Capítulo I

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—Maestra Geri ¿Puede ayudarme a escribir la carta a Santa Claus?

La maestra de la guardería levantó la cabeza y lo miró desde su mesa. Sintió que el corazón se le derretía. Siempre pasaba lo mismo con Mick.

Era un niño precioso, con el pelo rubio, las mejillas sonrosadas y un rostro ovalado lleno de dulzura. Sin embargo sus enormes ojos azules, tenían una expreción muy seria y se aferraba con fuerza a un osito de peluche que ya estaba viejo y desgastado.

Normalmente le decia a los niños que dejaran los juguetes en su casa, pero le habían dicho que rara vez soltaba su peluche desde la muerte de su madre en un accidente de coche hacía un año. Así que el muñeco era uno más de la clase.

—Claro que puedo ayudarte—Contestó la profesora Geri mientras sacaba del cajón de su escritorio un folio decorado con renos.

Mick abrió la boca con sorpresa y admiración al ver el papel, se acerco a la mesa del joven y cerro los ojos, pero no dijo nada.

—¿Qué quieres, Mick? ¿Un videojuego?—Sugirió mientras esperaba a que el niño le dijera lo que él quería para apuntarlo en el papel.

De repente, la maestra pensó que quizá Mick no tenía un televisor. Su tío y tutor trabajaba de secretario en una inmoviliaria y probablemente no tenían muchos ingresos.

Mick abrió los ojos y le dedico una mirada que lo hizo sentir incomodo.
—No quiero juguetes—Dijo el niño con firmeza.
—¿Qué quieres entonces, cariño?
—Un papá.
—¡Mick!—Exclamó apenada—No creo que eso...

Pero el niño no lo estaba escuchando, volvía tener los ojos cerrados y tenía la frente arrugada por la concentración.

—Querido Santa Claus—Comenzó a dictar el niño—¿Qué tal esta usted? ¿Qué tal todo por el Polo Norte? ¿Estan bien los renos y los elfos?—Se quedo un rato pensativo y debió decidir que ya bastaba con los saludos—Este año he sido muy bueno. He ayudado mucho a mi tío que necesita mucha ayuda. Yo necesito un papá de regalo de navidad.

La maestra Halliwel dudó un instante y después lo escribió.
—¿Quieres decirle a Santa Claus por qué necesitas un papá?—Le preguntó dudosa.
Mick le dedicó una mirada triste.
—Creo que el lo sabrá—Dijo, miró lo que él había escrito y dejó escapar un suspiro—Reciba un saludo. Mick.

—¿Algo más?
—Sí ¿Podría poner una posdata?
Geri no pudó evitar sonreír.
—¿Quién te ha enseñado lo de la posdata?—Le preguntó con la esperanza de que pidiera algun juguete.

—Mi mamá siempre me escribía una nota antes de irse al trabajo. La niñera o mí tío me la leían. Siempre me deseaba que pasara un buen día o que me portara bien y, al final, siempre ponía "Posdata: te quiero" Esa es la parte más importante.

La profesora se quedo de una pieza e hizo lo que él le pedia.
—Posdata—Repitió el niño—¿Esta el Polo Norte cerca del Cielo? Todos me dicen que mi madre me esta mirando desde el Cielo, que él es mi angel; pero yo necesito saberlo con seguridad, así que si es verdad, podría nevar en navidad como señal.

Geri miró hacia la ventana para ocultar el brillo emocionado de sus ojos. Vivían en Tucson, Arizona, y allí nunca nevaba.

Cuando logró recobrar la compostura, metió la carta en un bonito sobre a juego y escribió con letra grande y bonita: Santa Claus, El Polo Norte. Después mojó el sobre y lo cerró.

—¿Quieres que lo heche al correo?—Preguntó intentando librar a su tío de aquella carga.
—No—Respondío el con firmeza—Se la dare a mi tío mami.

Mick, de vez en cuando, se refería a su tío de aquella manera tan peculiar. Aparentemente, ya lo llama así antes de morír su madre.

El tono cariñoso de su voz, cada vez que pronunciaba aquel nombre le hacía pensar que Charles Leclerc, un joven adorable, que aunque físicamente no se parecía mucho asu sobrino, tenía la misma sensibilidad y dulzura. Y, por supuesto, ahora compartía la misma pena.

Un amor por Navidad.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora