Día 14.1.

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Abro los ojos y miro a Christian a mi lado, boca abajo. Sin duda hoy lo veo todo diferente. Miro el móvil y no tengo ningún mensaje más que un par de lo sientos que ni sé de quién son.
Me giro y vuelvo a mirarle. He tenido tanta suerte de coincidir con alguien así en mi vida que siento que tengo que hacerle feliz toda la vida. Me acerco con cuidado para que no se despierte y le beso la mejilla. Parece que ni lo ha notado pero ahora mismo a mi me parece el hombre más guapo del planeta. Se ve que tuvo calor porque se quitó la camiseta y tiene su espalda al desnudo. No me había dado cuenta de un pequeño tatuaje al finalizar el cuello y comenzar la espalda. El tatuaje es una pequeña jaula con un pájaro pegado en la puerta desde dentro. Necesita volar y pienso inmediatamente en que eso es él, un pájaro que solo necesita volar. Libertad. Sin duda me encanta el tatuaje y eso le hace más atractivo. Tiene una, dos, tres... cinco pecas a lo largo de toda su espalda y, ahora mismo, querría recorrerlas una a una. Mi padre abre la puerta y me hace un gesto con la cabeza para que salga. Le hago caso.

-Buenos días papá.
-Buenos días, cariño. Me voy a ir con tu hermana a un par de recados. No creo que vengamos a comer pero ahí tienes arreglo de todo. ¿Necesitas algo?
-No, papá.
-Vale. Te quiero pitufa.

Cuanto tiempo sin decirme pitufa. Años, muchos.
Me siento en la banqueta de la cocina y pienso en hacerle el desayuno a Christian como modo de agradecimiento. Empiezo por el café y sigo con unas tostadas. Ah, sí, zumo de naranja. No sé que será lo que desayunará él normalmente en su casa asique saco también algo de bollería. Lo pongo todo en la bandeja y me acerco a la habitación.

-Buenos días... -digo bajito cerca de él-. Dormilón, buenos días -digo un poco más alto y tocándole ese brazo que tiene por debajo de la almohada-.
-Buenos días, enana -dice sin abrir los ojos del todo-.
-Te traigo el desayuno.
-Oh, no. No me veas recién levantado... -¿en serio? No he visto a nadie más guapo recién levantado-.
-Si estás... ya sabes, 'contentillo', avisa. No quiero sustos -digo riéndome-.
-Oh, no. No es eso -dijo abriendo finalmente los ojos y echándose a reír también-. Dios, estás preciosa, Anna.
-¿Qué dices? Si ni me he peinado ni maquillado... llevaré una cara que para qué más.
-Es la cara más bonita que he visto nunca.

Me acerqué lentamente a él, apartando ese desayuno que se estaba quedando frío y le rocé los labios. Él se separó y con miedo me dijo: 'ya sabes que si me besas querré seguir besándote eternamente' y sonreí y le besé. Al principio un beso casto pero le agarré del cuello haciéndole saber que quería más y nos perdimos entre besos y caricias.
Cuando conseguimos separarnos a regañadientes todo parecía mucho más fácil.

-¿Desayunamos? -dice Christian sonriente y niego acurrucándome con él-.
-Tanto con la otra cama y nos ha sobrado.
-¿Cómo estás?
-Me siento bien aquí -admito-. ¿Cómo es tu nueva casa?
-Te gustará. ¿Recuerdas la granja abandonada? -asentí-. Es esa.
-¿Me llevarás a verla?

Sonrió y me dijo que sí encima de mis labios. Salimos de la habitación y desayunamos. Ambos nos mirábamos constantemente sin apartar la mirada, como si estuviésemos hablando sin abrir la boca.
Me sonríe mientras se apoya en la encimera y sopla el café. Dios, que sexy está.

-¿Y tú padre? ¿Abajo, en el patio?
-No, no vendrá hoy a comer. Tenía cosas que hacer. No me preguntes qué.
-¿Asique estamos solos? -dijo mirando su café-.
-Aha -digo sin apartar la vista del mío y se acerca soltando su café y me besa el cuello-.
-Así podremos ver Disney Channel. Hacen Phineas y Pherb ahora -dice y se sienta en el sofá-.
-Oye, Christian -digo imitándole-, gracias por hacerme sonreír siempre.
-Oh, no te equivoques. No lo hago por ti, lo hago por mi.
-¿Cómo? -dije sin entenderle-.
-No quiero privarme del lujo de tu sonrisa -dijo mirándome y sonriendo-.
-Sí... Phinias y Pherb... Sí, sí -dije apoyando mis piernas en las suyas-.
-Sí -dijo acariciando mis piernas-. Oux, pinchas.
-¡Pero serás mentiroso!
-Shhhh que ya empieza.

Y ahí estábamos, viendo dibujos como dos críos pero, joder, en parte era lo que necesitaba: desconectar. Sin duda él era quien podía hacer esto.

-Christian, ¿qué le dijiste a mi padre para que rompiese a llorar así?
-Que ella había podido aguantar gracias a vosotros. Tenía una gran familia que siempre lucho por ella y eso fue lo que hizo que ella siguiese adelante todo este tiempo. Ella fue muy feliz, a pesar de todo. ¿Quieres saber lo último que me dijo? -asentí-. Que pasase lo que pasase, aquí siempre tendría mi familia.
-Te quería como un hijo más.
-Y yo a ella como si fuese mi madre -nos quedamos callados-. Siempre hablábamos de ti, ¿sabes?
-Exagerado.
-No, de verdad. De hecho...
-¿Si?
-Tengo que darte algo. De ella.

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