Mi mayor miedo es perderte, he de confesar que me aterra la idea de que un día solo te vayas, sin grandes motivos o despedidas, y que desaparezcas tan rápido como llegaste a mi vida.
Cuando tomas mis manos entre las tuyas y me das una sonrisa reconfortante, en el instante en el que ves mis ojos y pareces entender todo lo que me sucede, en el momento en el que afirmas quererme y juras quedarte por siempre; es donde solo puedo imaginar la manera en la que te irás, porque se que lo harás, todos lo hacen.
Entonces mi corazón se endurece, me pongo distante, rechazo el contacto físico casi tanto como antes de conocerte, rehuyó tu mirada, porque si me voy antes de que tú me lastimes, entonces será más fácil reconstruir mi corazón y que el final de esto, no resulte en una versión mía estando deprimida. Pero, claro, tu siempre lo impides, porque me conoces lo suficiente para saber lo que estoy haciendo, no dejas que me marche, tus brazos se vuelven una red de contención y no me sueltas hasta que entre llantos acepto la verdad que me dices al oído, esa de que no deseas marcharte y te quedarás aún cuando las cosas se tornen difíciles.
¿Pero como se que lo harás después de que te confiese que te quiero? ¿cómo podrías, una vez que confiese que me gustas y que en realidad quiero ser mucho más que tu amiga? Es sencillo, se que no vas a hacerlo.
Pero decido creer en tus mentiras un poco más, porque, admito, tampoco quiero irme, porque de alguna forma lograste que yo creyera en cada una de tus palabras, aún cuando era evidente que ocultabas la verdad tras tu sonrisa, y a veces, inclusive a plena luz del día. No quería que terminará aún esa alegría que sentía cuando, recostada en tu pecho, escuchaba el compás de tus latidos, y no pensaba en nada más que seguir ahí contigo, donde después de mucho había encontrado paz, donde podía vivir lo que era el cariño, aunque de amigos quizá, a pesar de lo embelesada que estaba contigo. Eres mi lugar seguro, aunque al mismo tiempo un campo de minas que amenaza con explotar a la primera pisada fallida, al quedarme, corro el riesgo constante de llorar un día tu ausencia, de que una mañana solo decidas que te he cansado y que ya no aguardes por mi abierto de brazos, para atraparme en ellos cuando este en lo más alto o cuando necesite ayuda para no caerme y hacerme daño.
Eres uno de mis mejores sueños, así como mi más escalofriante pesadilla, el chico de ojos almendrados con el mapa a mi corazón, el amigo que me hace daño con su cariño y me mata con su ausencia...
Supongo solo me queda pedirle en las madrugadas al universo, cada que tu cuelgues el teléfono, con voz suplicante... que por favor, por lo que más quiera, no quiero que tú también duelas.
-L
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Baladas melancólicas, de todo lo que nunca fue
PoesíaEn un mar de emociones, a veces solo existen letras para explicarlo, quizá de forma ambigua, pero funcional. Los poemas, las cartas, o notas escritas de madrugada, simbolizan todo lo que pudo y no fue, todo lo que pensé y no pude decir. Para quien...