmín seguía insistiendo en que aquella relación no iba para ningún lado, estaba empezando a notar la fase romántica y detallista de Arturo que ya creía perdida.

A pesar de eso las discusiones siguieron entre nosotros. Pero terminaban siempre del mismo modo, ambos terminamos reconciliandonos en la cama. Después de eso jamás volvíamos a hablar del tema, y era algo que realmente me molestaba y me estaba consumiendo poco a poco. Pero no quería molestarlo hablando sobre ello. Mucho menos ahora que las cosas parecían marchar mejor en nuestra relación.

Si en algo Carmín tenía razón es que mi novio podía llegar a ser bastante bruto. Especialmente cuando de sexo se trataba. Solía asfixiarme demás y por lo general, pensaba solamente en complacerse a sí mismo.

—No te muevas —avisó, empezando a besar mi cuello.

En cuanto llegó del trabajo por la madrugada del viernes, me di cuenta que no estaba en sus cinco sentidos. Aunque insistía en que lo estaba, era consciente de que no, debido al aliento a alcohol que tenía cada vez que me besaba. Sus manos me aprisionaban contra su cuerpo y entrelazaba mis dedos por arriba de mi cabeza, impidiendo que me moviera.

—Amor... —empecé a hilar las palabras en mi cabeza, pero se quedaron en el aire en cuanto empezó a deshacerse de su pantalón de manera desesperada.

Cuando por fin estuvo desnudo de la cadera para abajo, me soltó un segundo para tomar un preservativo del cajón y poder colocarselo. Se deshizo de mi blusa de pijama y mis pantaloncillos cortos, para volver a aprisionarme contra el colchón de nuestra cama. Me besó con rapidez y desesperación en cada parte de mi cuerpo, pero ninguna caricia causó el efecto que antes él lograba despertar en mí.

La esperanza que aún me mantenía atada al amor que alguna vez sentí que nos haría estar juntos por siempre, fue la que me permitió corresponder sus caricias y sus besos con paciencia y más tranquilidad.

En cuanto entró en mí sentí una ligera punzada que me hizo cerrar los ojos con fuerza. El dolor se fue disipando en cuanto empezó a moverse dentro de mí, y fue reemplazado por un ligero placer que no lograba llenarme en absoluto y no entendía por qué, si me encontraba con quien se supone era el amor de mi vida.

El rostro de Arturo se había escondido en mi cuello mientras embestía con más ganas y más velocidad. Podía escuchar sus gruñidos y gemidos de placer sobre mí, y me permití abrazarlo y aferrarme a su espalda para que pudiera terminar.

—Me encantas tanto, Eva... —gemía en mi oído, mientras arremetía contra mí con más fuerza de la esperada.

Cerré los ojos, tratando de concentrarme en la sensación que me producía tener su cuerpo sobre mí, y sentirlo de aquella manera. Empecé a sentir su aliento más caliente golpeando en mi cuello y su mandíbula tensarse con cada movimiento.

—Ah, joder... —gruñía encima de mí, haciendo crecer el calor en mi interior— No puedo más, nena, oh...

Hasta que finalmente terminó y la sensación de opresión se acabó. Dió un par de estocadas más, luego de gruñir una maldición. Seguidamente cayó sobre mi cuerpo, dejándome sin aliento. Mi novio se recostó a mi lado, se cubrió con las sábanas de nuestra cama y se entregó a Morfeo más pronto de lo esperado.

Encuentro AccidentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora