8. Estrella dorada

24 3 6
                                    

Douglas

No me consideraba una persona vengativa hasta que conocí a Eva Galeano. Me atrevía a pensar que había sido capaz de despertar lo peor en mí. Había hablado con Alexandra acerca de mi plan de acercarme más a ella para obtener más pruebas. Juntos ideamos el plan de hacerle creer que a cambio de tutorías, ella podría darme un aventón a la universidad.

—¿Se lo creyó?

—Completamente —le aseguré, entrando a la universidad.

Alexandra explotó en carcajadas y por alguna razón, aquella felicidad empezó a contagiarme. Después de todo lo que me había contado que Eva le hacía en la secundaria al ser su bully y lo que había ocasionado en los últimos días, me parecía que era lo mínimo que se merecía, ¿no?

—Mañana que sea la fiesta puedes acercarte a ella y así puedes investigar a quienes les vende esa mierda.

—Hasta ahora sé que a un tal Jeremiah y a Rodolfo, pero no estoy completamente seguro.

—Necesitamos pruebas, Dou —me alentó Alex— Fotos, videos, cualquier cosa que pueda respaldarlo. Ya intentaron acusarlos una vez pero como no habían pruebas, supieron lavarse las manos muy fácil.

—¿Cómo sabes todo esto? —pregunté curioso.

Alex colocó su brazo alrededor de mí en complicidad y caminamos, uno al lado del otro mientras nos dirigíamos a la biblioteca, antes de que iniciará nuestra clase.

—Rosalinda y Esmeralda son las chicas más sociales de la facultad y a veces me junto con ellas a platicar, ya sabes.

Asentí al recordar a ese par de chicas. No solía hablar mucho con ellas, pero nos habíamos encontrado un par de veces en los pasillos. Realmente no eran personas que me cayeron muy bien, porque siempre estaban hablando de todos a sus espaldas.

—¿Ya le dijiste a tu madre la mentira?

—Se lo dije está mañana —contesté, un poco nervioso— Jamás me había mentido.

Sincerarme con Alex no era algo difícil de hacer, habíamos sido amigos desde que iniciamos la carrera y habíamos logrado conectar en un instante. Lo había dicho era completamente verdad, yo jamás le había mentido a mi madre. Nunca fui de esos adolescentes que se escaban de casa para irse de fiesta o dejaban de asistir a clases para irse con sus novias. Siempre fue el chico bueno y tranquilo.

—Una mentira al año, no hace daño —Alex trató de animarme.

Al entrar a la biblioteca un aroma familiar me atrajo. Era de mis lugares favoritos en la universidad, y no podía entender por qué estaba vacío la mayoría del tiempo. Para mí era un privilegio contar con una biblioteca tan grande y poder prestar los libros cuando quisiera.

—Tengo que devolver un libro —me dijo Alex, buscando entre su mochila el libro que había prestado la semana pasada— Si quieres ve al área de lectura, te alcanzo en un rato.

—Claro —respondí y me despedí de ella con una sonrisa.

Avancé decididamente para entrar a la biblioteca y perderme en todos los pasillos que habían ahí. Conocía la biblioteca como si fuera mi propia casa. Sabía exactamente dónde encontrar cualquier libro y cómo estaban clasificados por tema y según los pasillos y las carreras. El pasillo de leyes era mi favorito. Escoger carrera no fue algo difícil para mí, puesto que siempre quise dedicarme a las leyes y poder ser parte y conocer el mundo que me rodea con base a las normas que nos rigen día a día.

Encuentro AccidentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora