Lo prolongué lo más que pude, lo prolongué hasta que estuve a punto de estallar. Todo por no ser capaz de decirte que te amo.
Esta se supone que debía ser la última cosa que hiciera, y en realidad creo que eso es hoy, lo último que haré por ti, mi despedida formalmente inanunciada. Quizá no de forma literal, porque seguirte viendo es algo inevitable, no obstante, lo hago de forma retórica, de forma espiritual, de la forma que cuenta.
¿Sabes porque nunca había querido escribir sobre ti? Porque temía que si lo hacía serías uno más de ellos, uno más de esos chicos que me partieron con deleite el corazón y que, de alguna forma, gozaron atrozmente de cada momento.
Eres ahora uno más de la colección de falsos idílicos a los que he tenido la audacia de amar. ¿Soy estúpida? Probablemente, porque tiendo a solo enamorarme del martirio y del rechazo, supongo que tengo un alma masoquista y un corazón que se desangra por deporte.
Entonces, ahora me niego a confesar tu nombre, como lo he hecho con el de los anteriores a ti. Todo por el hipotético caso, de que, si alguna vez leyeras esto, nunca supieras que hablaba de ti, o al menos no por algo tan banal como tu nombre. Aunque resultaría inevitable el que no supieras que esto tiene tatuadas tus iniciales por todas partes, que susurra esta verdad por doquiera.
Tú, el verdugo de mis anhelos, y el celador de mis pesadillas, me rompiste con tu ruina de mentiras, y me arrastraste a la dependencia llamándome tu amiga. ¿Debería creerte? ¿o debería correr lo más lejos de ti? No respondas, se la respuesta, pero en realidad lo que me detiene es no saber si seré capaz esta vez de correr de tu egoísmo de llamarme por siempre tuya, o me quedaré una vez más atada a la promesa de tu mejora.
No puedo decir mucho más que: me he cansado de esperar. De esperar un cambio, de aguardar por una señal, de que al fin llegue el día en el que quererte deje de doler.
Miro a la luna y recuerdo todas las veces que en vano suplique que la vieras, miro mis manos y me carcome el sueño idiota de que las sujetaras para siempre, veo en mis ojos y encuentro la sombra de todas las mentiras con las que me lastimaste, observo a mi corazón y pido perdón por todas las suturas abiertas que le dejaste; con mis dedos temblorosos recorro mi piel chamuscada de estar en contacto directo con tu indiferencia, con mis brazos rodeo mi cuerpo esperando que ya no suplique porque vuelvas, a mi nariz le he ordenado que intente con esmero olvidar el aroma que emanaba tu cariño, y a mis labios he impedido que sollocen tu partida.
Me doy asco, porque estas en cada parte de mi. Impregnado como un perfume deporable, tu el rey de los engaños has terminado por destrozarme. Y podría bien volverme la reencarnación de la indiferencia, y atravesar tu corazón con la misma condescendencia. Pero creo que no es culpa tuya el que yo me haya perdido en delirios por ti, al final, tu solo cumpliste al ser mi amigo, y yo falle cuando me he enamorado perdidamente de ti. Cuando decidí que quizá si podía ser feliz.
Ahora que lo he confesado, y me has plantado en ridículo, mi corazón cruje más, las lagrimas bajan en cascadas y me doblo por la mitad.
Entonces al fin puedo verlo: he perdido. He perdido a lo idílico, y solo quedas tu, que en realidad ya eres un termino ambiguo; así que decido dar marcha atrás, decido caminar con mis restos, hacer un funeral de todo aquello que te encargaste de fracturar, y luego seguir con mi camino. No puedo pararme ahora, ya he perdido suficiente tiempo contigo.
Me permito girar un par de veces para ver si me has seguido, pero no hay nadie detrás mío, y esta bien, es lo mejor, o al menos eso me repito hasta que me convenzo y sigo mi camino.
Subo el último peldaño, el que me lleva a la salida definitiva, y antes de perderte de vista para siempre, giro una última vez. Parece que ahora corres, que intentas alcanzarme, gritas mi nombre, pides que me quede. Pero ya estoy lo suficientemente lejos para no poder escucharte con claridad; sonrió, no con ironía, sino como despedida. Volteo, y me voy, para no volver nunca, jamás.
Adiós.
12/05/2023
-L
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Baladas melancólicas, de todo lo que nunca fue
PoesíaEn un mar de emociones, a veces solo existen letras para explicarlo, quizá de forma ambigua, pero funcional. Los poemas, las cartas, o notas escritas de madrugada, simbolizan todo lo que pudo y no fue, todo lo que pensé y no pude decir. Para quien...