Empezar de nuevo

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"Las oportunidades son como los amaneceres, si esperas demasiado tiempo, las pierdes"

Capítulo 19

Hacía una semana que Christopher se había marchado, y a pesar de contar con la compañía de Roger, Candy no podía evitar echar de menos a su querido amigo.

-Candy, querida, ¿no te apetece ir al club? No sé cómo soportas estar aquí encerrada. Ve a cotillear un poco con esas señoras y señoritas "de bien"-sugirió Roger con una sonrisa.

-La última vez que platiqué con esas damas "de bien", la plática giraba principalmente en saber si tú y yo compartimos algo más que el mismo techo, querido.-respondió Candy.

-Anda vamos, ahora que la pequeña Rosie casi no depende de su nodriza, puedes darte más libertad de pasear con la pequeña.

Era cierto que desde su nacimiento, la pequeña Rose Mary necesitó de una nodriza, razón por la cual Candy en raras ocasiones podía salir con ella, y cuando lo hacía siempre iba acompañada de todo un séquito de gente, pues no sólo se trataba de llevar a su pequeña y a la nodriza, también llevaban al hijo de ésta, así como las ropas de ambos bebés y los carritos en los que se les paseaba.

Pero ahora que el alimentarse de leche materna era poco a poco sustituido por papillas y biberones, el tiempo que Candy pasaba con su hija era cada vez más largo, permitiendo estrechar más el lazo entre madre e hija.

-Tienes razón, la pobre también necesita ver otros rostros que no sean los nuestros, le pediré a Dorothy que prepare las cosas.

Las vacaciones de verano estaban próximas a iniciarse, ya que en el Club se podía percibir claramente un ambiente festivo. Paseando por los salones del mismo, no sólo se podían ver a las damas y caballeros que generalmente frecuentaban el lugar, sino que ahora acudían con sus familias.

Las pláticas que Candy escuchaba a su alrededor eran acerca de los lugares a los cuales irían cada uno de los presentes. La muchacha hizo una mueca al ver lo abarrotado que se encontraba el lugar, y el maître no paraba de disculparse al no poder brindarles una mesa a tan importantes clientes como lo eran la señora Jefferson-Andrey y el señor Lancaster. Candy no pudo evitar hacer un mohín de fastidio al escuchar el incesante parloteo del maître. Muchos de los ahí presentes, al reconocerlos les ofrecieron compartir su mesa, pero Candy y Roger declinaban de manera amable y cortés la invitación.

-Creo que lo mejor es que regresemos a casa, no falta mucho para darle de comer a Rosie -murmuró Candy.

-Tienes razón... aunque ahora mismo estoy viendo una mesa con un solo comensal, tal vez no le incomode compartir su mesa si se lo pedimos amablemente-dijo Roger con una dulce sonrisa, mientras Candy lo miraba con desconfianza.

-No sé por qué tengo el presentimiento de que tramas algo. Anda, ve tú, en caso de que acepte hazme llegar la respuesta con algún mesero.

-Anda, vamos y acompáñame, que estoy seguro que al verte aceptará nuestra compañía-al ver que Candy no se movía, agregó de manera amenazadora: -no quiero armar un espectáculo mientras te arrastro por todo el comedor, así que levántate de ahí y acompáñame.

Al ver la amenazadora mirada que Roger le dirigió, Candy se levantó del sillón en el que se encontraba y lo siguió por todo el comedor mientras a su paso recibían miradas mal disimuladas cargadas de curiosidad. Candy no reconoció a la persona que estaba detrás de aquel periódico, así que recordando las enseñanzas del colegio, esbozó una pequeña sonrisa una vez llegaron a aquella mesa.

-Señor Grandchester, que alegría verlo-saludó Roger como si de un viejo amigo se tratara. Mientras la sonrisa se congelaba en su rostro, Candy pudo ver el desconcierto de Terry al bajar el periódico y mirar a su interlocutor-me preguntaba si nos permitiría sentarnos a su mesa.

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